Investigan cáncer en niños por contaminación atmosférica
En el séptimo piso del Nuevo Hospital Civil “Juan I. Menchaca”, está el pabellón de cuidados para niños con cáncer. ARCHIVO
- Hay más infantes enfermos en ciudades que en zonas rurales
La UNAM, el Instituto de Cancerología y una universidad canadiense estudian esta relación entre el ambiente y la salud
GUADALAJARA, JALISCO.- Vivir en la ciudad tiene muchos costos. Uno de ellos es que hay más casos de niños con cáncer que en las zonas rurales, y la hipótesis tiene que ver con los contaminantes atmosféricos, de acuerdo con Álvaro Osornio Vargas del Instituto Nacional de Cancerología, quien actualmente investiga esta relación en la ciudad de Alberta, Canadá.
En Estados Unidos hay un par de estudios que asocian la contamiación de las urbes con el cáncer de pulmón, debido a que en el aire hay distintas sustancias reconocidas por organismos internacionales como cancerígenas.
“La conclusión es que si esto existe, implica más cáncer en las personas. Pero es un vínculo difícil de establecer científicamente”, porque esta enfermedad es muy compleja, que se da cuando se conjuntan distintos factores como la constitución de genes, los hábitos de vida y la exposición a contaminantes ambientales, y es complicado comprobar qué lo genera directamente.
Por ello es que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Nacional de Cancerología y la
Universidad de Alberta trabajan actualmente con registros de cáncer en menores y la relación con distintos contaminantes en el ambiente.
Y aunque todavía no se ha podido comprobar la hipótesis, de lo que sí tienen certeza es que el cáncer en personas menores de 18 años se concentra en las ciudades, justo donde hay una mezcla de contaminantes. “En las zonas rurales es menor el problema, a pesar de haber fuentes industriales con emisiones cancerígenas”, resalta el experto en cáncer infantil, quien visitó Guadalajara la semana pasada.
Otro elemento que está comprobado es que en el aire hay sustancias cancerígenas como benceno, arsénico, cadmio, cromo y algunos volátiles orgánicos, que comúnmente se encuentran en el humo del cigarro.
— Ya sabemos que existen estos metales pesados en el ambiente, ¿no debería haber políticas públicas de prevención? Porque finalmente sabemos qué genera cada sustancia.
— Eso sería lo lógico y aquí viene lo interesante del problema. Lo que hacemos en Canadá se basa en lo que la industria reporta que emite al ambiente, sea ciudad o no. Pero por otro lado, en la mayoría de las ciudades sólo se monitorean contaminantes criterios y no se registran los cancerígenos. Entonces, en teoría, las industrias están reguladas y generan emisiones por debajo de la norma. Pero al final se juntan muchas emisiones chiquitas y no sabemos qué impacto tendrá en nosotros ese conjunto de contaminantes.
— ¿Pero cómo se determinan los niveles permisibles de emisiones si no sabemos el impacto en la salud?
— Es muy complejo porque las normas de emisiones no necesariamente tienen de respaldo un estudio sólido que lo justifique o no. En la plática que tuve (en su visita en Guadalajara), vimos que el reto de la ciencia es saber cuál es el resultado de muchas concentraciones chiquitas. Cuando se genere esa evidencia, lo ideal es que regrese a las autoridades que regulan las emisiones, en caso de que se detecte que afecta la salud de la población. Así es como debe construirse la normatividad.
— Imagino que conoce lo polémico que ha sido el tema de comprobar las afectaciones a la salud por el Río Santiago ¿Por qué es tan difícil comprobar que un contaminante genera cáncer?
— Lo difícil es que hay otros factores de cáncer que no estamos evaluando en la población, uno de ellos es el tabaco. Si reviso a población fumadora, habrá muchos niveles de cáncer, y si además coincide con otros cancerígenos en el ambiente, yo necesito otro estudio para sopesar qué tanto el problema es que son fumadores o que se debe a otros cancerígenos en el ambiente.
