Con Un Salto de Vida AC, la bióloga encabeza un movimiento para mitigar la contaminación
No peleamos por una ideología, peleamos por conservar la vida: Graciela González
La ex titular de Ecología de El Salto lamenta la poca voluntad política en materia ambiental
Los olores fétidos que se desprenden del río Santiago en la madrugada y del vertedero que está a menos de un kilómetro de la cabecera municipal de El Salto le infundieron el valor a Graciela González para encabezar, aunque sin proponérselo, un movimiento social que desde hace años busca mitigar la contaminación que azota al municipio.
Desde Un Salto de Vida AC, Graciela se mueve, convoca, habla, e impulsa a todos los sectores de la sociedad a involucrarse en las decisiones de gobierno. La mujer de 50 años de edad estudió la licenciatura en Biología en la Universidad de Guadalajara y realizó un diplomado en Educación Ambiental. Con ese currículum transitó brevemente en el gobierno de la ex alcaldesa panista Bertha Alicia Moreno (2004-2006) como titular de la Dirección de Ecología, un trabajo del que ahora –dice– le da mucha “vergüenza” admitir.
A seis años de esa administración en la que se desempeñó como funcionaria pública, Graciela González ve muy pocos avances y muchos intereses de por medio que impiden un saneamiento real del municipio. La última vez que Un Salto de Vida AC se mostró en público fue durante la remodelación de la plaza municipal, en julio del año pasado. Los integrantes pedían que se utilizara esa inversión en la dotación de agua potable e instalación de una red de alcantarillado.
En entrevista con La Jornada Jalisco, la activista subraya que se convirtió en tal para “conservar la vida”.
–¿Te consideras una activista social?
–No, fíjate que no, esa es una de las cosas con las que en el último año y lo que va de éste he peleado, porque no es que tenga ganas de andar en esto; sí me gusta, sí me siento contenta, pero me pesa mucho porque descuido tantas cosas de mi vida personal, familiar. Pudiera dejarlo en cualquier momento, la única cosa es que a mí me pesa mucho despertar en la madrugada con el olor del río, en la mañana casi vomitarme con el olor de la basurera, caminar por el territorio y ver como todo está degradado y el miedo que tengo de que mis nietos se enfermen, es como a fuerzas, por eso yo no me considero una activista, ni tampoco una ambientalista, no es que me gusten las maripositas y lo verde, aunque soy bióloga, sino que me pesa, me duele en el alma, me da rabia, me da impotencia, yo creo que esos son factores, además que debo tener un perfil personal con algunos problemas que hace que sienta mucho coraje y que me mueva para que las cosas se transformen.
“Seguir viviendo en este pueblo es muy fuerte porque te confronta con la vida, no es un asunto ideológico, eso es lo que yo siempre les he estado diciendo a muchos compañeros. Es que nosotros no estamos peleando por una ideología, estamos peleando por conservar la vida y eso hace una gran diferencia”, subraya.
–¿Te has dado cuenta que sin proponértelo encabezaste un movimiento?
–(Suspira y hace una pausa antes de responder) Fíjate que en los últimos días tengo discusiones con mi esposo Enrique por eso, porque no había sido capaz de asumirse así. Me angustia pensar en la responsabilidad que he adquirido, y casi quiero llorar por eso, porque me asusto, me asusto porque de pronto pienso que muchas personas están sintiendo eso y quisiera a veces dar marcha atrás en algunas acciones, pararme un poco, pero resulta que la asociación civil tiene ya un nivel de involucramiento muy fuerte que ya es difícil.
De su paso por la gestión de la ex alcaldesa panista, a la que se le atribuye la modificación del uso de suelo para permitir la construcción de fraccionamientos en El Salto, incluso en zonas de riesgo, refiere que llegó ahí con sus únicas credenciales: su título universitario y sus ganas de transformar el medio ambiente.
