La responsabilidad de los consumidores y el consumo responsable
Attac Madrid
La Asociación General de Consumidores (ASGECO) hace un llamamiento por un consumo responsable. Que no nos dejemos seducir por los cantos de sirena de un consumismo sin límites que están llevando a situaciones extremas a numerosas familias.
Las últimas décadas se han caracterizado por un modelo de desarrollo basado en el crédito al consumo, alentado desde las entidades financieras y, ulteriormente, también por las no financieras, mediante la generación de numerosos instrumentos de aplazamiento de pago que han permitido multiplicar el acceso de las familias y de las empresas a productos que no se correspondían con su capacidad real de compra.
Lo que comenzó en EEUU a comienzos de la década de los 90, se ha extendido como la pólvora por todo la economía globalizada: el ajuste, cuando no congelación, de los salarios de los trabajadores no ha venido acompañado de una contención del consumo. Más al contrario, la disminución del ahorro ha devenido en mayor gasto de las familias a través de la multiplicación de numerosas y sofisticadas fórmulas de crédito en forma de tarjetas, refinanciación de hipotecas, agrupación de deudas, etc.; todo ello bien engrasado por un sofisticado aparataje publicitario que ha permitido al ciudadano soñar con atractivos modos de vida cuya puerta de entrada parece ser la del consumo masivo e indiscriminado de los muy vistosos productos que se anuncian a todo color.
Obviamente, el consumo desbocado, si bien a corto plazo ha sujetado la economía real, el creciente desahorro, cuando no renta negativa como consecuencia de diferir la deuda a futuro, han colocado a un buen número de familias y empresas al borde de la bancarrota, con la única esperanza de que esos activos o bienes –no fungibles- que en su momento adquirieron a precios muy por encima de su valor de uso aumenten de precio, cuestión que no viene refrendada por el estallido de las burbujas varias (inmobiliarias, de productos financieros, etc.).
Ante tal situación, el efecto dominó no se hace esperar: los agentes financieros ante el preocupante aumento de la morosidad y la creciente desconfianza en el modus operandi que, en clave de “juego de la pirámide” tan pingües beneficios les aportó, hoy se piensan mucho entrar en nuevas operaciones, así resulten atractivas.
En definitiva, los que hace muy poco tiempo, en una intrépida carrera por colocar toda suerte de productos al mejor postor, sobretasaban las viviendas, daban préstamos express a las empresas, inventaban los hedge funds, emitían cédulas hipotecarias a tutiplén, etcétera, hoy consideran arriesgado operar en el trastocado sistema, paralizando los planes de desarrollo de los diferentes agentes del mercado (aunque estos presenten propuestas sólidas y razonables, es decir, como apunta el refrán, pagan justos por pecadores).
Pues bien, frente al crash del capitalismo de casino, desde ASGECO nos preguntamos: ¿Es suficiente con salir al rescate de los agentes del sistema financiero, limpiar los activos contaminados ó participar temporalmente en el accionariado de los bancos? ¿No sería conveniente, empero, propiciar un auténtico cambio de ciclo, mediante una apuesta real por una governanza mundial basada en el consumo responsable y sostenible?
En las últimas décadas el desarrollo se ha desvinculado de los aspectos sociales y ecológicos. El cuidado del entorno natural y el bienestar de las personas tiene que ayudarnos a recuperar una dimensión humanista, rescatar el lugar perdido frente al homo económicus del paradigma liberal.
Es hora, pues, de generar un nuevo discurso cuya centro de gravedad sea el CONSUMO RESPONSABLE y diseñar las estrategias que nos permitan influir sobre los gobiernos, a sabiendas de que chocamos con un importante impedimento: la economía se ha globalizado mientras que la política sigue gestionada en clave nacional, carece de poder real para actuar sobre la globalización (los organismos internacionales apenas inciden en las grandes decisiones políticas).
Si bien el contexto internacional no permite grandes audacias a nivel global, sin duda contamos con algunas posibilidades, partiendo de la ciudadanía y de los propios poderes públicos:
Cada uno de nosotros tiene el deber de actuar en sus ámbitos de influencia. Así mismo, los poderes públicos tienen la obligación de legislar y desarrollar políticas adecuadas a los presentes retos, racionalizar los recursos públicos y mejorar la atención a los, cada día más numerosos, colectivos en situación de desventaja social.
Las últimas décadas se han caracterizado por un modelo de desarrollo basado en el crédito al consumo, alentado desde las entidades financieras y, ulteriormente, también por las no financieras, mediante la generación de numerosos instrumentos de aplazamiento de pago que han permitido multiplicar el acceso de las familias y de las empresas a productos que no se correspondían con su capacidad real de compra.
Lo que comenzó en EEUU a comienzos de la década de los 90, se ha extendido como la pólvora por todo la economía globalizada: el ajuste, cuando no congelación, de los salarios de los trabajadores no ha venido acompañado de una contención del consumo. Más al contrario, la disminución del ahorro ha devenido en mayor gasto de las familias a través de la multiplicación de numerosas y sofisticadas fórmulas de crédito en forma de tarjetas, refinanciación de hipotecas, agrupación de deudas, etc.; todo ello bien engrasado por un sofisticado aparataje publicitario que ha permitido al ciudadano soñar con atractivos modos de vida cuya puerta de entrada parece ser la del consumo masivo e indiscriminado de los muy vistosos productos que se anuncian a todo color.
