En muy pocas ocasiones la gente recapacita sobre el origen de lo que consume y sobre las personas que lo producen, por lo que probablemente menos reflexione sobre la repercusión de sus acciones en su propio futuro, pues por diferentes causas las urbes han venido mermando las condiciones de su entorno y de la vida rural en el país, haciendo poco para impedirlo y favoreciendo un fenómeno que amenaza con revertírseles.
Sin saberlo, la mañana de este sábado se recordó la vida pasada de algunos pueblos que vivían del campo, durante la Quinta Asamblea Regional de Afectados Ambientales Jalisco, en el poblado de Huaxtla, en Zapopan. Al lugar asistieron representantes de comunidades que antes producían alimentos pero que ahora sólo intentan sobrevivir. Los presentes expusieron los problemas que existen en sus lugares de origen, lo que desgraciadamente ahora constituye la característica en común que los ha unido.
Uno de los organizadores, José Casillas, dijo que el fin de la asamblea era el de informar avances, pero sobre todo fortalecer a la organización hacia su interior, ya que se han percatado que los grupos, por sí solos, difícilmente son escuchados.
La reunión dio inicio con las voces de los nuevos integrantes, entre los que se encontraban los poblados de Atequiza y de Hacienda de El Lazo, pueblos que se unieron a Huaxtla, Ixcatán, Milpillas y otros.
Por parte de Atequiza, la queja fue hacia el río Santiago, contaminado a causa de las industrias instaladas a lo largo de su cuenca desde que el afluente sale de Chapala. La misma objeción de El Salto y Juanacatlán, quienes sumaron además su oposición al vertedero de Los Laureles, que controla Caabsa Eagle.
Por parte de Hacienda de El Lazo, Melquiades Espinoza se quejó de la contaminación del río Blanco a causa de las curtidurías: toda su parcela se secó y ahora lo único que resiste son los nopales, pero estos cultivos también comienzan a ceder.
En Huaxtla son alrededor de 500 habitantes. Teódulo Orozco contó que ya son diez años que el arroyo Grande de Milpillas recibe lixiviados (los “jugos” de la basura) del vertedero de Picachos. Desde hace cuatro años han insistido al gobierno de Zapopan que frene la contaminación, pero al ver que no les hacían caso, buscaron la unión con otros pueblos afectados.
En todos los pueblos al fondo de la barranca de Huentitán antes se vivía de la agricultura: mangos, ciruelos, aguacates, limones brotaban por doquier. Pero los árboles comenzaron a secarse. Ahora, con sus huertos secos, en Huaxtla a duras penas sobreviven con la siembra de magueyes y nopales.
Alfredo Celis es de La Soledad, y relató que sus penas son por el río del mismo nombre, también por lixiviados: la empresa Hazzar’s los vertió a finales de septiembre durante tres días en pipas. El río cambió de color y los peces comenzaron a morir. Levantaron la voz pero los ignoraron, así que decidieron unirse a sus vecinos de Huaxtla.
Melquiades Espinoza es uno de los antiguos pobladores de Hacienda de El Lazo, y al igual que sus tierras, el se aferra a la existencia. En su vida ha sido testigo de la muerte del río Blanco, que con él se llevó la vida de los más de mil árboles que había en su parcela: “El agua está bien cochina, pero también si uno no riega cómo come”, confesó. Antes lograba cosechar hasta 500 cajas de mangos, ahora ni una: “Se acabó todo, pero tan siquiera que lo vengan a sanear para ver si revive algo.”
“Y luego no quieren que uno se vaya a Estados Unidos”, dijo su amigo Francisco.
En el poblado de San Estaban ya pusieron sus barbas a remojar, pues aunque aún no es tal la contaminación del río Alticolte, en sus vecinos vieron que les puede ocurrir. Francisco Sánchez refirió que viven de la agricultura, pues aún tienen agua medio limpia. Sin embargo, ante la inminente llegada de un fraccionamiento de alrededor de quince mil viviendas (Mirasierra), creen que su tiempo está contado antes de que muera su forma de sustento, pues están casi seguros que llegarán al río sus descargas.
Durante la asamblea quedó patente que es la indiferencia de las autoridades ambientales lo que los enerva, pero se comenzaron a ver dejos de optimismo en su resistencia: “Un buen guerrero no tira el arma ni se jubila, y si pierde una batalla hoy empieza otra mañana”, dijo Nicolás Baltazar de Atequiza.
Una mujer tomó la palabra; “Ellos tomaron nuestras tierras, nuestro aire y nuestra agua, y en aras de más dinero y más poder, ahora están tomando nuestras vidas. Ya no es momento de lamentarnos, es momento de defendernos [...]. Es la hora de la lucha entre dos clases: los que lo tienen todo y los que no tienen nada”.
Mientras, los jaliscienses de las urbes, continuaban indiferentes a las voces de los que ya no tienen nada que perder.
Compromiso
Ante los representantes de las comunidades afectadas, Zapopan se comprometió a proponer a la siguiente Administración:
En Milpillas: sanear el arroyo Grande de Milpillas y construir un tanque de 20 mil litros.
En Mesa de San Juan: construir un centro de salud y una primaria en un terreno propiedad de la comunidad.
En San Lorenzo: construir un pozo de agua y redes de distribución.
En Ixcatán: renovar la red de agua y hacer un centro de salud.
En La Soledad: un puente en el Vado y un centro de salud.
En Huaxtla: construir un centro de salud y pavimentar la carretera al pueblo.
Guadalajara. Sergio Blanco