“Nunca había estado en ese proceso de lo que era un gobierno, ni en una campaña política, ni nada de eso, pues yo nunca he sido militante de ningún partido, pero como había estudiado por esos tiempos un diplomado en Educación Ambiental, hice un proyecto relacionado con el lugar donde vivía, allá en Infonavit La Mesa y como vine de El Castillo –duré 8 años allá por el negocio familiar–. vi mi territorio muy devastado, bien triste, todo lo que era la Barranca podada, arrancados los árboles y puesto agave y lleno de basura me dio mucha tristeza, fue algo que me impactó ver la Barranca devastada, entonces empecé a hacer ese proyecto e ingenuamente vine y pedí trabajo en el ayuntamiento pensando que por ese medio podía hacerse algo”.
A tiros y tirones, explica, le dieron la chamba, pero también la despidieron en dos ocasiones por denunciar a las fábricas, atender a la gente y elaborar dictámenes ambientales.
“Eso era como loco, que un ayuntamiento hiciera eso, entonces pensaban que era como una estrategia política y me corrían, y ya veían que no, que era chamba y me dejaban otra vez, y ahora pues digo, me da vergüenza por lo que significa, porque mucha gente cree que lo haces por negocio o por poder que agarras esos puestos, pero la verdad es que fue así como bien tonto, pero al mismo tiempo me da gusto porque aprendí, conocí más el territorio, vi los problemas de cerca, me sirvió para eso y para darme cuenta de la grave injusticia y de lo poco que se pueda hacer desde un gobierno porque no hay voluntad”.
“Yo me acuerdo que mucha gente con más experiencia me decía así, que me había sacado la rifa del tigre, una cosa fea. Yo en ese momento, esos dichos ni siquiera los comprendía bien, no los dimensionaba, me daba un poco de miedo, pero al mismo tiempo se me hacía suave porque me permitía denunciar. Yo me sentía satisfecha porque encontraba muchos delitos ambientales y a través de la distancia del ayuntamiento podía hacer mucha denuncia, entonces creo que eso fue lo único bueno entre comillas, que se hicieron algunas reglamentos, que se instaló la Dirección de Ecología porque no existía, se le dio como orden. Nosotros hicimos el primer dictamen ambiental de esta población, el 001 a una empresa que era un incinerador de residuos biológico-infecciosos, entonces era algo así como muy mal para la empresa, pensaban que nos queríamos sobreponer al poder del Estado y la Federación, no querían reconocer que el municipio es el dueño del territorio y que independientemente de las competencias jurídicas pues se tiene una regulación. Esa fue una de las grandes decepciones que sufrí porque tardé más de un año luchando para que se pudieran hacer esos dictámenes ambientales y fuera una forma de regular la licencia de funcionamiento. Es decir, tú, empresa por muy chida que seas y por muchos años que tengas, cada año tienes que renovar la licencia”, señala.
Graciela asegura que adquirió experiencia, pero nunca más volverá a la función pública; en ese espacio –precisa– no hay condiciones para hacer cosas que valgan la pena.
–¿Se le dio seguimiento al trabajo que tú dejaste?
Yo pedía que dejaran a una persona que tuviera mucha más experiencia y conocimiento que yo, porque me parecía que era algo muy valioso que podía fructificar en la regulación del territorio, o sea como que ayudara a detectar y a diagnosticar para que pudiera haber una política ambiental, desafortunadamente le entregué a una persona que desconocía completamente y además que había poca voluntad, como que era un encargo que no le gusta a la gente tener, porque no sentía que había manera de lucrar o poder en ese encargo; entonces era como mucha chamba, muy complicado, muy técnico y además no le iban a sacar nada, eso fue triste, luego supe que cayó en manos de un abogado, se trató de mantener la estructura y ahorita está en manos de un comunicólogo, creo. Siento que la política ambiental sigue quedando para la administración pública de lado, no se ha podido lograr que por ejemplo que Ecología o Medio Ambiente esté por encima de Obras Públicas o de Desarrollo Urbano, cuando la lógica te diría que un territorio tiene que ser cuidado y el desarrollo urbano va supeditado a ese medio ambiente, y aquí es a la inversa, por eso tenemos tanto desastre. El desarrollo urbano prepondera sobre ojos de agua, cerros, ríos, lo que sea, entonces mientras no cambie la política ambiental local, va a seguir habiendo parches y parches haciendo un gran problema, es como yo lo veo.
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