4.3.10

Riesgo de la agricultura transgénica

Esta semana la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por su siglas en inglés) está celebrando en Guadalajara la “Conferencia Técnica Internacional sobre Biotecnologías Agrícolas en los Países en Desarrollo”, a la par un nutrido grupo de organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales, entre las que destacan la Red de Alternativas Sustentables Agrícolas (RASA), Greenpeace, el Colectivo Ecologista de Jalisco, CAMPO AC, Fomento Educativo AC, entre otras, están realizando el Foro Alternativo “Transgénicos, ni salud, ni alimento para el mundo”. Como ya se está haciendo costumbre, cuando se realiza un evento de corte global, suele aparecer un foro alternativo y lo que al final aparece como lo más importante es el debate suscitado entre ambos espacios. En este tenor, por lo menos hay cuatro temas centrales en esta relevante discusión. El primero plantea si la utilización de la biotecnología y los organismos genéticamente modificados pueden resolver el problema de alimentación en el mundo, el segundo asunto es si la siembra de transgénicos pueden sacar de la pobreza a los campesinos de países subdesarrollados, el tercer tema tiene que ver con las posibles afectaciones a la salud humana y al medio ambiente que pueden generar los organismos genéticamente modificados y el cuarto punto es si la biotecnología es única alternativa que nos queda ante la crisis de la agricultura.

Además de los temas en debate, hay dos aspectos que desde mi perspectiva atraviesan la discusión, la primera es la confrontación entre los procesos capitalistas de hacer agricultura y las formas tradicionales y comunitarias de trabajar la tierra; y la cuestión de la soberanía alimentaria de las naciones, que como ya había tratado en un artículo reciente, es una condición sine qua non para que los países se pueden desarrollar, ya que sin esta plataforma, están condenados a la dependencia de los grandes países productores de granos básicos, es decir de Estados Unidos y la Unión Europea.

En cuanto al primer debate, efectivamente hay un serio problema de hambre en el mundo, pero dos de las principales razones de éste, son en primer lugar la desigual distribución de alimentos, ya que los países centrales y desarrollados tienen acceso a todo tipo de productos porque los pueden pagar y esta situación no cambiaría con la introducción de los alimentos genéticamente modificados; y la segunda razón es el desmantelamiento paulatino de los sistemas agrícolas nacionales, que al ser sometidos a las reglas de mercado global en una desigual competencia, se fueron erosionando y dejaron de producir muchos productos que por años alimentaron a sus países. La agricultura transgénica por sí sola sería incapaz de resolver este problema, porque sus causas están en otra parte.

Ahora bien, la agricultura transgénica es impulsada por el capitalismo global que tiene nombres específicos: Monsanto, Sygenta, Dupont, por citar algunos de ellos, y su lógica de acción es la acumulación del capital y el negocio, ni más ni menos. Por lo tanto, resulta profundamente ingenuo pensar que con este tipo de agricultura se sacará de la pobreza a los campesinos de los países subdesarrollados, más bien al contrario, su expansión provocará un mayor concentración del capital y podríamos estar frente a la creación de un gran oligopolio global en materia de alimentos, situación por demás riesgosa.

El tercer tema de debate son las afectaciones a la salud humana y el medio ambiente. En muchos casos aún no se saben los efectos de largo plazo que produce ingerir este tipo de productos, aunque algunos estudios de investigadores de universidades e incluso la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) hablan de que puede haber daños. Frente a la duda tendría que imperar el principio precautorio, es decir, si no se sabe, no se aplica. Ahora bien, en cuanto a los efectos en el medio ambiente, es sabido que la agricultura transgénica está ligada a los monocultivos y hay suficiente evidencia empírica para afirmar que cuando esto sucede, el ecosistema se hace sumamente vulnerable y los daños medioambientales son incalculables. En Jalisco hemos tenido casos de virosis por monocultivos de jitomate en Autlán y Sayula y los efectos ambientales y económicos han sido enormes.

El cuarto asunto se refiere a creer que sin agricultura transgénica estamos condenados al hambre. No es cierto. Hay otros caminos y alternativas, por ejemplo la agroecología y la recuperación de la agricultura indígena. Nuestro país por ejemplo, cuna de la domesticación del maíz tiene dos milenios de tradición y conocimiento en el cultivo que esta planta, hecho que nos llevó a tener una diversificación de especies adaptadas a todo tipo de climas y necesidades (consumo humano, consumo animal, para semilla, etcétera). Los llamados maíces criollos ya están probados y son una respuesta más barata, adaptable y sustentablemente más viable, es más, que siga existiendo agricultura en este país después de 30 años de abandono y explotación, habla de la fortaleza de los sistema agrícolas tradicionales. El solo hecho de pensar que en México se debe impulsar el maíz transgénico resulta insensato, parece fruto de la ignorancia, o en el peor de los casos se trata de darle cobijo al negocio capitalista de unos cuantos.

Por eso, en mi particular opinión: ¡transgénicos, no gracias!

jerqmex@hotmail.com

No hay comentarios: