Capacidad y producción: datos duros de la CFE |
Fuente: La Jornada Si el lector entiende la diferencia entre vatio y vatio-hora puede saltarse estos párrafos y continuar donde se analiza la tabla reproducida de la página de la Comisión Federal de Electricidad (sexto párrafo). Vatio (watt, abreviado, W) es una unidad de potencia; en nuestras casas es lo que mide el gasto o tasa de consumo de los diferentes aparatos, por ejemplo, el tostador de 1000 W, los focos de 20, 40, 60 o 100 vatios, el refrigerador de 200 W, o el cargador de celular de 5 W, etcétera. Por otro lado está la energía. Se mide en vatios-hora (Wh). Lo que representa es la cantidad de tiempo que estuvo usándose un aparato con cierta tasa de consumo. Así, la energía consumida por el tostador de 1000 W durante seis minutos es la misma que la de un foco de 100 W durante una hora; ambos consumieron 100 Wh. La CFE nos cobra según nuestro consumo, por eso el recibo bimestral viene en cierto número de kilovatios-hora (kwh). El mío es de aproximadamente 300 kilovatios-hora. Es decir, la suma de los consumos de todos los focos y aparatos durante dos meses fue de 300 mil Wh. Del otro lado del cable, en la producción de electricidad, se tienen los mismos conceptos. Por un lado está la potencia o capacidad, que mide lo que es capaz de producir la planta generadora en un momento dado, y otra muy diferente es la cantidad de energía que efectivamente produjo. Una analogía se puede encontrar en una empresa de autobuses. Por un lado se tiene cierta capacidad de transporte representada por la cantidad de autobuses que tiene ésta, y otra muy diferente es la cantidad de personas que efectivamente transportó. Las unidades que se usan para la generación de electricidad son esencialmente las mismas: vatios y vatios-hora. Para tener números más manejables cambian el prefijo kilo, mega, giga y tera, igual que la memoria de las computadoras. En el recibo de nuestras casas se usa el kilovatio-hora para indicar mil, la capacidad de una planta se mide en megavatios (MW) indicando un millón; la de toda la CFE se mide en gigavatios (GW), indicando miles de millones. Por otro lado, la energía efectivamente producida la miden cada año, en teravatios-hora (TWh), indicativos de los millones de millones de vatios-hora que produjeron para todos los mexicanos durante cierto año. A la iniciativa privada se le ha permitido producir electricidad desde el año 2000. La tabla que aquí se muestra está tomada de la página de Internet de la CFE.1 Son los datos de capacidad instalada y producción de energía de 1999 a 2007 por la CFE y la iniciativa privada. Lo primero que llama la atención es que desde 1999 la inversión en infraestructura eléctrica ha corrido principalmente a manos de la iniciativa privada. La capacidad del gobierno creció 4 GW, mientras que la iniciativa privada aumentó 11 GW en el mismo periodo. Por las mismas razones que el empresario de autobuses no transporta a todas las personas que pudo haber transportado, nunca se produce la máxima cantidad de energía posible. En ambos casos depende de la demanda. En el de la electricidad la capacidad está calculada para poder satisfacer la demanda en las horas pico. De haber trabajado al máximo de su capacidad, en 1999 la CFE hubiera producido 300 TWh en lugar de los 170 TW-h que produjo;2 no lo hizo porque la energía no se puede almacenar y no había la demanda para ello. De haber sido calculada la capacidad para el promedio, seguramente hubiéramos tenido problemas en las horas pico. Lo que no se entiende es por qué si la capacidad de la CFE aumentó en estos años, la energía efectivamente producida ha disminuido. En 1999 produjo 170 TWh y en 2007, con mayor capacidad instalada, su producción sólo fue de 157 TWh. Es aún más dramático si lo comparamos con el año 2001 cuando con una capacidad menor a la de 2007 produjo 190 TWh. En el ejemplo de los autobuses, corresponde a tener dos empresas, de las cuales una (CFE) aumente sus autobuses pero los deje en el garaje para que la otra (iniciativa privada) saque sus autobuses y transporte a las personas. No sólo se le permitió a la iniciativa privada invertir en la producción de electricidad. Se le cedió el negocio, al grado de que con 20 por ciento de la infraestructura instalada tiene 30 por ciento del negocio. Las plantas eléctricas se clasifican de acuerdo a cómo producen electricidad: están las termoeléctricas, las hidroeléctricas, las nucleares, geotérmicas, eólicas y, en algunas partes del mundo, las solares. En México hay básicamente termoeléctricas e hidroeléctricas. Juntas, si incluimos las carboníferas, tienen 95 por ciento de la capacidad. En la misma página de Internet de la CFE hay otro dato que llama la atención: mientras que las plantas hidroeléctricas tienen una capacidad de 22 por ciento del total producen solamente 15 por ciento del total de energía. Ya mencionamos que necesariamente las plantas en su conjunto son subutilizadas; sin embargo, una política racional debería privilegiar la producción hidráulica sobre la térmica. Es decir, las hidroeléctricas deberían trabajar al máximo de su capacidad y que la subutilización corriera por cuenta de las termoeléctricas. Esto debido a que las hidroeléctricas son más baratas y ecológicas, porque no se usan ni queman combustibles. Ocurre lo contrario, las termoeléctricas privadas tienen aproximadamente la misma capacidad y el doble de producción. Aun en una distribución paritaria, el 7 por ciento de diferencia en la producción representa 16 TWh de energía al año. En términos de bióxido de carbono significa 8 mil millones de kilogramos de bióxido de carbono.3 Un árbol, en promedio, limpia en un año alrededor de 10 kilos de bióxido de carbono. Para compensar esta política se deberían plantar 800 millones de árboles. Como cuatro veces más que la campaña de Calderón de plantación árboles. El año pasado, después de la tragedia de Tabasco, se denunció, que parte del problema es que no se habían operado las hidroeléctricas liberando agua de las presas para que las termoeléctricas privadas pudieran vender su electricidad. Los datos presentados no son suficientes para sustentar esta denuncia, se necesita más información, ¿de qué presas? ¿Cuánto llovió? ¿De dónde más llegó agua? ¿Se han azolvado los ríos? Es de hecho posible que otros factores, como la no construcción de infraestructura preventiva, tengan mayor responsabilidad en la tragedia. Pero de lo que no queda ninguna duda es de que la política de la CFE es privilegiar las ganancias privadas, en este caso, por encima de las finanzas públicas y la ecología.
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