29.6.11

El auditor los tiene agarrados

Ivabelle Arroyo

Lo que está sucediendo en el Congreso del Estado de Jalisco es una de las peores aberraciones que se han visto en el país: los esfuerzos por acabar con la corrupción, por diseñar un cuerpo fiscalizador, por poner contrapesos, por contar con un órgano técnico se han ido a la basura para dejarle lugar al enorme cinismo del auditor superior y a la inocultable cobardía de los diputados locales.

A ver. No se necesitan dos dedos de frente para entender que los millonarios pagos al auditor son extremadamente irregulares. Claro, primero hay que estar seguros de que recibió millones extras, pero de eso no hay duda: él mismo lo ha dicho, sin asomo de pudor, con la extraña certidumbre que le da saber cómo se manejan las mangueras del dinero en el sector público.

Es legal, dice. Y seguramente le asiste la razón, si nadie ha dicho que es torpe. Pero a ver. Pongámoslo en billetes. El hombre tiene un sueldo, según la página de la propia Auditoría Superior, de 47 mil 109 pesos quincenales. Eso da al año un millón 130 mil pesos, centavos más, billetes menos. Y resulta que, por lo menos recibió seis veces esa cantidad, durante un año, de manera adicional a su salario.. Por lo menos. Ya si a alguien le parece normal que un funcionario reciba seis veces más el dinero que gana en un año, entonces sí está podrida la tubería del sistema. Piénselo. Usted gana 15 mil pesos al mes, se encarga de revisar las cuentas en una empresa y de pronto se dan cuenta de que recibió extra, en promedio, 90 mil pesos al mes.

Porque eso es lo que hace un auditor, nada menos: revisar las cuentas, palomear el uso de los recursos públicos, asegurar a los ciudadanos, con informes al Poder Legislativo, que lo que un alcalde dijo que gastó en patrullas de verdad que sí se fue a vehículos para policías y no a casinos en Las Vegas. Y este señor, el encargado de dar certeza presupuestal, unas veces recibe seis millones más, otras veces algunos millones menos, y su familia también.

Lo más grave de este enojoso asunto es que el auditor tiene a los diputados agarrados de alguna sensible parte de su anatomía, pues a pesar de tener evidencia de esta inadmisible práctica del funcionario (ya no le vamos a llamar ilegal), no son capaces ya no de pedirle cuentas o de fincarle responsabilidades, sino ni siquiera de darle las gracias y buscar a otro. El presidente de la comisión encargada, Jesús Casillas, se fue corriendo antes que pedir la cabeza del auditor (ante los medios sí lo hace, pero ya en serio se arruga). Los panistas se vistieron de santos y se salieron de la comisión. Los priistas votaron por su permanencia con un solo voto opositor, casi en voz baja, del legislador verde. Y el auditor se queda. ¿Quién es ahora el que manda?

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