Obviamente, el consumo desbocado, si bien a corto plazo ha sujetado la economía real, el creciente desahorro, cuando no renta negativa como consecuencia de diferir la deuda a futuro, han colocado a un buen número de familias y empresas al borde de la bancarrota, con la única esperanza de que esos activos o bienes –no fungibles- que en su momento adquirieron a precios muy por encima de su valor de uso aumenten de precio, cuestión que no viene refrendada por el estallido de las burbujas varias (inmobiliarias, de productos financieros, etc.).
Ante tal situación, el efecto dominó no se hace esperar: los agentes financieros ante el preocupante aumento de la morosidad y la creciente desconfianza en el modus operandi que, en clave de “juego de la pirámide” tan pingües beneficios les aportó, hoy se piensan mucho entrar en nuevas operaciones, así resulten atractivas.
En definitiva, los que hace muy poco tiempo, en una intrépida carrera por colocar toda suerte de productos al mejor postor, sobretasaban las viviendas, daban préstamos express a las empresas, inventaban los hedge funds, emitían cédulas hipotecarias a tutiplén, etcétera, hoy consideran arriesgado operar en el trastocado sistema, paralizando los planes de desarrollo de los diferentes agentes del mercado (aunque estos presenten propuestas sólidas y razonables, es decir, como apunta el refrán, pagan justos por pecadores).
Pues bien, frente al crash del capitalismo de casino, desde ASGECO nos preguntamos: ¿Es suficiente con salir al rescate de los agentes del sistema financiero, limpiar los activos contaminados ó participar temporalmente en el accionariado de los bancos? ¿No sería conveniente, empero, propiciar un auténtico cambio de ciclo, mediante una apuesta real por una governanza mundial basada en el consumo responsable y sostenible?
En las últimas décadas el desarrollo se ha desvinculado de los aspectos sociales y ecológicos. El cuidado del entorno natural y el bienestar de las personas tiene que ayudarnos a recuperar una dimensión humanista, rescatar el lugar perdido frente al homo económicus del paradigma liberal.
Es hora, pues, de generar un nuevo discurso cuya centro de gravedad sea el CONSUMO RESPONSABLE y diseñar las estrategias que nos permitan influir sobre los gobiernos, a sabiendas de que chocamos con un importante impedimento: la economía se ha globalizado mientras que la política sigue gestionada en clave nacional, carece de poder real para actuar sobre la globalización (los organismos internacionales apenas inciden en las grandes decisiones políticas).
Si bien el contexto internacional no permite grandes audacias a nivel global, sin duda contamos con algunas posibilidades, partiendo de la ciudadanía y de los propios poderes públicos:
- Desde el ámbito de los consumidores, incorporar la dimensión ética a nuestros actos de compra: apostar por el comercio justo y otros sistemas de producción respetuosos con el medio ambiente y los derechos de los/as trabajadores/as (como es el caso de las cooperativas y otras fórmulas de la Economía social).
- En el caso de los gobiernos, primar a las empresas que adopten códigos de conducta verificables, que de una vez separen la paja del grano. En definitiva, desenmascarar a tantos y tantos intrusos que practican la Responsabilidad Social Empresarial en clave de marketing, mientras, a modo de ejemplo, incentivan a sus ejecutivos para obtener grandes beneficios en el corto plazo aun a riesgo de fabricar productos –financieros o no financieros- de muy dudosa calidad.
- De nuevo los consumidores: Racionalizar en profundidad nuestras pautas de consumo, apostar en cada uno de nuestros actos cotidianos por la preservación de la naturaleza, aplicando siempre las tres erres: REDUCIR, REUTILIZAR y RECICLAR.
- Otra vez los gobiernos: Posibilitar de una vez por todas la igualdad de oportunidades de consumo, mediante políticas inclusivas que faciliten el acceso de todos/as, cuando menos, a los denominados bienes de primera necesidad. Recordemos, para nuestra vergüenza: el hambre en el mundo se salvaría con mucho menos de lo que el gobierno de EEUU ha habilitado para rescatar su sistema financiero.
- En el caso de los gobiernos, primar a las empresas que adopten códigos de conducta verificables, que de una vez separen la paja del grano. En definitiva, desenmascarar a tantos y tantos intrusos que practican la Responsabilidad Social Empresarial en clave de marketing, mientras, a modo de ejemplo, incentivan a sus ejecutivos para obtener grandes beneficios en el corto plazo aun a riesgo de fabricar productos –financieros o no financieros- de muy dudosa calidad.
- De nuevo los consumidores: Racionalizar en profundidad nuestras pautas de consumo, apostar en cada uno de nuestros actos cotidianos por la preservación de la naturaleza, aplicando siempre las tres erres: REDUCIR, REUTILIZAR y RECICLAR.
- Otra vez los gobiernos: Posibilitar de una vez por todas la igualdad de oportunidades de consumo, mediante políticas inclusivas que faciliten el acceso de todos/as, cuando menos, a los denominados bienes de primera necesidad. Recordemos, para nuestra vergüenza: el hambre en el mundo se salvaría con mucho menos de lo que el gobierno de EEUU ha habilitado para rescatar su sistema financiero.
Cada uno de nosotros tiene el deber de actuar en sus ámbitos de influencia. Así mismo, los poderes públicos tienen la obligación de legislar y desarrollar políticas adecuadas a los presentes retos, racionalizar los recursos públicos y mejorar la atención a los, cada día más numerosos, colectivos en situación de desventaja social.
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