7.4.11

JORGE ROCHA

Dos lógicas en conflicto

En México y Jalisco podemos vislumbrar dos lógicas que a veces se complementan, otras veces se confrontan, algunas más coinciden, otras veces ni siquiera se tocan, pero a fin de cuentas son dos lógicas diferentes. Primera lógica. Para buena parte de la clase política sobresalen dos aspiraciones: la primera es llevar a buen puerto grandes proyectos de “desarrollo”, que casi siempre se conjugan con jugosos negocios para el capital.

Resulta interesante cómo ante ciertos problemas se encierran en una sola solución y la defienden hasta sus últimas consecuencias, incluso pasando arriba de la ley. Son incapaces de abrirse al abanico de posibilidades que casi siempre existe para resolver los problemas, y tratan de imponer sus “soluciones” a costa de lo que sea, incluso a pesar de la oposición de los supuestos beneficiados. Evidentemente esta forma de proceder necesariamente conduce al conflicto, ya que al cerrarse a distintas soluciones, casi siempre llevan a ahogar los posibles resquicios de la negociación.

La otra aspiración de gran parte de la clase política es ganar elecciones. Ojo, no se trata de ganar la simpatía de las personas, ni de generar liderazgos, es más, la intención primordial no es construir bases sociales, el fin último de las y los políticos es ganar elecciones, y eso se logra obteniendo un voto más que los contrincantes. La forma es lo de menos, se gana teniendo un voto más que los adversarios. Esta forma de actuar provoca el “cálculo político”, es decir, en un juego de sumas y restas, el propósito no es que la gente participe más y mejor, ni de que se mejoren las reglas del juego democrático, el objetivo central es ganar un voto más que los adversarios, y por lo tanto atendiendo las filias y fobias de los sectores, grupos y colectivos sociales, se empeñan en reforzar su voto duro (el que por tradición o afinidad ideológica vota siempre por los mismos partidos), en rebajar el voto de los contrarios a través de la descalificación y a veces de la guerra sucia; y de intentar persuadir al voto indeciso para que se vaya de su lado. No necesitan “carro completo”, sólo se requiere tener más votos que los demás partidos; y en esa perspectiva se mueven y actúan.

Dicho todo lo anterior, la primer lógica tiene dos componentes: llevar a cabo proyectos de “desarrollo” y ganar elecciones. Ni más ni menos. La segunda lógica es la del mundo de la vida (diría Habermas), donde las personas intentan reproducir el espacio cotidiano y en algunos momentos aspiran a mejor vida y a mejor democracia y a tener lo suficiente para vivir, pero también donde buscan vivir de acuerdo a sus valores culturales y su propia concepción de desarrollo, que está íntimamente ligada a su contexto social y a su territorio. El que crezca el Producto Interno Bruto o que baje la tasa de desempleo abierto no les dice gran cosa, pero si les es significativo que en su comunidad o colonia haya tranquilidad, paz y que no existan amenazas que atenten en contra de los que allí viven. En la lógica de lo cotidiano las redes sociales, las relaciones y la confianza son claves para vivir bien.

La solidaridad y el respeto es el aceite que lubrica esos espacios y los hace más vivibles. En esta lógica la gente se apropia del espacio y lo considera suyo. Su vida no es sólo su mantenimiento como ser vivo, es también todo lo que acontece en ese espacio, re-leyendo a Ortega y Gasset, somos nosotros y nosotras y nuestras circunstancias y contextos y territorios.

Esta es una lógica diferente a la anterior, no necesariamente contradictoria, pero si muy distinta, con propósitos y con formas de actuación diferentes. Sólo entendiendo esta perspectiva podemos dimensionar la lucha de los habitantes de Temacapulín, Palmarejo y Acasico; y la indignación ante el condenable asesinato del hijo del poeta y escritor Javier Sicilia.

En ambos casos es el mundo de la vida el que fue transgredido y vulnerado, en ambos casos es la vida la que se negó o se pretende negar. No es un muerto más, no son unos pueblos más, es permitir que no se pueda reproducir más la vida y sus circunstancias. Eso desde la otra lógica es muy difícil de entender y por supuesto que es casi imposible dar respuesta desde una lógica a otra.

Frente a estos reclamos sociales, frente a la necesidad de mantener la vida, las respuestas previsibles de la clase política estarían encerradas desde la perspectiva de mantener los proyectos y sus respectivos negocios, o la utilización de estos conflictos para obtener mayores beneficios electorales o en su caso minimizar los costos en las próximas elecciones. Es decir, mientras unos defienden la vida, otros defienden negocios y votos. Esto no es necesariamente incompatible, pero en los casos empíricos que tenemos, la contradicción si es muy profunda y tajante.

No soy optimista en las respuestas de la clase política ante los reclamos surgidos a partir del asesinato del hijo de Javier Sicilia, ni tampoco del proceso de negociación en Temacapulín, porque lo que está frente a frente son dos lógicas distintas de ver el mundo. Porque además la experiencia histórica nos muestra que en esos espacios no se ha resuelto nada hasta ahora. No quiero ser ave de mal agüero, ojala me equivoque, pero sólo quiero plantear que ante el choque de lógicas tendremos que pensar en cómo seguir manteniendo el mundo donde la vida se reproduce y existe.

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