15.2.09

AMENAZA AZUL


Héctor Guerrero Skinfill

Enrique Encizo de Un Salto de Vida señala el sitio de la quema intencional. Foto: Héctor Guerrero Skinfill

El color de la tierra y su amenaza en azul

 

Karenina Casarín / especial para Crónica de Sociales

 

Los diversos colores de la tierra generan un gusto visual en grandes paisajes naturales. Al noreste de la ciudad de Guadalajara, entre verde oscuro, café rojizo, claro y amarillento; los bosques de roble y encino son parte de la belleza jalisciense que aún sobrevive. Porque cruzar más allá de El Salto y Juanacatlán hacia el cerro Papantón era probable encontrarse con animales, hierbas y aves de aquella tierra elevada con vestigios volcánicos pero ahora, es la dulce tentación del negocio de lotes.

Más allá de los colores que nacieron con aquellas tierras, donde el río proveía de pesca y el bosque era pulmón de muchos; se ha sumado a la cuantiosa amenaza de la contaminación, el verde azulado del agave, causa de erosiones en campos de monocultivo.

El pasado miércoles 11 de febrero, Pedro de Anda habitante de El Salto y apasionado de recorrer aquellas tierras, nos guío por la brecha que cruza los efectos del azulado negocio. Campos de gran magnitud, entre árboles y hierbas  silencian la respuesta a ciertas dudas ¿por qué cambiar el bosque de uso común, por cultivos que erosionan la tierra? ¿No es suficiente ser vecinos del agua contaminada en el río Santiago? ¿Qué se requiere para calmar aquella devastación? Pero sobre todo ¿existe interés de calmarlo?

Enrique Enciso, miembro de Un Salto de Vida AC fue parte de la expedición. Estacionó su troca al lado del camino para adentrarnos a pie entre árboles dolidos, por diversos incendios y talas. Altos robles sobreviven enclenques, con su corteza quemada y sus hojas muertas. La incertidumbre de su destino está en manos de interesados en lotes, que sin traspiés sentencian cada año a más de cien hectáreas de roble y encino.

De Anda, comentó que aquellos cultivos de agave forman parte de la corrupción en dichos bosques, como la cacería de animales y la cerca de terrenos.

Varal grande y Montegrande son los nombres de estas zonas heridas, mitad bosque mitad olvido. El hábitat como reacción natural, trata de recuperarse después del incidente, aunque sólo el suelo logre sanar después de ocho meses; fecha del último incendio en la zona.

Falta poco para la época de incendios y por ello, Brigadas forestales de voluntarios están atentos a cualquier emergencia. Probablemente los interesados en lotes para monocultivos también sean parte de la atenta visión hacia el cerro Papantón, Zaucillos o cualquier terreno aun virgen en los alrededores.

 

 

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