El complejo problema del agua
En esta columna en diversas entregas he aludido a este tema que se ha convertido en básico en todo el mundo y, desde luego, en México, Jalisco y Guadalajara. Ya es un problema grave, pero en el futuro lo será más y por ello se ha dicho que las próximas guerras podrían ser por agua y no tanto por petróleo. Eso quiere decir que los territorios a conquistar y de hecho los que ya están siendo defendidos son aquellos ricos en agua y otros recursos o bienes naturales colectivos que la hacen posible.
En este campo problemático y complejo algunos países del mundo se preparan para afrontarlo y en otros no, o no tanto. Es sabido, por ejemplo, que en España hace tiempo que discuten qué hacer para asegurar tener agua durante todo el siglo XXI. En Bolivia, con Evo Morales, se introdujeron elementos interesantes respecto del agua en su nueva Constitución. Colombia, entre procesos electorales y la guerra interminable en que se debate hace décadas, en estas fechas está pretendiendo reformar su Constitución para que, entre otras cuestiones, diga que “El Estado debe garantizar la protección del agua en todas sus manifestaciones por ser esencial para la vida de todas las especies y para las generaciones presentes y futuras. El agua es un bien común y público”.
En México y en nuestra pequeña aldea tapatía nuestros gobernantes siguen estancados en una visión de cortísimo plazo, lo cual los lleva a suponer que lo único que deben hacer es presas más y más grandes, más y más caras. No es que no sepan que existen otras alternativas, es que siguen privilegiando los grandes negocios implicados en la construcción de presas.
En un país, y no se diga en el mundo, existen variadas interpretaciones y percepciones de lo que significa el agua, del tipo de relación que debemos establecer con ella, del uso que debemos darle, de cómo cuidarla, cómo limpiarla o cómo no ensuciarla, etc. Actualmente la visión predominante es aquella que ve al agua o en el agua un recurso explotable, que se puede monopolizar (por eso la envasa), que se puede mercantilizar y enriquecerse con ella.
A estas alturas, afortunadamente, existe un conocimiento bastante avanzado sobre el estado del vital líquido. Sabemos donde hay agua y donde no; qué tipo de agua hay en cada lugar; a qué profundidad se encuentra; si está limpia o contaminada; los tipos de contaminantes que tiene y cómo limpiarla y potabilizarla; las enfermedades que nos puede provocar a las personas y a los demás seres vivos. La ciencia y la tecnología nos permiten hacer todo eso. Pero si ello no fuera suficiente, como no lo es, se cuenta con el conocimiento y los saberes de la gente que vive diariamente esta crisis del agua a la que nos han llevado quienes desde mucho tiempo atrás hacen negocio con ella.
En este campo problemático y complejo algunos países del mundo se preparan para afrontarlo y en otros no, o no tanto. Es sabido, por ejemplo, que en España hace tiempo que discuten qué hacer para asegurar tener agua durante todo el siglo XXI. En Bolivia, con Evo Morales, se introdujeron elementos interesantes respecto del agua en su nueva Constitución. Colombia, entre procesos electorales y la guerra interminable en que se debate hace décadas, en estas fechas está pretendiendo reformar su Constitución para que, entre otras cuestiones, diga que “El Estado debe garantizar la protección del agua en todas sus manifestaciones por ser esencial para la vida de todas las especies y para las generaciones presentes y futuras. El agua es un bien común y público”.
En México y en nuestra pequeña aldea tapatía nuestros gobernantes siguen estancados en una visión de cortísimo plazo, lo cual los lleva a suponer que lo único que deben hacer es presas más y más grandes, más y más caras. No es que no sepan que existen otras alternativas, es que siguen privilegiando los grandes negocios implicados en la construcción de presas.
En un país, y no se diga en el mundo, existen variadas interpretaciones y percepciones de lo que significa el agua, del tipo de relación que debemos establecer con ella, del uso que debemos darle, de cómo cuidarla, cómo limpiarla o cómo no ensuciarla, etc. Actualmente la visión predominante es aquella que ve al agua o en el agua un recurso explotable, que se puede monopolizar (por eso la envasa), que se puede mercantilizar y enriquecerse con ella.
A estas alturas, afortunadamente, existe un conocimiento bastante avanzado sobre el estado del vital líquido. Sabemos donde hay agua y donde no; qué tipo de agua hay en cada lugar; a qué profundidad se encuentra; si está limpia o contaminada; los tipos de contaminantes que tiene y cómo limpiarla y potabilizarla; las enfermedades que nos puede provocar a las personas y a los demás seres vivos. La ciencia y la tecnología nos permiten hacer todo eso. Pero si ello no fuera suficiente, como no lo es, se cuenta con el conocimiento y los saberes de la gente que vive diariamente esta crisis del agua a la que nos han llevado quienes desde mucho tiempo atrás hacen negocio con ella.
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