14.6.11

Pacto inconcluso

Javier Sicilia firmó el Pacto nacional ciudadano por la paz en la Plaza Benito Juárez el pasado 10 de junio
Javier Sicilia firmó el Pacto nacional ciudadano por la paz en la Plaza Benito Juárez el pasado 10 de junio Foto: FOTO LA JORNADA

La convocatoria de Javier Sicilia a la Caravana por la Paz permitió cobijar una amplia diversidad de fuerzas y preocupaciones en torno suyo. El poeta no fue el primer agraviado por la violencia del crimen y sus efectos, pero su posición como periodista y su reconocido mérito como poeta y escritor le permitieron liderar una causa que comparten muchos y muchas más. La movilización ha permitido a algunas víctimas tomar la palabra y a muchos más que podamos escucharlas. Desde el inicio del movimiento en Cuernavaca hasta la culminación de la Caravana por la Paz en Ciudad Juárez se fueron congregando diversos grupos que configuraron un tapiz multicolor que refleja muchas inquietudes, diversas pero coincidentes en reclamar los agravios por la violencia y la muerte provocadas por la presencia del crimen organizado y su combate.

Abierta a la pluralidad, la iniciativa se deslinda de radicalismos e intolerancias. Se definen como “un movimiento que se desmarca de la lógica de polarización y de odio que propicia la violencia y la cultura de militarización y de guerra, basándose, en cambio, en una dinámica horizontal y en formas de hacer política sustentadas en la solidaridad y la no violencia”. La fuerza del llamado es su honda raíz ética, su reivindicación firme de la dignidad humana y del destino libre que todos merecemos. Su postura de respeto al diferente, incluso al mismo criminal, es la expresión de su congruencia y la alta exigencia para quien quiera sumarse a una causa que apela a la inteligencia y que compromete al corazón. Ahí reside su fuerza.

Al llegar a Ciudad Juárez se instalaron nueve mesas para formular el conjunto de propuestas que se articularían en el anunciado Pacto Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad. Un paso crucial para superar el momento catártico del “estamos hasta la madre” y darle contenido a la propuesta para construir algo mejor. En esas mesas se discutieron asuntos como derechos humanos, economía y crimen organizado, corrupción e impunidad, tejido social, reforma laboral, derechos indígenas y alternativas para el campo. Sin embargo, la formulación del Pacto resultó difícil. Algunas de las propuestas que surgieron ahí fueron disonantes del conjunto. La conducción de Sicilia se vio rebasada por la presencia de grupos con mayor experiencia política y menor motivación ética que terminaron por imponer su agenda a contrapelo de la voz del poeta. Por eso el anuncio del pacto fue anticlimático. Por eso al día siguiente el propio Sicilia en rueda de prensa aclaraba que la exigencia del retiro inmediato del Ejército de las calles y la petición de juicio político al presidente Calderón no eran demandas del movimiento. Y por eso se refirió al resultado de las mesas como “temas en construcción”, asuntos que seguirían discutiéndose, y remitió como piso firme a las seis propuestas planteadas en mayo en la Ciudad de México: reforma política, proyecto de seguridad con policías profesionales desmilitarizadas, inversión social, justicia en casos de ejecuciones, secuestros y desapariciones, mejor democracia representativa y democratización de los medios de comunicación.

El futuro del movimiento depende de la capacidad que tenga Javier Sicilia de lograr mantenerlo en el tono y los referentes que han permitido identificarlo como algo novedoso y distinto de lo conocido. Habrá de estar alerta ante los intentos de muchos sin duda interesados en capitalizar su convocatoria y en orientar el movimiento hacia una dirección distinta de la que le ha marcado. Ahora Sicilia sabe que en estos asuntos a la buena fe debe acompañarle también la astucia. No sería improbable que durante la caravana hayan acompañado al poeta incluso representantes de grupos criminales, interesados en exigir el retiro inmediato del Ejército, como ya ha ocurrido en otros casos bien acreditados en Culiacán y Ciudad Juárez misma. Sería una lástima que el ímpetu auténticamente ciudadano de esta iniciativa se contamine o, peor aún, se desvirtúe por un descuido o por ingenuidad de quien avala afirmaciones como que “nuestro país vive una guerra contra el narcotráfico que oficialmente no existe, pero que en realidad es una guerra contra el pueblo”.

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