2.2.13

CRUZADA NACIONAL CONTRA EL HAMBRE...

La ‘Cruzada Nacional contra el Hambre’ y las políticas agrícolas neoliberales

• Para Graciela, Enrique y la gente de Un Salto de Vida, con respeto y solidaridad
La 'Cruzada Nacional contra el Hambre' emprendida por Enrique Peña Nieto no contempla un viraje en las políticas agroalimentarias. Foto Notimex
La ‘Cruzada Nacional contra el Hambre’ emprendida por Enrique Peña Nieto
no contempla un viraje en las políticas agroalimentarias. Foto Notimex
Jaime Morales Hernández.- La Cruzada Nacional contra el Hambre fue lanzada por el gobierno federal en medio de un gran despliegue mediático y, quizá lo único llamativo es que desde arriba, por fin hay el reconocimiento de que el hambre, la pobreza y la indigencia existen y crecen en nuestro paraíso nacional. La Cruzada ha sido cuestionada desde varios puntos de vista, y entre sus notables carencias, se encuentran por un lado el análisis de las causas que ahora tienen al país en esta crisis alimentaria y, por el otro, las estrategias para el fortalecimiento de la agricultura familiar mexicana, un actor central para lograr reducir el hambre rural y urbana.
El campo mexicano, y por tanto la producción de alimentos, atraviesa por una profunda crisis, originada a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y sus correspondientes políticas agrícolas neoliberales implementadas durante los gobiernos priístas de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo, y continuadas por los subsiguientes regímenes panistas. Su puesta en práctica ha significado profundas transformaciones y el resultado es un campo en ruinas, en donde la violencia, la inseguridad, el hambre, la pobreza, la emigración y el deterioro ambiental conforman la vida cotidiana de los habitantes del medio rural.
Las políticas agrícolas se han dirigido al apoyo a los grandes agroempresarios, a la agricultura industrial y globalizada, a la producción de hortalizas y frutales para exportación, y a las importaciones de alimentos básicos. Estas políticas sentaron las bases de la actual pobreza alimentaria y del hambre, y han desarticulado la pequeña y mediana agricultura, modo de vida de la mayoría de las familias rurales y generadoras de una importante cantidad de alimentos para el autoconsumo y para los mercados locales y regionales. Lo que la Cruzada y sus autores rehúyen es la revisión a fondo de un modelo de desarrollo rural operado desde la más pura ortodoxia neoliberal y cuestionado por un amplio espectro de diversos actores sociales –indígenas, agricultores, campesino, ecologistas, consumidores, y académicos– locales, nacionales e internacionales, y además, también puesto en tela de juicio por organizaciones globales como el Banco Mundial, el propio Fondo Monetario Internacional y la Organización de las Naciones Unidas, recientemente a través de su relator sobre el derecho a la alimentación.
En cualquier intento por reducir el hambre, es esencial una política agrícola para la producción de alimentos destinados al consumo nacional, en el caso de México, ello significa un viraje en las políticas actuales que nos volvieron un gran importador de alimentos de dudosa calidad y a un alto precio. Es importante señalar que si bien La Cruzada dice fundamentarse en el programa brasileño Hambre Cero, omite mencionar que el éxito de este programa se debe, entre varios factores, a que fue acompañado por un amplio abanico de políticas públicas de crédito, extensión e investigación agroecológicas, mercados locales, comercio justo, orientadas todas al fortalecimiento de la agricultura familiar para reducir el hambre rural y mejorar el abasto de alimentos.
Un verdadero intento por reducir los lacerantes niveles de hambre y pobreza en México, requiere políticas de desarrollo rural sustentable, encaminadas hacia la soberanía alimentaria local, regional y nacional. Estos cambios son difíciles de imaginar en el actual gobierno y más bien la Cruzada aparece como un instrumento de control político para lucrar electoralmente con el hambre. Sin embargo, y concediéndoles el beneficio de la duda, la prohibición a la siembra de maíz transgénico en México sería una buena oportunidad para ellos de demostrar que las políticas agrícolas comienzan a buscar la reducción del hambre en el país.
Los problemas del hambre no esperan y mientras los que mandan inventan programas y cruzadas, desde hace tiempo y de manera creciente, en muchas partes del país los ciudadanos y ciudadanas han tomado el tema de la agricultura y de los alimentos en sus manos y desde abajo avanzan en la construcción de alternativas ciudadanas de producción, distribución y consumo de alimentos hacia la soberanía alimentaria. Son intentos muy variados, desde muy distintas perspectivas e involucran a amplios sectores rurales y urbanos, en mercados locales, cooperativas de consumo, agricultura sustentable, economía social, muy bien harían los inventores de la Cruzada en mirar hacia las experiencias ciudadanas que existen en México, y que han demostrado su viabilidad en un escenario muy adverso.
Algunas de estas valiosas experiencias de autonomía alimentaria se encuentran allí cerca de Las Margaritas, donde fue lanzada esta Cruzada y quizá sus promotores con un poco de humildad hubiesen podido aprender de ellas. Ahora, mientras los de arriba se dan cuenta por fin de que el país tiene hambre y pobreza, esas comunidades indígenas zapatistas que en 1994, justo al iniciarse Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), se levantaron demandando entre sus temas centrales “tierra para hacer dignas las manos y pan para iluminar la mesa”, ellos en medio de la guerra y la indiferencia, recientemente nos comunican que “ahora en nuestros pueblos la tierra que antes era para engordar ganado de finqueros y terratenientes, es para el maíz, el frijol y las verduras que iluminan nuestras mesas”.

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