12-12-08,
Han pasado seis décadas desde que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas subrayara que la libertad, la justicia y la paz tienen como base el reconocimiento de la dignidad y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Sin embargo, el mundo está en emergencia.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos: 60 años después Una Convocatoria Imprescindible
La lógica depredadora, excluyente, explotadora, racista y patriarcal del capitalismo es incompatible con la afirmación y la reproducción de la vida plena y la satisfacción de las necesidades humanas. Las pretensiones de dominación, las guerras de conquista por el control de los recursos naturales, la agresión contra la naturaleza y la persistencia de un orden económico internacional profundamente injusto ha colocado al planeta al borde de una catástrofe irreversible.
Los patrones de producción y consumo irracionales e insostenibles del capitalismo, agravados hoy por la crisis, privilegian a unos pocos al precio de la pobreza, el hambre, el analfabetismo y la desesperanza de miles de millones de personas.
La militarización y la llamada guerra global contra el terrorismo han conducido a las más flagrantes violaciones de los derechos humanos, del derecho internacional y del derecho internacional humanitario. Las guerras son responsabilidad de los estados y son practicadas tanto por sus ejércitos regulares como por mercenarios que realizan la mayor parte de las actividades ilícitas para evadir las sanciones jurídicas o sociales. Se crean así zonas de vacío jurídico donde no se reconocen derechos a los considerados sospechosos, ni culpabilidad de los represores, que gozan de total impunidad.
Frente a esta realidad, los intelectuales, artistas, periodistas, líderes sindicales, parlamentarios, religiosos y luchadores sociales, reunidos en La Habana, en el Taller Internacional “LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS: 60 AÑOS DESPUÉS”, reafirmamos nuestro compromiso con la lucha por conquistar y ampliar los derechos para todos y todas y con el fortalecimiento de una cooperación internacional genuina en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el Consejo de Derechos Humanos y en todas las otras instancias que consideremos apropiadas.
Ratificamos la interdependencia, indivisibilidad, universalidad, objetividad y no selectividad de todos los derechos humanos de los pueblos y de las personas. Defendemos por igual los derechos civiles, culturales, económicos, políticos, sociales y sexuales; el derecho a la soberanía, a la libre determinación de los pueblos, a la paz, a la justicia, a un ambiente sano, a un orden internacional democrático y justo, y a la solidaridad internacional.
Condenamos las guerras de agresión, la existencia de armas de destrucción masiva, la ocupación militar de países y territorios, y el colonialismo en pleno siglo XXI; la exclusión y criminalización de los pueblos originarios, las prácticas de tortura, las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales, el encarcelamiento y el asesinato de luchadores sociales y políticos, y otras violaciones que se han cometido y cometen en varias partes del mundo, y rechazamos toda forma de impunidad para sus responsables.
Reafirmamos el derecho de todos y todas al acceso sin discriminación a la salud, al empleo digno, la educación, la vivienda, la alimentación sana, la tierra, el agua y otros bienes esenciales.
Ratificamos los derechos de la naturaleza y de los territorios de los pueblos ante la embestida de empresas transnacionales saqueadoras y denunciamos la acción de agencias de contrainsurgencia encubiertas, como la USAID y la NED.
Demandamos la auditoría y anulación de las deudas ilegítimas, ya pagadas varias veces con la sangre y el sudor de los pueblos, y destinar esos recursos a saldar la enorme deuda social y ecológica contraída con las mayorías excluidas.
Exigimos que se juzgue a George W. Bush, a sus cómplices y a todo lo que representan por crímenes de lesa humanidad en los tribunales internacionales y populares.
Reclamamos el cierre inmediato de la Escuela de las Américas, de los centros de detención clandestinos y del campo de concentración y torturas que Estados Unidos mantiene en la base naval que ocupa en el territorio cubano de Guantánamo y que se reconozca la soberanía del pueblo de Cuba sobre esa porción de su suelo.
Junto con la exigencia de libertad para todos los activistas sociales presos por mandato del capital, demandamos la inmediata liberación de los cinco luchadores cubanos contra el terrorismo, que han cumplido ya más de una década de injusto y cruel encierro en cárceles norteamericanas, y de los tres portorriqueños presos por defender la independencia de su país.
Reivindicamos nuestro derecho al acceso y a la producción de la información, así como a un flujo informativo verdaderamente democrático, responsable y objetivo frente al control monopólico de la industria de comunicación. El acceso a la verdad constituye un derecho irrenunciable.
En el 50 Aniversario de la Revolución Cubana, nos sumamos al reconocimiento por los esfuerzos y la lucha de este pueblo que construye una vida digna, bajo la agresión y la hostilidad permanentes. Exigimos el levantamiento del criminal bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de Estados Unidos contra Cuba. Manifestamos nuestra admiración por la obra de solidaridad de cubanos y cubanas con millones de seres humanos de todo el planeta.
Ratificamos nuestra solidaridad con los pueblos y gobiernos empeñados en procesos de cambio social, por la independencia, autodeterminación y una vida más justa. Apoyamos el derecho del pueblo de Puerto Rico a su independencia.
Trabajaremos juntos en la reconceptualización de los derechos humanos como parte de los derechos de todas las formas de vida y nos comprometemos con un programa de lucha que no se limite al legado de la declaración de la ONU, sino que incorpore como sujetos de derecho a las comunidades, a los pueblos originarios y afrodescendientes, a los movimientos sociales y a la propia naturaleza. Luchar hoy por derechos humanos, implica una defensa integral de la vida, de las historias, territorios, cosmovisiones y culturas de los pueblos y de sus modos de hacer y vivir. Implica superar el capitalismo.
Convocamos a todas las personas de buena voluntad a defender juntos un mundo en el que prevalezcan la justicia, el humanismo, la paz, el respeto a la dignidad, la solidaridad y la igualdad de todos los pueblos y de todos los seres humanos en armonía con la naturaleza.
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