Semana de Miguel Angel
¿Cuánto vale la vida de un hijo? Es una pregunta estúpida, perdón. Pero necesaria. Es una pregunta perenne además, casi cotidiana, se abusa de ella por ejemplo en los discursos políticos populistas. La realidad es así de brutal, que hay que preguntarse tales aberraciones y en muchos juzgados se tiene que dirimir la cuestión en los términos materiales que esta realidad económica y social impone: con dinero. Pero el dinero no lo es todo; es más, es lo de menos. El cuadro de justicia completa hace indispensable la reparación material del daño, pero sobre todo la justicia de castigar a los responsables.
Los 10 millones de pesos que la familia del pequeño Miguel Angel López Rocha exige como reparación material son apenas la punta del iceberg de lo necesario para hacer justicia por su muerte impune. No todos somos responsables, como ha sido fácil deslindar. Los gobiernos tienen la responsabilidad y la obligación de velar por la integridad ciudadana. Hay situaciones fuera de su control, casi todas de origen natural, pero hay otras en las que directamente puede responder por no haber cubierto su responsabilidad. El caso de la contaminación en el río Santiago es claramente una de estas últimas.
La impunidad que priva en el caso de la muerte del niño de ocho años que cayó al río y 19 días después dejó de existir luego de intoxicarse con arsénico, evidencia que, al ser responsable en gran medida el gobierno –habría que ver qué funcionarios–, la justicia no puede llegar a partir de ellos mismos. El órgano encargado de procurar justicia puede pero no quiere llevar a juicio a ninguno de los señalados por los denunciantes. Atorado el eslabón, la llegada a la etapa de impartición de justicia está vedada. En tanto, las insinuaciones para arreglos por debajo de la mesa y ahora los hostigamientos por diversas vías, suplen la ley sin cortapisas.
Por eso la importancia de la manifestación el viernes próximo. Como en el caso de la partidocracia, que se acoraza para impedir que los ciudadanos independientes puedan optar por llegar sin compromisos a un cargo de elección, sólo un fuerte impulso ciudadano de rabia pacífica pero tumultuosa puede lograr cimbrar. No a las autoridades, avestruces cuando los buscan para exigirles cuentas, sino a la misma sociedad que podrá sentir el tamaño de su fuerza unidos. Hay que estar en Plaza de Armas la mañana de este viernes.
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