20.10.08


Apocalipsis ahorita: la vida es una sala de espera 

A lo largo de la historia se han visto numerosos anunciadores del fin del mundo, entre ellos los representantes de las tres grandes religiones que exigen “corrección” espiritual como vía de redención y de salvación. En la actualidad la humanidad conserva testimonios de diferentes “iluminados” quienes con sus interpretaciones de los “libros-guía” manipulan los miedos y la decepción existencial de sus adeptos.
 
Predicadores, lunáticos, charlatanes, fundamentalistas, profetas lúcidos o pordioseros esquizofrénicos, todos ellos han estado anunciando el fin del mundo desde que existe la conciencia colectiva del mismo. La historia está plagada de líderes espirituales carismáticos —sobra mencionar a los protagonistas de las tres grandes religiones— que aparecen para promover su concepto del paraíso y ofrecer una contrapropuesta al desencanto y al tedio de un mundo lleno de sufrimiento, de gobiernos injustos y de burócratas desalmados. Si bien los apocalípticos difieren en los incentivos, la religión, la filosofía o los cálculos que los llevan a predicar la catástrofe final, hay un patrón de conducta que los caracteriza. Existe la promesa de la redención a través de una “corrección” espiritual para lograr la salvación, ya sea de un grupo selecto o de la humanidad entera. Eventualmente y sin excepciones, todos comparten un profundo sentimiento de decepción o, en su defecto, la muerte.

Los milleristas la llamaron “la Gran Decepción” después de experimentar en carne propia las profecías incumplidas de su líder, William Miller, en lo que llegó a ser uno de los fenómenos de catastrofistas más famosos del Continente Americano. Miller era un granjero originario de Low Hampton, Nueva York. Víctima de una profunda obsesión, William pasó años encerrado en su granja con la intención de descifrar las Sagradas Escrituras. A pesar de que para 1818 Miller estaba convencido de la precisión de sus cálculos, no fue sino hasta cinco años después cuando se dispuso a exponer los frutos de su interpretación ante la luz pública. Miller aseguraba, basándose en la profecía de Daniel 8:14 (“Y él me dijo: Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado”) e iniciando su cuenta a partir del decreto de Artajerjes I para la “reconstrucción” de Jerusalén en el año 457 a.C., que la Segunda Venida de Cristo estaba fijada entre el 21 de marzo de 1843 y 1844. El primer minuto del 22 de marzo de 1844, en lo que seguramente fue el silencio más incómodo registrado en la historia y mientras presenciaba su terrible fracaso reflejado en los miles de rostros alargados de sus seguidores —quienes se habían congregado en los puntos topográficos más elevados de Estados Unidos—, Miller se apresuró a retomar sus notas para tachar, corregir sus cuentas y concluir que en realidad la fecha verdadera del Segundo Advenimiento se daría en menos de un mes: el 18 de abril del mismo año. Después de un rotundo y conclusivo fracaso, un William Miller desinflado y cabizbajo se disculpó y confesó su error ante una muchedumbre de creyentes inconsolables para ponerle fin a su carrera apocalíptica. No obstante, “la Gran Decepción” llegó meses después durante el amanecer del 23 de octubre del mismo año, cuando algunos milleristas, a pesar del sensato retiro de su profeta, insistieron una vez más en congregarse —basándose en otra interpretación del mismo pasaje, retomada por el predicador adventista Samuel Snow— para volver a encarnar la desilusión. 

William Miller fue el impulsor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Casi 150 años después, una secta disidente y desprendida de ésta llevaría sus creencias apocalípticas hasta las máximas consecuencias. Los Davidianos --encabezados por Vernon Howell, quien luego cambiaría su nombre a David Koresh ya que se consideraba el sucesor espiritual del Rey David—, se abastecieron de un arsenal de armas imponente y se encerraron en un fortín construido sobre el Monte Carmel situado en Waco, Texas, convencidos de que las profecías cristianas que anuncian el juicio final estaban por cumplirse, interpretando la Biblia partiendo de pasajes del Apocalipsis. Koresh respondía a las acusaciones que se le hacían respecto al abuso sexual contra menores dentro de su comuna argumentando que poseía un derecho divino que anulaba las prohibiciones aplicadas a su persona. Debido a la preocupación creciente por los informes de inteligencia que señalaban una compra de armas masiva por parte de los davidianos, el Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego lanzó un asalto contra Koresh y sus adeptos el 28 de febrero de 1993. Seis davidianos y cuatro agentes murieron como resultado del tiroteo. El FBI inmediatamente asumió el mando de las operaciones durante los 51 días que duró el intercambio de fuego entre fanáticos religiosos y agentes federales que culminó el 19 de abril cuando el FBI intentó ocupar las instalaciones del Monte Carmel. Los davidianos prendieron fuego a su refugio matando a 76 de sus habitantes, incluyendo mujeres y niños.

