Derechos humanos, nada que festejar
El pasado día 9 de diciembre se celebró por anticipado el día internacional de los derechos humanos, y fue el último que le tocó conmemorar a Felipe Calderón como presidente de México. El balance del sexenio calderonista en esta materia resulta desolador, a pesar de que se logró concretar la reforma constitucional en materia de derechos humanos, los demás indicadores marcan un serio retroceso en este tema. Es por demás evidente que los derechos de las y los mexicanos no eran parte de la agenda prioritaria del ejecutivo federal y termina su sexenio con un signo de autoritarismo y represión muy preocupante. Algunos de los signos que sostienen esta afirmación son los siguientes.
Primero. Los defensores de derechos humanos, líderes sociales y periodistas no sólo volvieron a la situación de vulnerabilidad y riesgo que se vivía en otras épocas, sino que el sexenio que termina en menos de un año, concluye con alarmantes casos de asesinatos de activistas sociales y con un país que se considera el más peligroso en el continente para ejercer la actividad periodística. Una de las aspiraciones luego de la alternancia en la presidencia de México, era que las condiciones para desempeñar el activismo fueran mejores y menos riesgosas. No ha sido así. Calderón deja un país en pésimas condiciones en este aspecto.
Segundo. Aunado a lo anterior, el presente sexenio se ha caracterizado por la ausencia de diálogo e interlocución con las organizaciones de la sociedad civil, sobre todo aquellas que promueven y defienden los derechos humanos desde una perspectiva crítica. Al más puro estilo de “ni los veo, ni los oigo”, el gobierno de Calderón cerró desde muy temprano los espacios de diálogo con los defensores de los derechos humanos, a los cuáles por la vía de los hechos ha ninguneado y que como en el caso del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, ha hecho caso omiso a sus reclamos, quizá el caso más sobresaliente en esta materia es el asesinato de Nepomuceno Moreno, quien expuso y mostró ante el propio presidente su situación y ante la nula respuesta presidencial, este activista fue asesinado.
Tercero. En el sexenio de Calderón, siguiendo con la línea de todos sus antecesores, se privilegió a los intereses del capital por encima de los pueblos y comunidades locales. Los mal llamados “megaproyectos de desarrollo” siguieron por su derrotero aún en contra de las propias poblaciones que de forma clara y abierta se oponen a estas iniciativas. Para el gobierno federal en turno, el desarrollo se equipara a la construcción de obras faraónicas, a la concesión para explotar recursos naturales o la permisividad frente a la contaminación que genera el desarrollo industrial. En el caso del Occidente del México tenemos por lo menos tres ejemplos de estas dinámicas: el proyecto de la presa del Zapotillo en Temacapulín, las concesiones a empresas mineras extranjeras en el territorio Wirikuta y la contaminación en el río Santiago que sufren los pobladores de El Salto. Para Calderón y su gobierno la expansión de la lógica capitalista está por encima de los derechos económicos, sociales y culturales de los que habitamos este país.
Cuarto. Contraviniendo todo lo marcado por los organismos internacionales de derechos humanos y a pesar de las recomendaciones e informes de organizaciones internacionales y nacionales que demuestran el incremento en las violaciones a los derechos humanos, Felipe Calderón mantiene y se empeña en destacar y sostener el papel del Ejército y la Marina en su guerra contra el narcotráfico. Como nunca en los tiempos recientes, un presidente de México había dejando en manos de los militares tantas responsabilidades, soslayando a las autoridades locales y basando su legitimidad en la acción de los efectivos armados. Aunque parezca poco importante, haberse vestido en los primeros tiempos de su sexenio de soldado, sólo dejó entrever lo que efectivamente sería su mandato, un sexenio militarizado, con un sobre protagonismo de las fuerzas armadas y con un exponencial aumento en las violaciones a los derechos humanos presuntamente perpetrados por militares.
Quinto. Otro tema que no trascendió tanto como los demás, pero que también se tiene que destacar, es la pretensión de Felipe Calderón de seguir acotando los derechos de los trabajadores. Por lo menos hay dos formas con las cuáles el actual presidente ha minado los derechos laborales, la primera fue la ofensiva en contra de sindicatos que no podía controlar, o que podían representar una seria amenaza en contra de sus objetivos de control o expansión del capital. En este caso sobresalen los casos de Luz y Fuerza del Centro y del Sindicato de Mineros. A la par favoreció ampliamente al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación liderado por Elba Esther Gordillo con quien continuó una lógica clientelar de intercambio de favores. La segunda forma es pretensión de reformar la Ley Federal del Trabajo para poder acotar derechos y favorecer los intereses empresariales, en esta misma línea se ha extendido en su mandato el modelo de subcontratación (outsourcing) a pesar de contravenir los derechos de los trabajadores.
Sexto. Calderón recibió en sus manos varios temas de derechos humanos que ameritaban su urgente actuación: por ejemplo los feminicidios y los derechos de los Pueblos Indígenas. En ninguno de los dos hubo avances significativos, es más, en ambos casos la constatación es el deterioro. Redes de grupos de mujeres advierten año con año del grave problema del asesinato de mujeres por su condición y el acoso hacia muchas comunidades indígenas que defienden su territorio permanece. El caso de Ostula resulta paradigmático desde esta perspectiva y en el caso de Jalisco los cocas de Mezcala también ha sido víctimas de estas dinámicas de represión.
Octavo. Frente a todo lo anterior, un tema transversal en la agenda de derechos humanos es el mantenimiento de la impunidad, sobre todo de la clase política. La gestión del presidente al respecto ha sido magra y en este país quien la hace no la paga, sobre todo si se es político. El país no experimentó avances en este rubro y la justicia mexicana sigue dando mucho de qué hablar, con la alternancia en el ejecutivo federal no llegó la ansiada justicia y sin duda será uno de los más grandes reclamos a las dos administraciones federales surgidas del blaquiazul.
Con Felipe Calderón hay muy poco que festejar en materia de derechos humanos, y si la cosas siguen como hasta ahora, el segundo presidente de extracción panista será recordado como un ejecutivo que permitió y abonó a que los derechos de los mexicanos no fueran respetados.
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