6.1.09

EL LOBBY

RAÚL TORRES

El Lobby
Dicen los psicoanalistas que entre más capaz es una persona de desnudar su inconsciente, éste adquiere formas cada vez más sutiles e intrincadas para disfrazarse y pasearse frente a nuestra nariz intentando no ser descubierto de nuevo; y entonces, quien analiza debe ser más perspicaz. Tomando esta idea –con perdón de los psicoanalistas– tal vez podríamos decir que lo mismo sucede cuando se intenta hacer un análisis de la “realidad” (con todos los vericuetos que esa palabra contiene): cuanto más capaz es un sujeto –y cuando mayores elementos metodológicos tiene– de “analizar la coyuntura”, la realidad misma se encarga de echar por tierra todo método y modificarse de tal forma que parece inasible a simple vista. Y entonces hay que cambiar la forma de mirar.

“(…) Los de abajo (ese amplio conglomerado que incluye a todos, y sobre todo a todas, quienes sufren opresión, humillación, explotación, violencias, marginaciones…) tienen proyectos estratégicos que no formulan de modo explícito, o por lo menos no lo hacen en los códigos y modos practicados por la sociedad hegemónica. Detectar estos proyectos supone, básicamente, combinar una mirada de larga duración con un énfasis en los procesos subterráneos, en las formas de resistencia de escasa visibilidad, pero que anticipan el mundo nuevo que los de abajo entretejen en la penumbra de su cotidianidad. Esto requiere una mirada capaz de posarse en las pequeñas acciones con la misma rigurosidad e interés que exigen las acciones más visibles y notables, aquellas que suelen ‘hacer historia’”.

La cita la tomamos del libro Territorios en resistencia, del uruguayo Raúl Zibechi, y con ella intentamos darle algo de sustento a la idea con la que abrimos este Lobby. Aprender a mirar de otra forma lo que pasa. Sitios en los que podemos empezar a calibrar esa mirada hay bastantes y el más reciente surgió ayer, en las colonias Monumental y San Marcos, donde los vecinos protestan por algo que no parece cambiar “la historia”, pero que genera movilización donde no la había. Protestar por el paso de la ruta de un camión parece cosa que ni a las ONG más voraces les interesaría, sin embargo, da cuenta de cómo la gente en la ciudad comienza a organizarse para defender su territorio.

“Estamos dispuestos a luchar por la seguridad de nuestros familiares y por el patrimonio y no sabemos exactamente las medidas y recursos legales que tengamos que utilizar”, dijo ayer uno de los vecinos inconformes. Y días antes, otro de ellos, al que le fue asignada la tarea de llamar a los medios para convocar a una rueda de prensa lo dejó muy claro: “señor, éste es un movimiento meramente ciudadano, no nos interesa que intervengan los diputados y ni siquiera queremos que el presidente vecinal encabece la protesta. No hay líderes, nos estamos organizando”.

Cosas similares ocurren en otras latitudes de Jalisco, y ahí está El Salto, cuyos habitantes a golpe de derrotas van construyendo formas de organización propias que ya desde hace rato rebasaron la manera de entender de muchos; la gente de Bugambilias, que muy ella y sus formas, ha tenido que soportar atentados por decir que no están de acuerdo con la devastación de una parte del bosque que permite la junta vecinal en contubernio con la Primavera; o quienes habitan en la colonia El Tigre II, que dando ejemplos de cómo utilizar herramientas al alcance de todos exhiben la ineptitud y contubernio del Ayuntamiento de Zapopan para fraccionar el bosque de El Nixticuil, pero además se organizan para cuidarlo y disfrutarlo; están los cocas de Mezcala y los nahuas de Ayotitlán, que poco a poco hacen valer sus propias formas de conducirse.

La lista, con todas sus escalas de grises, puede extenderse durante varias líneas, pero no es menester de esta entrega tratar de abordar cada una de esas resistencias, sino más bien buscar un punto en común, que según la percepción del que teclea, además del enfado y la falta de confianza en hombres y mujeres con nombres y cargos precisos (tanto en “el sistema” como en su satélites de legitimidad, como muchas ONG), es la necesidad de emanciparse de alguna forma, de determinar cómo vivir y desde ahí decidir en colectivo la forma de midificar o no su entorno; cada vez más parece haber personas que no están dispuestas a reducir sus decisiones a la elección de un candidato de izquierda o derecha. Y ya parado en este sitio, cómo no hacer propia la reciente propuesta de los zapatistas de inscribir como el trámite más inútil las elecciones presidenciales.

Pero otra cosa advierte Zibechi en la introducción de su libro. “Lo que se requiere para gobernar grandes poblaciones que cambian y buscan el cambio, son formas de control a distancia, más sutiles, que trabajen en relación de inmanencia respecto a las sociedades, y para eso los movimientos juegan un papel fundamental. De ahí la necesidad de contar con ellos, ya no reprimirlos y marginarlos. Podemos decir que los estados que dirigen Lula, Kirchner y Tabaré Vázquez, por poner los ejemplos más obvios pero no los únicos, son hijos del arte de gobernar. Ya no estamos ante los estados benefactores o ante los estados neoliberales prescindentes, sino ante algo inédito, que sobre la base de la fragilidad heredada del modelo neoliberal busca desarrollar nuevas artes para mantenerlos en pie, dotarlos de mayor legitimidad y asegurar así su supervivencia siempre amenazada”. Y aunque Zibechi habla de que es a los gobiernos de izquierda a los que les está tocado jugar ese perverso papel, parece que la derecha aprende.

Entonces cómo no sospechar de alguien que después de ponderar las necesidades de la articulación ciudadana y crear un colectivo de colectivos propone una reunión con el secretario de gobierno para crear una agenda ciudadana.

En fin. Aprender a mirar de otra manera y en otros sitos; no en las grandes inyecciones de dinero público mitigar los efectos la crisis, sino en la forma en que se organizan pequeños grupos de personas para hacer frente a lo que viene.

La casa paga

A propuesta del compa Ferrer, este lado del Lobby también habla de lo más gacho del 2008, pero sin jerarquizarlo (porque pa' esos somos re' malos) y sin que sean 10 cosas de un jalón. Así, aquí van dos al vuelo: el intento del gobernador por diluir la complicidad de las autoridades en la muerte del niño Miguel Angel al achacarnos a todos la responsabilidad de la mugre que hay en el río. Y dos: la manera en que se articularon quienes alentaron (y dejaron colgada) a la gente de El Salto a emprender una acción imposible para cerrar el basurero Los Laureles, con autoridades y empresa para echar por delante a los pepenadores buscando una confrontación directa y pretexto perfecto para arrestar a varios.

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