El 19 de marzo de 1997, días antes de suicidarse, Marshall Applewhite aparecía en un video casero donde afirmaba ante una audiencia invisible que “el Planeta Tierra estaba a punto de sufrir un reciclaje” y que nuestra única oportunidad de salvación era “irnos” con ellos. “No estamos diciendo que la Tierra está llegando a su fin, estamos diciendo que la Tierra está a punto de reformarse y prepararse para la llegada de otra civilización humana”, aseguraba. Applewhite, entre otras cosas, decía ser el heredero de la mente de Cristo. Applewhite y Bonnie Lu Nettles fueron los fundadores de Heavens Gate: un combo compuesto de cristianismo y ciencia ficción. Los miembros de este culto creían que el Hale-Bopp —un cometa particularmente brillante— era la señal que les indicaba que tenían que deshacerse de sus cuerpos terrenales (sus “recipientes”) para poder abordar la nave espacial que se encontraba detrás del cometa y que los llevaría a un plano de existencia más alto. A finales de marzo de 1997, la policía encontró los cuerpos inanimados de los 39 miembros del culto que se suicidaron por turnos —unos ayudaron a otros a ingerir la mezcla de fenobarbital y vodka— dentro de una mansión en el Rancho de Santa Fe, a las afueras de San Diego, California. Todos ellos calzaban tenis nike negros y ocho cuerpos estaban castrados. En 1970 Applewhite se internó en un hospital psiquiátrico con el propósito de callar las voces que sólo él podía oír y para “controlar sus deseos homosexuales”. Fue en ese hospital donde conoció a Nettles, quien trabajaba como enfermera. Casualmente, ella fue la encargada de alimentar y validar las alucinaciones de Applewhite para así crear un culto que homenajeó como pocos la estupidez colectiva.

El new age no se ha quedado al margen de las profecías apocalípticas. Uno de sus representantes de mayor vigencia hoy en día es el estadunidense José Argüelles: fundador del Instituto de Investigación Galáctica de la Fundación para la Ley del Tiempo. 

Argüelles se dio a conocer en el mundo en agosto de 1987 por haber promovido la “Convergencia Armónica”: un evento esotérico celebrado paralelamente en lugares “sagrados” alrededor del planeta. En 1998, Argüelles se declaró muerto para poder reencarnar como el sucesor de Pacal Votan (también conocido en las leyendas mayas como el Señor del Tiempo) con el nombre de Valum Votan. El hecho de que Argüelles (aka Valum Votan) nunca estudió astrología, arqueología o antropología —es doctor en historia del arte— no le ha impedido dedicarse a distorsionar y reinterpretar a su antojo uno de los calendarios mayas: el Tzolk’in (a cada día del Tzolk’in se le asigna uno de 20 nombres y uno de 13 números, formando un ciclo de 260 días), ofreciendo como resultado una versión híbrida compuesta de una mezcla improbable entre la antigua civilización mesoamericana y un inquebrantable espíritu new age, en franco desafío de las leyes de la ciencia con sentencias construidas con base en un vocabulario tan disperso e impreciso como el de un horóscopo. Según Argüelles, existe una “cultura galáctica cuatridimensional cuya esencia radica en el conocimiento espiritual”; este conocimiento se puede adquirir a través del cultivo del holón. El holón, explica Argüelles, “es la estructura enteramente cuatridimensional de nuestra alma y mente” que hemos perdido debido a nuestro “escepticismo materialista”. Según Valum Votan, nuestro error radica en vivir y concebir el universo de manera tridimensional y en nuestra percepción artificial del tiempo que está provocando una acelerada separación del “orden natural del universo”. Argüelles, sus colegas y los seguidores de su Calendario de las 13 Lunas están convencidos de que hay dos tipos de seres humanos: los noosféricos (quienes cuentan con este “órgano sensorial planetario que permite una apertura hacia una conciencia galáctica”) y los no-noosféricos. La interpretación de Valum señala el 2012 como el año que marca el final del Gran Ciclo dentro del calendario maya. Para poder sobrevivir lo peor la humanidad tiene que apresurarse y adaptarse al “tiempo natural”. Según sus cálculos, el margen de tiempo que tenemos para poder hacer el cambio y adoptar el Calendario de las 13 Lunas y 28 Días empezó el 26 de julio de 2004 y termina el mismo día del 2012. Los interesados o futuros creyentes pueden aportar con un donativo a la causa del Instituto de Investigación Galáctica. Lo único que tienen que hacer es entrar al sitio web (www.lawoftime.org) donde le aseguran a los contribuyentes potenciales que todas las ganancias benefician el Plan de Paz Universal antes del 2012 de la Fundación para la Ley del Tiempo. Y como prueba de la seriedad detrás de este indispensable estudio cósmico, los donativos se pueden hacer obedeciendo los ciclos lunares. La “Donación Lunar” —así aparece publicada en el sitio— varía de siete a mil 40 dólares y el monto seleccionado es deducido de la tarjeta de crédito al mejor estilo del Calendario Maya: cada 28 días.

