31.3.11

Temacapulín se ha convertido en una zona de bloqueo y protesta

Caminos y accesos del pueblo han sido cerrados con piedras por los manifestantes

TemacapulínTemacapulín es una zona en pie de guerra. Aquí no hay nadie. Todos los activistas y algunos habitantes están en la cortina de la presa y defienden posiciones estratégicas en los tres campamentos que mantienen en paro la construcción de la presa El Zapotillo. Casi todas las casas, las tiendas, el centro de salud y los accesos están tapizados de pancartas, lonas, pintas y mensajes de resistencia, de rebelión.

Así es la defensa. Aquí los que viven juran que la presa no se hará nunca y esperan que la movilización la eche abajo.“Sobre mi cadáver si hacen la presa. Yo creo que nunca la van a hacer y si la hacen, va a llover de abajo hacia arriba”, dice desafiante Germán Alvarado, uno de los mas viejos del poblado que se levantó en protesta, contra la obra que lo sepultaría entre las aguas.

El camino para llegar del pueblo a la cortina de la presa parece como si lo hubieran escupido con piedras.

En Acasico, la primaria rural Emiliano Zapata, que lleva el nombre del 'Caudillo del sur' esta desértica.
En el acceso principal hay una pluma de acero que cierra el paso. Es el primer retén de la resistencia.

Hay pancartas y pendones y jóvenes activistas que controlan el acceso día y noche.

Es un campamento improvisado con casas de campaña, colchonetas, cigarros, agua, galletas, una pequeña planta de luz y radios que permiten comunicación con los otros puestos que tienen tomados.

“Estamos firmes en la lucha social, tenemos amenazas del gobierno estatal y federal, pero vamos bien en la lucha. No hay negociación y nuestra exigencia es que paren la obra y la hagan en otra parte”, dice Marco Von Borstel, activista del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario, quien lleva una playera del Ché Guevara en color negro y estampado el rostro del guerrillero.

La planta trituradora, las decenas de traxcavos, revolvedoras y máquinas de la constructora Peninsular –de Carlos Hank Rhon- están abandonadas, y los trabajadores a mediodía dejan la zona.

Con miralejos los opositores, algunos de ‘Las Abejas’ de Acteal, divisan a todos los que llegan al lugar, les piden sus nombres, les preguntan a dónde van y les toman fotos.

“Es para tener el control de quién llega”, dice uno de los chipanecos con rasgos indígenas y que trae un paliacate amarrado, como si fuera zapatista.

-La próxima vez no te vamos a dejar pasar, tienes que traer tu identificación, le dice el vigía de Chiapas al que conduce la ambulancia de primeros auxilios que está de planta en la zona de obras.

Los tres accesos principales están bajo su poder y bloqueados con piedras.

Aquí en el puesto hay víveres en pequeña porción algo de agua, sandías, jícamas para pelar, algunas cobijas y otras telas para armar un tenderete y soportar el calor que quema.

-“Que no pasen, ya no dejen pasar a nadie, es la orden que tenemos”, se escucha desde los pequeños radios que se dicen los vigías y cada uno toma sus posiciones estratégicas con los rostros tapados, y esperan refuerzos.

Edmundo Meza

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