Pesa una advertencia de cierre sobre Picachos, si no detiene contaminación
El tiradero de Picachos fue clausurado la semana pasada por las afectaciones en las comunidades. E. BARRERA
- Huaxtla y San Lorenzo, poblaciones afectadas por los basureros Picachos y Hasar’s
Pobladores piden a las autoridades soluciones para salir de la contaminación que generan los lixviados
ZAPOPAN, JALISCO.- El vertedero Hasar’s y las dos granjas porcícolas que denunciaron los habitantes de Huaxtla como fuentes de la contaminación que aqueja al Arroyo Milpillas, deberán ser inspeccionados por la Procuraduría Estatal de Protección al Ambiente (Proepa), determinó la secretaria de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable, Martha Ruth del Toro Gaytán. Sin embargo, sentenció, los tiraderos de Hasar´s y Picachos, en Zapopan, deben cumplir con el manejo de residuos, pues de lo contrario serán cerrados definitivamente.La funcionaria indicó: “Yo turné la denuncia (a la Proepa) y puntualmente desglosé cada uno de los sitios, entonces deberán tener su inspección en los siguientes días, si no es que ya la tuvieron hoy (ayer)”.
Recordó que, según el acuerdo con el Ayuntamiento de Zapopan, también el vertedero de Picachos deberá tener resuelto el problema de sus lixiviados a más tardar a mediados de octubre, con el propósito de evitar daños en la comunidad en mención.
Puntualizó que el predio de Picachos se adquirió para ser un relleno sanitario intermunicipal para la Zona Metropolitana de Guadalajara, por lo que el análisis de su viabilidad se incluye dentro del estudio que ordenó el Consejo Metropolitano para determinar las condiciones del manejo de residuos. Y reconoció que en su momento, la elección de este terreno fue un error, por la geografía del lugar y la permeabilidad del suelo, por lo que si el estudio —cuyos primeros resultados se darán a conocer en septiembre— determina que es inviable, tendrá que buscarse otro sitio para la disposición final de los residuos que ahí se depositan, y clausurarlo definitivamente.
La secretaria aseguró que ese mismo destino puede correr el vertedero de Hasar’s, pues al ubicarse junto a Picachos, las condiciones del terreno son las mismas.
Mientras tanto, pobladores denuncian que los vertederos de Picachos y Hasar’s “orinan” desde hace 10 años “veneno puro”. Destacan que en los alrededores del kilómetro 15.5 de la Carretera Guadalajara-Colotlán están cercados por un afluente color marrón pintado por los jugos de la basura (lixiviados) y el espumoso Río Santiago, en donde también confluyen las descargas residuales de toda la Zona Metropolitana de Guadalajara, de los corredores industriales, de las granjas, zahúrdas y hasta del basurero Los Laureles. Por ello, piden soluciones a las autoridades municipales y estatales para dejar de vivir como en un “gallinero”.
El hartazgo de vivir en el gallinero…
Lo que orinan los vertederos de Picachos y Hasar’s desde hace 10 años es veneno puro. Eso arroja la sabiduría de pobladores ubicados en los alrededores del kilómetro 15.5 de la Carretera Guadalajara-Colotlán, cercados por un afluente color marrón pintado por los jugos de la basura (lixiviados) y el espumoso Río Santiago, que a esa altura lleva las descargas residuales de toda la Zona Metropolitana de Guadalajara, de los corredores industriales, de las granjas, zahurdas y del basurero Los Laureles.
El señalamiento de vecinos es adquirido después de que cada año amanecen muertas decenas de cabezas de ganado, postradas boquiabiertas en los campos por beber lixiviados que corren por el Río Milpillas; de que la gente tuvo que dejar saciar su sed con esta agua, y de que los árboles de mangos barranqueños –la principal fuente de empleo para las comunidades zapopanas de Huaxtla y San Lorenzo, en los años de bonanza– ahora son de película tétrica: cenizos y secos, con una producción de apenas la mitad que en años anteriores.
El doctor Gerardo Bernache Pérez, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) del Occidente, asegura que los lixiviados contienen microorganismos patógenos y otros tipos de residuos peligrosos como plomo, cromo hexavalente, cadmio, níquel y arsénico.
Por ello, la clausura temporal de Picachos –que recibe mil 200 toneladas de basura de Zapopan– por 24 horas el pasado martes 25, resultado de la denuncia popular que las comunidades interpusieron el 12 de agosto ante la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades), y las medidas que recomendó la Procuraduría Estatal de Protección al Ambiente (Proepa) al Ayuntamiento de Zapopan para evitar el cierre total, son “promesas” y aún no resuelven nada a los pueblos afectados.
