15.3.11

La crisis alimentaria global

El precio de los alimentos continúa su imparable ascenso, y cada vez está más claro que la crisis alimentaria iniciada en 2007 llegó para quedarse, y que tiene una estrecha vinculación con la crisis financiera global que comenzó en 2008. Así el mundo actual se enfrenta a una situación donde la creciente pobreza restringe aún más el acceso a los alimentos por parte de las mayorías, profundizando los problemas de desnutrición y hambre. En todo el planeta se extiende el descontento ante la escasez y el encarecimiento de los alimentos, provocando rebeliones sociales cuyo reflejo se expresa en lo que sucede actualmente en los países árabes.

La crisis alimentaria global es el resultado de la interacción compleja entre múltiples causas, de acuerdo con Holt-Giménez y Patel en su excelente texto Rebeliones alimentarias, El Viejo Topo 2009, las causas originarias de la crisis, dan cuenta de cómo el complejo agroindustrial devoró a los países del Sur y comprenden tres procesos interrelacionados: la noción dominante de desarrollo rural y la consecuente imposición de la revolución verde; los programas de ajuste estructural impuestos por el Banco Mundial y que desmantelaron las agriculturas locales, y por último los tratados de libre comercio y las presiones sobre la agricultura de la Organización Mundial del Comercio.

El crecimiento de los agrocombustibles, el aumento en los precios del petróleo, la especulación con los alimentos, el incremento en los granos destinados a la alimentación de ganado y las malas cosechas por razones climáticas, constituyen las causas próximas de la crisis alimentaria, de acuerdo con el texto de Holt-Giménez y Patel se añaden a las causas originarias para conformar un panorama desesperanzador y angustiante para la mayoría de los habitantes del planeta. La crisis alimentaria global sintetiza los rasgos principales del agotamiento del modelo neoliberal, y evidencia como la desregulación de los mercados, el énfasis en la agroexportación y en la agroindustria y el control por parte de las grandes compañías agroalimentarias, han logrado incrementar la pobreza y el hambre, aumentar la obesidad, deteriorar los recursos naturales y comprometer la suerte de los habitantes y de los ecosistemas del planeta por la amenaza del cambio climático.

Mientras tanto los movimientos sociales rurales, continúan construyendo alternativas a la crisis y reconocen nuevas formas de articulación en torno a demandas comunes como los alimentos, buscando desde lo local, organizarse en redes orientadas hacia lo global. Estos movimientos han logrado formular propuestas viables de políticas públicas de desarrollo rural, dando muestras de su capacidad de negociación y discusión con diversas instancias internacionales en los foros globales.

Más allá de sus diversidades y de las diferencias propias de los contextos locales, existe un amplio consenso entre los movimientos rurales respecto a los principales elementos para salir de la crisis alimentaria actual, algunos de ellos son los siguientes: equilibrio ciudad-campo, soberanía alimentaria, apoyo a la agricultura familiar, sustentabilidad, acceso a la tierra y los recursos naturales, la equidad de género, derechos y demandas indígenas, comercio justo y políticas agrícolas favorables.

La reciente marcha campesina del 31 de enero y la reunión del Congreso Nacional Indígena en Mezcala, son algunos de los múltiples ejemplos que muestran cómo en México las alternativas están en marcha, sin embargo en esta construcción, es indispensable una participación más activa de los habitantes urbanos, porque son nuestros alimentos los que están en juego.

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