25.8.11

Tozudez gubernamental

Dos acontecimientos me parecieron de particular relevancia en estos días, el primero fue la balacera suscitada en las inmediaciones del estadio de futbol del equipo Santos Laguna en Torreón, Coahuila; y el segundo es la marcha que el fin de semana protagonizaron algunos pobladores de Temacapulín, Acasico y Palmarejo para seguir exigiendo que se frene la construcción de la presa El Zapotillo. A pesar de que ambos hechos pudieran estar complemente aislados uno del otro, podemos encontrar atrás de ellos algunas dinámicas que están en la base de varios de los problemas más serios que tiene el país.

Resulta muy preocupante que hechos de violencia como el que se presentó el sábado pasado pongan en riesgo un espacio de convivencia masiva. Afortunadamente las afectaciones a las personas no fueron graves, sin embargo podemos considerar el hecho como una fuerte llamada de atención, pero no sólo eso: como una prueba más de que la estrategia para combatir la delincuencia organizada adoptada por Felipe Calderón no da muestras de avance y más bien la evidencia apunta a considerarla como un rotundo fracaso que está generando más efectos negativos.

No sólo preocupa el hecho en sí mismo, sino el tratamiento informativo que denota que la situación estuvo fuera de control. Lo primero que destaca es que la transmisión que se realizaba por TV Azteca fue cortada, mientras que la cadena deportiva ESPN continuó con la señal por considerar que el hecho representaba un asunto de interés público. La televisora del Ajusco justificó su actuación aduciendo que estaba respetando el acuerdo entre los medios de comunicación para manejar responsablemente la información sobre hechos de violencia. La segunda situación fue que en un primer momento las autoridades de Torreón afirmaron que la balacera había sido entre efectivos del Ejército y los presuntos delincuentes. En poco tiempo la Secretaría de la Defensa Nacional desmintió la información y se rectificó que el enfrentamiento había sido con miembros de Seguridad Pública y una banda de personas armadas. Todavía hasta el sábado por la noche se negó insistentemente de parte de las autoridades que los balazos habían sido fuera del estadio, sin embargo en varios medios de la prensa escrita se publicaron fotos de impactos de bala dentro del inmueble.

El domingo, los responsables de salvaguardar la seguridad en aquella localidad tuvieron que aceptar que efectivamente hubo disparos hacia el estadio y dentro del mismo. Hasta el momento en que se escribe este artículo, la versión oficial es que los presuntos miembros de la delincuencia organizada pretendían atacar a un mando de la policía local. Los hechos no quedan claros y las versiones de lo sucedido cambiaron rápidamente. No se detuvo a ninguno de los atacantes y la ciudad de Torreón se quedó en medio de la incertidumbre y el miedo.

Frente a esta ola de violencia la tozudez gubernamental continúa. El discurso y la estrategia no se modifican sustantivamente y más bien se generan campañas publicitarias para justificar lo indefendible, afirmando que si no se hubiera hecho esto, estaríamos peor. Como ya lo he dicho varias veces, nadie en su sano juicio plantearía que hay que pactar con estos grupos, ni hacerse de la vista gorda frente al problema, pero sí se necesita una visión integral y mucha inteligencia para saber que esta manera de enfrentar el problema es insuficiente y no es poniendo a la sociedad en medio de una guerra como se resuelven las cosas.

Nuevamente los habitantes de Temacapulín, Acasico y Palmarejo salieron a la calle e hicieron un recorrido por los Altos de Jalisco que terminaron en el centro tapatío. Afirmaron que instituciones nacionales e internacionales les han dado la razón, que no están dispuestos a ceder que inunden su pueblo, que lo defenderán, que han buscado por todos los medios negociar al respecto, pero que la respuesta gubernamental ha sido irreductible: “se hace la presa y venden, o se cambian al nuevo centro de población o se les expropiará su tierra”. No hay más. Es decir, nuevamente la tozudez gubernamental que se empeña en decidir unilateralmente qué es lo mejor y que su estrategia es la más adecuada. Se han planteando alternativas como hacer una cortina más baja para evitar la inundación de los tres pueblos, se propuso que de una vez por todas se renueven los sistemas de distribución de agua en la capital tapatía, ya que resulta muy deficiente y genera muchas pérdidas del vital líquido en los trayectos, y otras más que simplemente no se toman en cuenta. También en este caso se han realizado campañas publicitarias para convencernos de que la presa es la mejor solución y que es lo que traerá más desarrollo a aquella región, pero además, agua para las ciudades de León y Guadalajara. La combinación se repite: tozudez gubernamental, negación de las alternativas y golpes de publicidad para justificar el accionar gubernamental. Ni más, ni menos.

Me niego a pensar que es falta de inteligencia la que justifica este proceder. Más bien tendríamos que buscar otras respuestas, causas y “ganadores” en estos escenarios. Lanzo algunas hipótesis: se busca militarizar el país, para que de facto se acoten las libertades y se pueda controlar el sinfín de movilizaciones y protestas sociales que se están desarrollando a lo largo y ancho del territorio nacional. Quizá hay grupos y secretarías ganadoras que reciben como barril sin fondo presupuestos gubernamentales para que desarrollen su labor y son las que siguen justificando la estrategia. También podemos preguntarnos si la necedad de construir la presa El Zapotillo responde a las necesidades de dar agua al cluster automotriz que se está instalando en el Bajío. Son sólo conjeturas, pero capaz que nos pueden dar mejores respuestas ante la tozudez gubernamental.

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