Otro problema es que hay grupos de individuos que genéticamente se desintoxican con más o menos facilidad. Y para casos como el que tienen aquí, requieren metodologías más sofisticadas para dar una respuesta con mejores argumentos que sopesen la participación de todos los agentes.
— ¿Y qué es lo que han encontrado del cáncer de niños en las ciudades?
— Que en las ciudades hay más casos de niños con leucemia y cáncer en el sistema nervioso. No hay nuevos tipos de cáncer, sólo hay más casos. Esto se da porque el cáncer es una célula que se reproduce sin control y en la infancia esos dos órganos son los que se desarrollan, lo que genera más riesgo de que las células pierdan el control.
— ¿No debería haber mediciones de metales pesados en las ciudades?
— Sí, es algo relativamente nuevo en Estados Unidos, y en la Ciudad de México se comenzará a monitorear. Pero la lista de cancerígenos es de más de 150 sustancias, no se pueden monitorear todos. Pero de entrada todas las ciudades deberían hacer estas mediciones.
— ¿Qué deberían hacer los ciudadanos y las autoridades para prevenir?
— La contaminación no es un problema sólo de la autoridad, es de todos, porque contaminamos de forma directa e indirecta. Y estas enfermedades son el costo de tener el estilo de vida actual. Así que la medida preventiva es disminuir las acciones contaminantes. Otro punto es utilizar la información de la calidad del aire y que los medios de comunicación lo reporten todos los días.
Para el investigador, lo que se tiene que replantear de fondo es el costo de vivir en una ciudad. “Los urbanistas calculan que una ciudad con más de dos millones y medio de personas, ya no cumple la función que origina, que es acceso a servicios, educación, diversión, y que deberían organizarse de manera que tengamos fácil acceso a todo esto.
“Urge que se regule el suelo, porque en nuestro país es común que se construya en sitios potencialmente peligrosos (como en El Salto y Juanacatlán) y que tengamos mejor planeación urbana; las fuentes de empleo deberían pulverizarse en distintos sitios”.
PERFIL
Álvaro Osornio
El doctor Álvaro Osornio Vargas es investigador del Instituto Nacional de Cancerología y profesor del Departamento Pediátrico de la Universidad de Alberta, Canadá.
Es licenciado en psicología, maestro en Ciencias Médicas y doctor en Investigación Biomédica por la UNAM. Sus estudios están enfocados principalmente en los efectos en la salud de la contaminación atmosférica.
En Estados Unidos hay un par de estudios que asocian la contamiación de las urbes con el cáncer de pulmón, debido a que en el aire hay distintas sustancias reconocidas por organismos internacionales como cancerígenas.
“La conclusión es que si esto existe, implica más cáncer en las personas. Pero es un vínculo difícil de establecer científicamente”, porque esta enfermedad es muy compleja, que se da cuando se conjuntan distintos factores como la constitución de genes, los hábitos de vida y la exposición a contaminantes ambientales, y es complicado comprobar qué lo genera directamente.
Por ello es que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Nacional de Cancerología y la
Universidad de Alberta trabajan actualmente con registros de cáncer en menores y la relación con distintos contaminantes en el ambiente.
Y aunque todavía no se ha podido comprobar la hipótesis, de lo que sí tienen certeza es que el cáncer en personas menores de 18 años se concentra en las ciudades, justo donde hay una mezcla de contaminantes. “En las zonas rurales es menor el problema, a pesar de haber fuentes industriales con emisiones cancerígenas”, resalta el experto en cáncer infantil, quien visitó Guadalajara la semana pasada.
Otro elemento que está comprobado es que en el aire hay sustancias cancerígenas como benceno, arsénico, cadmio, cromo y algunos volátiles orgánicos, que comúnmente se encuentran en el humo del cigarro.
— Ya sabemos que existen estos metales pesados en el ambiente, ¿no debería haber políticas públicas de prevención? Porque finalmente sabemos qué genera cada sustancia.
