Autopsia
La semana pasada hubo un día en que la pésima calidad del aire en Guadalajara obligó a las autoridades a declarar la correspondiente “contingencia ambiental”... ¿Cómo nos enteramos? Los más, cuando lo leímos... en el periódico del día siguiente.
—II—
La contingencia ocurrió la tarde del martes, cuando las estaciones de monitoreo de la Secretaría del Medio Ambiente (Semades) detectaron niveles de contaminación que permitían calificar de “extremadamente mala” —impropia para el consumo humano, se diría— la calidad de los gases miasmáticos a los que cientos de miles de tapatíos, de manera inconsciente, “daban el golpe”, a pleno pulmón, varias veces por minuto. Las causas: las altas temperaturas, la casi nula circulación del aire y las altas emisiones de ozono de los automotores que circulan por la ciudad. O sea, nada extraordinario; nada que no pueda suscitarse prácticamente todos los días en esta época del año.
La dependencia en cuestión informó, mediante el correspondiente boletín, haber tomado las providencias del caso: desde ordenar la inmediata suspensión de labores de bacheo y el fulminante “engarróteseme ’ai” para los vehículos oficiales, hasta disponer la reducción de labores en las factorías contaminantes, pasando por el aviso de que se suspendieran recreos y actividades al aire libre en las escuelas.
Varios puntos se quedaron en el terreno de las incógnitas: 1.- ¿Qué tan actualizada se encuentra, qué tanto se ha adecuado al incontenible crecimiento de la mancha urbana, y qué tan confiable resulta, en consecuencia, la dichosa “red de monitoreo ambiental” de la Semades, considerando que al día siguiente de la contingencia hubo un lapso en que todas las estaciones detectaban “mala” calidad del aire, salvo la de Oblatos que la reportaba casi de calidad Tapalpa Plus? 2.- ¿Qué tan eficiente es el sistema de comunicación de que dispone para que en un plazo razonable —cuestión de minutos, digamos— se tomen las medidas conducentes al efecto de reducir de manera significativa la emisión de contaminantes, para enterar oportunamente a la población de que se está bajo una “contingencia ambiental”..., y, sobre todo, para que el ciudadano común sepa exactamente qué hacer y qué no hacer en esos casos?
—III—
Por supuesto, para no exponerse a un regaño de la Semades por exponer esas dudas en vez de sacar un soplador, aventador, soplillo o abanico para dispersar los aires envenenados, será mejor creer que sí: que todo está bien...
Después de todo, ya la autopsia dirá si aún vivimos.
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La contingencia ocurrió la tarde del martes, cuando las estaciones de monitoreo de la Secretaría del Medio Ambiente (Semades) detectaron niveles de contaminación que permitían calificar de “extremadamente mala” —impropia para el consumo humano, se diría— la calidad de los gases miasmáticos a los que cientos de miles de tapatíos, de manera inconsciente, “daban el golpe”, a pleno pulmón, varias veces por minuto. Las causas: las altas temperaturas, la casi nula circulación del aire y las altas emisiones de ozono de los automotores que circulan por la ciudad. O sea, nada extraordinario; nada que no pueda suscitarse prácticamente todos los días en esta época del año.
La dependencia en cuestión informó, mediante el correspondiente boletín, haber tomado las providencias del caso: desde ordenar la inmediata suspensión de labores de bacheo y el fulminante “engarróteseme ’ai” para los vehículos oficiales, hasta disponer la reducción de labores en las factorías contaminantes, pasando por el aviso de que se suspendieran recreos y actividades al aire libre en las escuelas.
Varios puntos se quedaron en el terreno de las incógnitas: 1.- ¿Qué tan actualizada se encuentra, qué tanto se ha adecuado al incontenible crecimiento de la mancha urbana, y qué tan confiable resulta, en consecuencia, la dichosa “red de monitoreo ambiental” de la Semades, considerando que al día siguiente de la contingencia hubo un lapso en que todas las estaciones detectaban “mala” calidad del aire, salvo la de Oblatos que la reportaba casi de calidad Tapalpa Plus? 2.- ¿Qué tan eficiente es el sistema de comunicación de que dispone para que en un plazo razonable —cuestión de minutos, digamos— se tomen las medidas conducentes al efecto de reducir de manera significativa la emisión de contaminantes, para enterar oportunamente a la población de que se está bajo una “contingencia ambiental”..., y, sobre todo, para que el ciudadano común sepa exactamente qué hacer y qué no hacer en esos casos?
—III—
Por supuesto, para no exponerse a un regaño de la Semades por exponer esas dudas en vez de sacar un soplador, aventador, soplillo o abanico para dispersar los aires envenenados, será mejor creer que sí: que todo está bien...
Después de todo, ya la autopsia dirá si aún vivimos.
CRÉDITOS: Jaime García Elías
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