Y es que la experiencia también les dice que “hasta no ver, no creer”. Primero, porque en la década de los noventa ignoraron su rechazo al vertedero, antes de que lo construyeran para amontonar las pilas, los papeles de baño, las envolturas embarradas de comida podrida, las llantas, los aceites, los restos de juguetes navideños que escurren químicos y, probablemente, si es de Zapopan, hasta el periódico que usted está leyendo en este momento.
Segundo, porque la denuncia también incluye al vertedero Hasar’s –ubicado a un lado de Picachos– y a dos porquerizas, una de ellas propiedad de esta misma empresa; pero las autoridades no han dicho nada al respecto, lo cual genera suspicacias.
Tercero, porque ignoran si es posible que el Río Milpillas pueda ser de nuevo agua zarca, y tienen pánico de que los jugos marrón envenenen el ojo de agua de El Salto, de donde se abastecen para el consumo humano, y el Río Huaxtla, donde tienen un balneario administrado por la comunidad que genera algunos centavos para subsanar las pérdidas por los daños en los cultivos.
Y finalmente, porque todos los jóvenes ya migraron a Estados Unidos –San Lorenzo, dicen, ya es un “asilo”–, ante la disminución de trabajo en la recolección del mango barranqueño; y hay daños que son irreparables.
Hartos de vivir como en “gallinero”
Cuando truena o las nubes amoratadas amenazan con lluvia, los basureros sueltan de inmediato los ríos de lixiviados, cuenta Saúl Castro, dueño del Balneario Milpillas, ubicado a unos metros de Hasar’s y Picachos, y por lo tanto uno de los principales afectados porque en su negocio el mayor atractivo era el agua cristalina del Río Milpillas y porque los hediondos olores han espantado al 60% de los visitantes.
A pesar de las inspecciones de la Procuraduría Estatal de Protección al Ambiente (Proepa), las aguas siguen negras. Es domingo y las aguas están negras. “Abrieron este fin de semana porque vieron que iba a llover”, agrega Castro, quien duda de que la visita de las autoridades este martes resuelva de fondo el problema. “Nos prometen la luna y las estrellas, ojalá que ahora sí nos cumplan”.
En el siguiente predio –kilómetro 17–, murieron 30 reses de un jalón. Este año, 15 vacas y 11 yeguas. “Ha sido una desgracia, un lamento muy feo. Ahora tenemos que llevar a los animales a tomar agua a otro lado y nosotros, desde que llegó esta hediondera, andamos con soltura (diarrea)”, relata decepcionado Enrique Hernández, acariciando sus bigotes, con su camisa vaquera, pantalón de mezclilla y zapatos llenos de lodo.
¿A qué huele el río? “A animal muerto… a una cosa más corrompida, aceitosa, grasosa. A las criaturas (sus nietos) los tenemos que encerrar en la casa, no se nos vayan a chorrear (el afluente atraviesa su terreno)”.
Luego está la desviación a Huaxtla, pueblo con menos de 200 habitantes, envuelto por robles y por la barranca imponente y verde que corre junto al Río Santiago.
Rubén Castro, Teódolo Orozco, Martín Benítez y otros que interpusieron la demanda ante la Semades, se reúnen en el balneario con el mismo nombre que su pueblo, con los zapatos llenos de lodo, camisa, sombrero y pantalón de mezclilla.
Hace 10 años tomaban agua del Río Milpillas… ahora del ojo de agua de El Salto, que, se rumora, podría también estar contaminado. “Tenemos miedo porque si nos afectan éste, nos acaban. Igual el (agua) del balneario, porque si no fuera por esto, ya hubiéramos todos emigrado no sé a dónde”.
Las infecciones en la piel y los problemas estomacales ya han llegado a este paraíso natural. Rezan porque no les llegue el cáncer, “como en El Salto…”, aunque creen que para allá van que vuelan.
Todos coinciden en que la urgencia es que “limpien” los afluentes y luego analizarán la reparación del daño, y que estarán seguros de que cumplen con las normas ambientales hasta el próximo temporal porque “ahora afirman que cumplirán en septiembre, octubre, cuando ya no hay lluvias y no se nota tanto”.
Miguel explica que hace 30 años sembraban hortalizas, cerca del Santiago. Pero ya no porque les llegó la conciencia. “¿Cómo lo íbamos a vender a la gente de la ciudad? No los podemos enfermar. Y ellos (la gente de la ciudad) ¿por qué no tienen conciencia con nosotros”.
La justificación de que las pequeñas poblaciones tienen que sacrificarse para la existencia de las ciudades no les satisface. “Tiene que cambiarse el modelo de desarrollo”, resalta Enrique Enciso, del Municipio de El Salto, uno de los más contaminados de América Latina.
Y sinceramente, concluye Teódolo Orozco, ya están hartos de vivir como en gallinero: “Los de arriba (de la ciudad) cagando a los de abajo”.
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