13.11.08

El Lobby

MAURICIO FERRER

Pero mira cómo mueren los peces en el río

El fin de semana sucedió lo que no había pasado desde hace unos 30 años en los municipios de El Salto y Juanacatlán: aparecieron decenas de peces muertos, como había ocurrido en la década de los años 70, cuando las empresas iniciaron a quitarle la vida al río Santiago, un río que marcaba la vida de los que ahí viven y de muchos que se han ido, sea por el espantoso olor que envuelve al lugar o por alguna enfermedad asociada con la contaminación, el habitante más peligroso de la zona.

La muerte, en febrero, del menor Miguel Angel López Rocha, tras una intoxicación por arsénico, según la especialista en toxicología Luz María Cueto Sánchez, dejó en evidencia el grado de contaminación al que están expuestos los habitantes de El Salto y Juanacatlán.

Miguel Angel, quien dejó este mundo a los ocho años, había caído al río Santiago, según testimonios de varios vecinos del lugar y de su propia familia. Sin embargo, el gobierno del estado cocinaba una versión macabra sobre el fallecimiento del menor que fue revelada a La Jornada Jalisco y que obligó a las mismas autoridades a pensar más la versión.

Ahora, con la muerte de los peces, las declaraciones de los responsables, tanto de Salud como de Medio Ambiente en Jalisco, son de risa.

El delegado de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), José de Jesús Becerra Soto, declaró a Notisistema ayer que la mortandad de los peces el fin de semana se debió a la contaminación de materia orgánica, es decir, se murieron a causa de la caca que de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) llega al Santiago.

“Los peces se encontraron más bien cercanos al municipio de Juanacatlán, no así en El Salto. Cerca de esos lugares hay asentamientos humanos muy importantes pero además también predios. Todo parece indicar que hubo una cantidad de arrastre de materia orgánica muy considerable”.

Es cierto, en gran parte. Tan sólo la colonia La Huizachera alberga una espesa capa de los desechos orgánicos del toilet metropolitano. Nada puede pasar por ahí. Si usted tira una hielera, ésta no se hunde. Se queda a ras de eso que apesta muy hediondo. Lo increíble es la rapidez con que la Profepa y su titular hicieron un estudio de la muerte de estos peces. Según Becerra Soto, se produjo gas metano y los peces, al competir por oxígeno, se murieron.

Becerra Soto es el mismo que acabó como titular de la Secretaría de Salud Jalisco (SSJ) en el sexenio pasado. Entre sus acciones destaca haber despedido a Patricia Campos del Consejo Estatal para la Prevención del VIH/Sida por las políticas que ella, por más de 10 años, había establecido en el organismo: una amplia apertura al tema de la sexualidad, incluso una formación del mismo desde la infancia.

Como anécdota, según comentan, a Becerra no sólo le hacía ruido la amplitud de mente de Campos, sino que en una ocasión el entonces funcionario llegó a una reunión donde un indígena travestido lo saludó y Becerra, como no pudo identificar en el momento que se trataba de un homosexual, lo saludó de beso.

Al enterarse, el entonces funcionario de Salud arremetió contra Campos. Mocharías más, mocharías menos.

Por su parte, el líder de los industriales de El Salto, Jesús Herrera Lara, ha comentado que todo este panorama de contaminación y de mortandad de los peces puede acabar con un proyecto como la planta de tratamiento de El Ahogado, cuestionado por ambientalistas como la solución que vende el gobierno del estado para el saneamiento del agua que llegará a abastecer la ZMG. Y Salud dice que a ellos no les toca investigar sobre este hecho.

Ya murió un niño, decenas de peces ahora, lo siguiente es repetir el ciclo que ha sucedido en El Salto y Juanacatlán: el agua se pone de colores, se morirá otro niño y peces y más peces saldrán expulsados de las aguas del Santiago con la panza inflada en unos años más.

¿Qué más da? Podría usted decir, “yo ni vivo ahí”. El Salto y Juanacatlán están lejos de acá, de la urbe. Pero esa agua será con la que se bañará, con la que lavará, con la que se cepillará los dientes, con la que chapotearán sus hijos en algunos años.

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