Indiferencia y silencio=pecados sociales
“No seas cómplice de los pecados sociales con tu indiferencia y tu silencio”, es la advertencia que lanzan los pobladores de Temacapulín a través de la Internet, ante la amenaza de que el pueblo desaparecería del mapa de Jalisco debido a la construcción de la presa El Zapotillo.
El Movimiento en Defensa de Temacapulín ha traspasado el entorno local. Más allá de los famosos macheteros de “San Mateo Atenco” que dice el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, ya tiene detectados en la zona, la lucha social de los de Temaca ha cruzado fronteras gracias al ciberespacio.
El sitio es la fiel reproducción del boletín impreso “Temacapulín de los Remedios”. Es el “informativo electrónico” hecho por el presbítero Gabriel Espinoza Iñiguez, el señor cura del poblado, quien nada tiene que ver con el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, aun cuando el apellido sea el mismo.
“Antes que la destrucción nos alcance”, inicia en letras rojas la portada del sitio www.temacapulin.com.mx. Y antes de que una acción apocalíptica llegue a Temaca –no de la mano de Dios, sino de la del PAN–, el presbítero ironiza sobre la construcción de El Zapotillo que, “paradójicamente, quiere, ahogando nuestro patrimonio, mejorar nuestras tradiciones”.
“Paradójico, porque en sentido contrario al del poeta debemos estar ciegos, pues no vemos lo que tan gran proyecto nos beneficia”, prosigue.
“Paradójico que haya que perjudicar al pueblo para beneficiar al pueblo. Entonces se cumple aquello de que: si antes había guerras, era por el egoísmo de algunos, y si ahora ya no las hay, ¿es por el egoísmo y vanidad de las mayorías?”, cuestiona el religioso.
Para el párroco local, los culpables de la desaparición de Temacapulín tienen nombre: gobiernos federal y estatal, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Comisión Estatal de Agua (CEA).
“Están traicionando a Temaca haciéndole grandes promesas, como el Gran Hermano de tiempos no tan lejanos del comunismo, que repartía la riqueza, pretexto de la justicia social, pero en realidad pocos eran los beneficiados y lo que a todos y todas seguro les tocaba era la miseria”, asegura.
En esto último no concuerdo con el religioso al asegurar que, el “satánico” comunismo tenga que ver con las políticas actuales. Si bien el comunismo tendrá sus errores, no ha sido un sistema implementado en el país como para achacarle los males nacionales.
Al contrario, la instauración de las políticas emanadas del neoliberalismo son las que han producido un sinfín de situaciones: medio ambiente destruido, desarrollo urbano caótico, desigualdad social, pobreza extrema, violación flagrante a las garantías individuales, etcétera, etcétera.
El neoliberalismo es como la Matrix. Sí, como la película. Se vive en una especie de software donde todo es desarrollo: computadoras, ropa de marca, celulares, iPhone, Blackberrys, etcétera. Un estado donde la familia –sobre todo la proveniente de la clase media– es el núcleo donde la manipulación neoliberal ha encontrado suelo fértil: vivienda a pagos, auto en abonos, ropa y electrónicos a 18 meses sin intereses, crédito en universidad privada a pagar a 10 años posteriores a la graduación; espejismos que, aunque ciertamente otorgan más comodidad, alejan de las verdaderas tradiciones nacionales, deshumanizan al consumidor de la suerte del otro que no tiene para un plato de frijoles y nos esclavizan al pago mínimo de tarjetas bancarias que bien, como mínimo, nos hacen tenerlas unos cinco años para alcanzar a pagarlas.
Cuando uno despierta del sueño Matrix, ve que todo está jodido: que aun cuando tenga algo de dinerito, sigue uno debiendo y debiendo y debiendo. Que por más carro que uno traiga, la ciudad es un relajo y avanza uno más rápido en camión. Así, cientos de situaciones que nos dejan ver un futuro que nunca llegará.
Y tiene razón el presbítero en hacer ruido ante la indiferencia y el silencio. Una película francesa titulada El odio, realizada en la década de los años 90, presenta esa desesperanza que enfrentan las clases desprotegidas, olvidadas de los gobiernos y vistas por las clases ricas como una amenaza, por lo menos con el simple hecho de rozar su piel.
La cinta refleja tres formas diferentes de ver la vida por tres jóvenes de los suburbios franceses: un árabe, un negro y un judío. Son tres formas de acobijar el odio hacia quienes los fustigan, los juzgan y los niegan, aunque sean parte de la realidad.
Pero en Francia es otro asunto. Lo mismo en Inglaterra, en cualquier país de Europa. Cualquier atentado contra la garantía de uno solo tiene la respuesta de miles, de millones. Lo mismo sucede en países sudamericanos como Argentina, Chile, cuyas dictaduras les han dado las herramientas a sus ciudadanos para luchar por lo que creen que afecta al bienestar común. Pero, ya lo decíamos en este mismo Lobby, ¿qué carajos puede importarnos Temaca?
En lo personal, mucho. Es un hecho que demostraría una vez más el aplastamiento del poderoso sobre el débil; que demostraría una vez más la impunidad; que demostraría una vez más que los políticos hacen lo que creen que “es mejor para Jalisco”; que demostraría una vez más la pasividad que tenemos como sociedad. Pero que podría demostrar también de qué estamos hechos y hasta dónde se puede soportar tanto desagravio.
“Son Judas traidores. A Cristo lo vendieron por 30 monedas de plata. A Temaca lo quieren vender por una presa que Jalisco quiere regalar a Guanajuato, y para justificar dicen que es proyecto federal, cuando sabemos bien que los 25 metros añadidos a la cortina los propuso Jalisco con el argumento de darle agua a Los Altos y a Guadalajara. Por un lado amarran navajas, pero con hábito de San Gestas “...sálvate y sálvanos”; y por el otro reparten la miseria de falta de soluciones que generen buena vecindad y progreso para todos”, concluye en el ciberespacio Espinoza Iñiguez, el párroco que no es nada de Sandoval Iñiguez.
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