El Estado mexicano a juicio
Rosario Robles
La conclusión del juicio público con relación a los hechos de la guardería ABC no podía ser otra: el Estado es culpable por haber abandonado sus responsabilidades más elementales.
¿Por qué un juicio ciudadano? Con esta pregunta inició uno de los ejercicios más novedosos que se han puesto en marcha ante la injusticia y la impunidad que prevalece en nuestro país. Un proceso convocado por los padres y madres de los niños que murieron en el incendio de la guardería ABC que, aun con todo y resolución de la Corte, sienten legítimamente que no se ha hecho justicia, que las instituciones no tienen la capacidad de responder ante este clamor popular. Pero, sobre todo, para que la tragedia en la que perdieron la vida sus hijos obligue al Estado mexicano a entender que si hay algo que no puede subrogar es el cuidado, la protección y la seguridad de lo más importante que tiene un país: sus niños y niñas. Esta acción singular se realizó respetando la mejor tradición de los juicios orales, con un jurado compuesto por personalidades con una impecable trayectoria y credibilidad, con un juez y testigos de calidad indiscutibles y dos juristas de la UNAM que con toda seriedad asumieron la parte acusadora y la defensa. La conclusión no podía ser otra: el Estado es culpable por haber abandonado (subrogado, dirían sus representantes para justificar este hecho) sus responsabilidades más elementales. El fundamento de este evento singular y ejemplar es muy sencillo y está inscrito en nuestra Constitución: la soberanía radica en el pueblo. Así de simple y a la vez difícil de comprender por funcionarios cuya mediocridad es cada vez más patente. Autoridades cuya lejanía con relación a los sentimientos de la mayoría de los ciudadanos les impide entender que su función es servir y anteponer el interés público por encima de cualquier otro privado por muy importante que sea. Pero más allá del hecho, lo interesante a destacar es cómo este deterioro de la vida institucional, esta debilidad del Estado, esta ola de injusticia, ha generado liderazgos locales que, a diferencia del pasado en el que surgieron de movimientos sociales y populares, hoy lo hacen a partir de la tragedia. Es el caso de estos (muy jóvenes) padres y madres que han dado una lucha sin cuartel no sólo por sus hijos muertos, sino también por los que quedaron marcados de por vida y que, al parecer, ya dejaron de ser una preocupación central de las autoridades.
Javier Sicilia es también expresión del surgimiento de estos liderazgos ciudadanos y novedosos (a los que la clase política tradicional les tiene mucho miedo porque encuentran en la calle y no en lo palaciego su ámbito de acción), así como otros que han tenido la fuerza y la valentía de convertir su dolor en una causa. En la base para una lucha que va más allá del afán legítimo de justicia, que tiene que ver con el reconocimiento a las víctimas, la reparación del daño y la reconstitución desde abajo (es decir, la sanación) de un país agraviado, adolorido, fragmentado, polarizado. De ahí la trascendencia de la caravana que hoy inicia desde Cuernavaca hasta Ciudad Juárez para darle voz a los que nadie escucha, a los sin rostro (no porque se lo hayan cubierto, sino porque son invisibles para las autoridades), para darle nombre y apellido a su dolor, para que se conozcan todas esas tragedias particulares, se evidencie la injusticia a la que muchos han sido sometidos, la impunidad de los responsables y la omisión de quienes encargados de procurar justicia no han sabido estar a la altura. Para todos estos casos que seguramente se documentarán exhaustivamente a lo largo de esta caravana que busca nuestra verdad como país y la justicia (con paz y dignidad), valen las palabras expresadas por la reconocida periodista Katia D’Artigues en el juicio público con relación a lo acontecido en Hermosillo hace dos años: “Se trata de un ejercicio basado en la fuerza de la ética. Es un acto de amor de estos padres y madres y la garantía de que esto no se repita. Es un reclamo al Estado y sus instituciones por sus acciones y omisiones”. Como diría el poeta, es momento de darle nombre y apellido a las víctimas de esta violencia generalizada, es momento de reconocer nuestro propio holocausto… para ponerle fin.
Ser… o neceser
La caravana requiere de mucho apoyo y solidaridad. Las cuentas para aportar recursos se encuentran en la página oficial de la Red por la Paz y Justicia, en la sección de Donativos.
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