« A ver cómo les suena este cuento de navidad: imaginen un barrio de extrarradio, de tradición combativa y fuerte movimiento vecinal. Entre sus actividades está organizar la cabalgata de reyes. Durante semanas preparan las carrozas a ratos perdidos, de forma voluntaria, sobre todo niños, que luego desfilan disfrazados. Además, el recorrido atraviesa las zonas más humildes del distrito, que son también las más reivindicativas.
De repente un día las autoridades deciden que se acabó la fiesta. No habrá más cabalgata popular. Encargan la cabalgata a una empresa especializada: gente profesional, que sabe poner el fieltro sin que se vean las grapas, y que no disfraza a los pajes, sino que los uniforma. Para hacerla más vistosa, cambian el recorrido, evitando esas calles mustias por donde pasaba, para llevar a sus majestades a la puerta del gran hipermercado que generosamente patrocina las actividades municipales.
¿Cómo les suena? Si fuera una obra de teatro o una novela, los críticos la rechazarían por simplista: “demasiado maniqueo”; “torpe intento de criticar las privatizaciones mediante un argumento infantiloide”; “el autor contrapone la inocencia de los vecinos con la maldad capitalista de las autoridades”, etc.
Pues está basado en hechos reales, oiga. Está pasando hoy, en mi barrio madrileño, Hortaleza. El Ayuntamiento decidió el año pasado que la ilusión navideña es una cosa muy seria como para dejarla en manos de aficionados, y la privatizó.
Tampoco nos extraña demasiado, después de todo lo que han privatizado. Parece una forma de pedagogía política, pensando en nuestros hijos, para que vayan aprendiendo. Los vecinos también haremos pedagogía: saldremos en cabalgata alternativa el domingo por la tarde. Están invitados. »
Isaac Rosa
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