El Lobby
Hace apenas unas semanas, cuando muchos ojos en todo el mundo volteaban a Guadalajara a causa de la llamada “Cumbre de líderes de América del Norte”, el gobernador Emilio González se solazaba declarando en la ciudad de México que en Jalisco todas las personas pueden manifestarse libremente sin ser molestados ni agredidos por las autoridades; después del sábado pasado,con los opositores al Macrobús, el mandatario no podrá decir lo mismo.
En aquella ocasión (la de la Cumbre) quienes preparaban una marcha para protestar preveían que serían reprimidos y lo dejaron ver desde días antes. Parece que aquello les sirvió como conjura. Pero el sábado, cuando debido a la falta de diálogo los inconformes salieron sin previo aviso mediático a seguir protestando contra lo que consideran injusto, la represión se hizo presente y algunos de los detenidos, que ayer fueron liberados previos pagos de fianzas, acusaron amenazas y golpes.
En este tipo de casos –como lo hizo ayer el Secretario de Gobierno– las autoridades suelen escudarse en el argumento de que defienden el derecho de las mayorías a no verse afectados por este tipo de manifestaciones; pero entonces también habría que cuestionar la capacidad de quienes se ostentan como representantes de las autoridades para dialogar y resolver los conflictos y prevenir este tipo de movilizaciones.
Si bien está demostrado que, al menos aquí en Jalisco, las manifestaciones públicas no resuelven los problemas, tampoco pueden ser acciones olvidadas frente a una administración que gusta de distorsionar la realidad (la más reciente muestra fue la encuesta del INEGI).
Ayer mismo el gobierno del estado –aunque esta vez sin llegar a las detenciones y utilizando a los normalistas de Atequiza como blanco– ratificó que el sábado fue un parte aguas en asuntos de tolerancia para quienes se atrevan a hacer público su repudio contra las decisiones de gobierno.
Cuando Emilio González garantizó la seguridad de quienes se manifestarían contra el neoliberalismo –otra larga lista de asuntos atribuibles al “imperialismo yanqui”– durante la Cumbre en Guadalajara, se dio un baño de tolerancia dejando ver que ni Obama era como Bush, ni él como Francisco Ramírez Acuña. El fin de semana mostró que algo tiene de intolerante, sobre todo cuando se trata de críticas a sus proyectos más ambiciosos (no por la magnitud de sus alcances). Esa parece que será la historia en los siguientes años de Emilio González.
Del otro lado, hay que decirlo también, habrá quien intente sacar provecho de la represión del sábado, pues en este remedo de democracia que transitamos, ser víctima del abuso del poder muchas veces se entiende como fuente de credibilidad que genera una suerte de capital político utilizable en la misma lógica del poder contra el que supuestamente se reniega. YA entre todas las voces que se han manifestado en contra de lo que ocurrió el sábado se identifican las de quienes probablemente en la siguiente contienda electoral buscarán una parte del control del aparato que reprime.
Tal vez este tipo de hechos deban ponernos a pensar en cómo generar estrategias de autodefensa que impidan la represión, al menos de la forma en que se vio ayer y el fin de semana. Desde esta mesa pensamos que una buena muestra de eso la han dado algunos grupos de la ciudad que de formas poco usuales se han encargado de exhibir la ineptitud de las autoridades en varias situaciones. El “tur del terror” que han hecho propio quienes defienden El Salto, Los Colomos o ahora el barrio de San Antonio parece ser buen ejemplo de ello, y de esas experiencias se puede aprender. Tal vez es más contundente enterarse del trabajo que hacen los que se mantienen callados y hablan sólo en momentos precisos, que estar escuchando siempre a los mismos hablando de todo. La solidaridad también se muestra de otras formas.
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