Foto: Especial


Pero dejemos atrás la humedad asfixiante de Palenque y sacudámonos de encima los delirios mesiánicos y las interpretaciones románticas que nos ofrece un hinchado Valum Votan y posicionémonos frente al enorme muro que se interpone entre el siglo XXI y una autonomía apocalíptica medieval ubicada en el centro-occidente de nuestro país. Y es que México también ha sido escenario de cultos catastrofistas. En las inmediaciones subtropicales del municipio michoacano de Turicato y encima del cerro Poder de Dios (anteriormente conocido como El Mirador) se erige uno de los ejemplos más espectaculares —debido a su imponente infraestructura y los 5 mil fieles que llegaron a habitar este espacio desde todos los rincones de la República— de los sectarismos apocalípticos. Se trata de la Nueva Jerusalén, fundada en 1973 por Nabor Cárdenas Mejorada. Los creyentes de la Nueva Jerusalén aseguran que la Virgen María del Rosario apareció el 13 de junio de 1973 ante la vidente Gabina Sánchez —una campesina avanzada en edad— para señalar a Nabor, quien para ese entonces era sacerdote católico, como el elegido para llevar a cabo una misa en el cerro Poder de Dios. Cada vez más convencido de la autenticidad de estas “apariciones y mensajes”, Nabor Cárdenas buscó el visto bueno de la Iglesia Católica para ganar credibilidad. No tardó mucho en ser excomulgado. No obstante, Nabor se apresuró a construir una ermita y logró hacerse de una cantidad significativa de adeptos. Las peregrinaciones aumentaron en un abrir y cerrar de ojos. Algunos decidieron quedarse a vivir en la Nueva Jerusalén. Dice su mitología que Gabina Sánchez y Nabor Cárdenas debían cambiar sus nombres a Mamá Salomé y Papá Nabor en obediencia al mandato de la Virgen. En 1981, tras la muerte de Mamá Salomé, se creo una fuerte división entre los residentes de la Nueva Jerusalén debido a las disputas de poder para su sucesión. Papá Nabor intervino a favor de su candidata predilecta expulsando a los 4 mil disidentes. En cierto punto de su corta historia, la Nueva Jerusalén contó con 9 mil habitantes. Esta aldea medieval considera que el fax, la televisión, la computadora y el internet, entre otras cosas, no son más que “herramientas de conocimiento satánicas”. Además existen marcadas divisiones jerárquicas -los “consagrados” y los “vivientes”— y se siguen implementando los castigos corporales ante provocaciones tales como el uso de maquillaje. Con el transcurso del tiempo los mensajes de la Virgen se inclinaron más hacia claras advertencias apocalípticas. Los fieles de la Nueva Jerusalén se saben protegidos del fin del mundo. Su fe les sugiere que cuando llegue el momento de la verdad, se abrirán enormes grietas alrededor de la Nueva Jerusalén para aislarlos del mundo y salvarlos. Para un culto apocalíptico la vida no es más que una sala de espera, por eso es que se ha prohibido la reproducción, las escuelas y los centros de salud.

Papá Nabor falleció el 19 de febrero de 2008 a sus 95 años. Su muerte dio paso a una nueva oleada de luchas de poder dentro de la comunidad. Agapito Gómez Aguilar asumió el cargo de vidente como sucesor de Papá Nabor después de una larga y violenta disputa contra sus opositores que provocó la intervención de personal militar en lo que fue la única vez que un organismo laico penetró las puertas de la Nueva Jerusalén.

La demencia, el miedo al vacío o las creencias que uno decide asumir frente a la existencia y el más allá no son las únicas determinantes para querer adoptar una fe avant-garde: basta con sentarse frente a cualquier noticiero durante media hora para que un delirio utópico suene lo suficientemente tentador como para fantasear con la idea de algún confort religioso-conceptual que nos aleje de la “crudeza terrenal”. También queda claro que es reconfortante desmentir la mortalidad con fábulas o teorías vacuas e intangibles. Pero podemos dormir tranquilos: si la existencia del planeta dependiera exclusivamente de la cualidad bondadosa de nuestras acciones o de la pureza de nuestros pensamientos, ni siquiera alcanzaríamos a presenciar el fuego.

Ari Volovich / Ilustración: Luis M. Morales

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