¿Hasta cuándo podemos esperar para hacer frente a la crisis ambiental?
Hemos dedicado un reciente boletín a mostrar la falta de fundamento de dos comportamientos que se dan frente a la actual situación de emergencia planetaria, el "negacionismo" y el catastrofismo, que aparecen como serios obstáculos para la implicación ciudadana en el logro de la sostenibilidad, de consecuencias igualmente negativas, puesto que ambos conducen a la inacción, al sostener que no hay problema o que no existe solución. Y terminábamos refiriéndonos a la conclusión fundamental y bien fundamentada del IV informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (http://www.ipcc.ch/) de que todavía estamos a tiempo… pero que es urgente actuar.
En este boletín proseguiremos el análisis de estos obstáculos para la implicación ciudadana, incluidos sus responsables políticos, refiriéndonos a una incorrecta, pero frecuente apreciación de los ritmos a los que se están produciendo los procesos de degradación y muy en particular el cambio climático: se da por sentado que los procesos son lineales y, por tanto, lentos y controlables… lo que permite posponer la adopción de las medidas necesarias frente a problemas "más urgentes", como la actual crisis financiera y sus graves consecuencias de pérdidas de empleo e incremento de la población que vive bajo el nivel de pobreza.
Así, aunque buena parte de la ciudadanía y de sus gobernantes han comprendido ya que el cambio climático constituye una innegable realidad, muchos consideran que el aumento paulatino de la temperatura que está teniendo lugar se traducirá en efectos también paulatinos y moderados que permitirán adaptarse a los mismos a medida que se vayan produciendo. No es preciso, concluyen, comenzar ya a preocuparse.
Sin embargo, un aumento de tan solo dos grados se traduciría en la fusión del permafrost del Ártico, provocando cambios drásticos y posiblemente irreversibles. En efecto, el permafrost está constituido por capas de musgo y liquen que han sido cubiertas por hielo antes de descomponerse completamente y han ido aumentando el espesor del suelo. Se estima que aquí se acumula una cuarta parte del carbono absorbido por el suelo y la vegetación de la superficie terrestre desde la última era glaciar. Si el permafrost continuara derritiéndose (ya ha comenzado a hacerlo en algunos lugares, provocando la destrucción de edificios y la ruptura de carreteras y oleoductos en Siberia y Alaska), la turba formada por el musgo y liquen congelados se descompondría, liberando cantidades ingentes de metano que incrementarían drásticamente el efecto invernadero haciendo que la temperatura aumentara muchos grados. Lo mismo podríamos decir si continúa el deshielo de Groenlandia, por citar otro ejemplo que ya está teniendo lugar, ya que ello cambiaría la superficie muy reflectante del hielo por la del suelo, más oscura y absorbente de la radiación solar (efecto albedo), lo que elevaría aún más la temperatura y aceleraría el cambio climático con consecuencias incontrolables.
De ningún modo puede confiarse, como muestran estos ejemplos, en que los procesos sean lineales y puedan ser controlados en cualquier momento. Como ya hemos repetido, estamos a tiempo de actuar, pero debemos hacerlo ya. La presión ciudadana sobre los gobiernos no debe, pues, disminuir en este momento de preocupación por la grave crisis económica, confiados en que la crisis ambiental puede esperar. Muy al contrario, no es tiempo para pausas en la construcción de un futuro sostenible (ver www.oei.es/decada/boletin032.htm). Cualquier demora en la adopción de las necesarias medidas de protección medioambiental y de replanteamiento del sistema productivo, como algunos proponen, solo contribuirá a agravar y multiplicar las crisis. La comprensión de la estrecha ligazón de los problemas a los que la humanidad ha de hacer frente nos obliga a ver en la sostenibilidad la clave para hacer frente a una crisis que no es meramente financiera, sino parte de una crisis global. Y ello exige una acción social fundamentada, un activismo orientado por el conocimiento, que todos los educadores hemos de contribuir a desarrollar. Ése ha de ser nuestro decidido compromiso, ayudando a superar obstáculos como el que aquí hemos analizado y los que seguiremos analizando en sucesivos boletines.
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