21.1.11

Contempla siglo de degradación

Foto: Grupo REFORMA

Andrés Martínez/Mural/20-01-11

Con sus 106 años de edad, por los ojos de María del Refugio Macías Cortés ha pasado el siglo de la degradación medioambiental.

Nacida el 5 de enero de 1905 junto al Río Santiago en Juanacatlán, Cuquita, como le dicen de cariño, todavía recuerda cuando el cuerpo de agua era fuente de vida y no de muerte.

“Ahí nos íbamos a lavar, y ahí donde nos poníamos se guardaban los pescados y cangrejos”, relata la ancianita.

Sobre las aguas donde ahora solo abunda el lirio y la espuma tóxica del líquido contaminada, antes se movían lanchas con pescadores que con sólo lanzar sus redes al río encontraban el sustento de sus familias en abundancia.

“Ahí les daba a todos, al que se acercara, ese río les daba a todos”, apunta.

“Ahora ya no voy, hace mucho años que no voy al río, ya no me dan ganas de ir, esta feo”.

El también llamado Río Grande, desde que nace en el Lago de Chapala, comienza a recibir descargas contaminantes tanto de industrias como de centros urbanos. Debido a que rodea la Zona Metropolitana de Guadalajara, recibe todas sus aguas residuales.

Aunque desde hace casi dos años la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco emitió una macrorrecomendación a distintas instancias de Gobierno por la intensa contaminación, hasta el momento ninguna de las acciones realizadas se ha reflejado en una mejora del entorno.

Datos oficiales revelan que actualmente el Santiago mantiene concentraciones de contaminantes más de 20 mil veces por encima de la norma. A pesar de esto, en lugares como el Ejido La Aurora, en Zapotlanejo, el líquido pestilente y espumoso se utiliza para irrigar campos de cultivo.

Según Honorato Llamas Macías, de 81 años de edad, hijo primogénito de Cuquita, la benevolencia del río era tal que para pescar no era necesario ni siquiera contar con equipo especializado.

“Nos metíamos al agua y hasta con las manos agarrábamos a los pescadotes”, dice.

Hasta enero del 2010, Cuquita era la persona de mayor edad en todo Juanacatlán, y se consideraba a sí misma como la última indígena del pueblo.

“Yo soy indita, la única que queda en todo Juanacatlán, mis padres eran inditos también”, cuenta.

A pesar de los más de 38 mil días que Cuquita ha visto en su vida, el tiempo no la ha inutilizado, camina y come sola, y para leer no necesita lentes.

Las pupilas de Cuquita, además de ser testigos de las batallas de la Revolución Mexicana y de la Guerra Cristera, vieron las últimas inundaciones del Río Santiago.

“Fue hace más de 40 años, (el río) se desbordó y pasaba por aquí afuerita, enfrente no había casas como ahora”, explica la mujer apuntando a la puerta de su casa.

Aunque tuvo sólo cinco hijos, su descendencia entre nietos, bisnietos, tataranietos y choznos, supera los 200.

Apenas el año pasado, el Alcalde de Juanacatlán, Lucio Carrero García, le dio un reconocimiento por su edad. La corona que le pusieron ese día todavía la guarda en un cajón de su tocador y se emociona cuando habla de ello.

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