— Eso sería lo lógico y aquí viene lo interesante del problema. Lo que hacemos en Canadá se basa en lo que la industria reporta que emite al ambiente, sea ciudad o no. Pero por otro lado, en la mayoría de las ciudades sólo se monitorean contaminantes criterios y no se registran los cancerígenos. Entonces, en teoría, las industrias están reguladas y generan emisiones por debajo de la norma. Pero al final se juntan muchas emisiones chiquitas y no sabemos qué impacto tendrá en nosotros ese conjunto de contaminantes.
— ¿Pero cómo se determinan los niveles permisibles de emisiones si no sabemos el impacto en la salud?
— Es muy complejo porque las normas de emisiones no necesariamente tienen de respaldo un estudio sólido que lo justifique o no. En la plática que tuve (en su visita en Guadalajara), vimos que el reto de la ciencia es saber cuál es el resultado de muchas concentraciones chiquitas. Cuando se genere esa evidencia, lo ideal es que regrese a las autoridades que regulan las emisiones, en caso de que se detecte que afecta la salud de la población. Así es como debe construirse la normatividad.
— Imagino que conoce lo polémico que ha sido el tema de comprobar las afectaciones a la salud por el Río Santiago ¿Por qué es tan difícil comprobar que un contaminante genera cáncer?
— Lo difícil es que hay otros factores de cáncer que no estamos evaluando en la población, uno de ellos es el tabaco. Si reviso a población fumadora, habrá muchos niveles de cáncer, y si además coincide con otros cancerígenos en el ambiente, yo necesito otro estudio para sopesar qué tanto el problema es que son fumadores o que se debe a otros cancerígenos en el ambiente.
Otro problema es que hay grupos de individuos que genéticamente se desintoxican con más o menos facilidad. Y para casos como el que tienen aquí, requieren metodologías más sofisticadas para dar una respuesta con mejores argumentos que sopesen la participación de todos los agentes.
— ¿Y qué es lo que han encontrado del cáncer de niños en las ciudades?
— Que en las ciudades hay más casos de niños con leucemia y cáncer en el sistema nervioso. No hay nuevos tipos de cáncer, sólo hay más casos. Esto se da porque el cáncer es una célula que se reproduce sin control y en la infancia esos dos órganos son los que se desarrollan, lo que genera más riesgo de que las células pierdan el control.
— ¿No debería haber mediciones de metales pesados en las ciudades?
— Sí, es algo relativamente nuevo en Estados Unidos, y en la Ciudad de México se comenzará a monitorear. Pero la lista de cancerígenos es de más de 150 sustancias, no se pueden monitorear todos. Pero de entrada todas las ciudades deberían hacer estas mediciones.
— ¿Qué deberían hacer los ciudadanos y las autoridades para prevenir?
— La contaminación no es un problema sólo de la autoridad, es de todos, porque contaminamos de forma directa e indirecta. Y estas enfermedades son el costo de tener el estilo de vida actual. Así que la medida preventiva es disminuir las acciones contaminantes. Otro punto es utilizar la información de la calidad del aire y que los medios de comunicación lo reporten todos los días.
Para el investigador, lo que se tiene que replantear de fondo es el costo de vivir en una ciudad. “Los urbanistas calculan que una ciudad con más de dos millones y medio de personas, ya no cumple la función que origina, que es acceso a servicios, educación, diversión, y que deberían organizarse de manera que tengamos fácil acceso a todo esto.
“Urge que se regule el suelo, porque en nuestro país es común que se construya en sitios potencialmente peligrosos (como en El Salto y Juanacatlán) y que tengamos mejor planeación urbana; las fuentes de empleo deberían pulverizarse en distintos sitios”.
PERFIL
Álvaro Osornio
El doctor Álvaro Osornio Vargas es investigador del Instituto Nacional de Cancerología y profesor del Departamento Pediátrico de la Universidad de Alberta, Canadá.
Es licenciado en psicología, maestro en Ciencias Médicas y doctor en Investigación Biomédica por la UNAM. Sus estudios están enfocados principalmente en los efectos en la salud de la contaminación atmosférica.
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