Jalisco es el principal productor nacional de carne de puerco; ninguna de sus 1,266 granjas cumple las normas ambientales
El costo ambiental de ser líder en chiqueros
El 1 de mayo pasado, el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez, y el gobernador, Emilio González Márquez, almorzaron gustosos unos tacos de carnitas en El Salto, en un acto donde respaldaron la campaña para promocionar el consumo de carne de puerco, y donde entregaron miles de pesos para apoyar a los productores, afectados por la cochina imagen que les dejó la influenza A-H1N1. A pesar de que estaban justamente en el epicentro de una de las regiones con más graves problemas por contaminación al medio ambiente de América, donde la porcicultura tiene gran parte de la culpa, nada se habló sobre estrategias, políticas o ayudas para que las granjas cumplan con las normas ambientales.
La razón por la que uno de los primeros actos oficiales de promoción para levantar el caído consumo de carne de cerdo se haya realizado en Jalisco es sencilla: la entidad es líder nacional en esta actividad, aporta 23 por ciento de las 1.4 millones de toneladas que representa la producción de la porcicultura nacional al año. Pero resulta revelador combinar esa estadística con dos datos aportados por la Procuraduría Estatal del Medio Ambiente (Proepa): ninguna de las 1,266 granjas en el estado cumple con todas las normas ambientales, y la mayoría de sus vertidos de excrementos, orina y sangre van a dar al maltrecho río Santiago. (Público, 15 de mayo de 2009)
Un estudio realizado en 2006 por la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento (CEAS), advierte que “las granjas porcícolas ocasionan un severo impacto en los ríos Santiago y Zula, las cinco instalaciones caracterizadas vierten una carga de DBO [demanda biológica de oxígeno] equivalente a 200 mil personas”, mucho más que las descargas industriales.
Graciela González, integrante de la organización Un Salto de Vida, explica estas estadísticas señalando que tan sólo ese puñado de granjas son capaces “de producir la demanda de oxigeno en el agua, lo mismo que demandaría la excreta de 200 mil humanos”.
En la lista de las principales descargas tóxicas al río Santiago detectadas por ese estudio aparece en el primer lugar precisamente una empresa porcícola, granjas Genpro (una de las más grandes productoras en el estado), siendo además la única fuente con una “toxicidad aguda elevada”. En menor medida, pero también con niveles de “toxicidad aguda significativa” aparecen descargas de la granja Venagen y de otra productora sin identificar.
En el caso del río Verde, se identificaron cinco descargas con toxicidad “elevada” de granjas porcícolas y nueve con toxicidad significativa.
La contaminación que genera la cría y matanza de cerdos no sólo impacta al agua, sino también a la atmósfera (el excremento genera gas metano, que es fuente del calentamiento global) y al suelo.
Graciela González comenta que las granjas, junto con los “obradores” y los rastros, descargan al Santiago no sólo excretas sino también “las vísceras, la sangre, todo se va al río, y está también una repercusión importante en contaminación del suelo”, pues en temporada de estiaje, muchas veces las vísceras y los restos de los cadáveres permanecen en tierra, a cielo abierto.
Agua que no haz de beber
Si usted siente lejanos los impactos en estas cuencas, agárrese: es posible que el flujo de los chiqueros llegue hasta su regadera o lavabo.
“Una buena parte de lo que se recorre del canal de Atequiza, que viene saliendo de Chapala hacia el Periférico, al lado de la presa de Las Pintas […] tiene tramos que son de descarga no solamente de porquerizas sino también de fraccionamientos y de otro tipo de empresas que no son para nada limpias. La gente de La Capilla nos ha referido que hay temporales, como ahora de estiaje, donde el olor del canal se hace muy pronunciado, es olor a descomposición y tristemente esa agua va a dar hacia el abasto, según tenemos informes del SIAPA, hacia la zona metropolitana de Guadalajara. Cuando hay desabasto del subsuelo o de otros recursos hidráulicos, se potabiliza y manda a la ciudad agua del canal de Atequiza para consumo humano”.
Pero las autoridades minimizan el impacto en la salud de la población de los múltiples focos de contaminación por la porcicultura, pues la Secretaría de Desarrollo Urbano asegura que, en lo que a sanidad al interior de las granjas se refiere, todas las empresas cumplen los estándares nacionales e internacionales, y la Proepa dice que el único efecto sobre las miles de personas que viven cerca de las porquerizas es el “desagradable olor”,
La activista considera que el principal peligro que corren los vecinos de granjas y rastros “es de índole bacteriológico, poniendo en riesgo inmediato a la salud sin necesidad de que haya una transferencia de contaminantes […] La verdad es que creo que debe de haber un riesgo per se, lo que hemos sabido nosotros es que, por ejemplo, si se muere un animal por la causa que sea, no tiene una disposición final segura, seguro que van a un vertedero sin control. Creemos que la generación de microbios o de bacterias no está controlado, no creo que haya la incineración de esos cuerpos de manera segura, que es lo que señala la ley”.
Momento de cambio
Activistas como Graciela González consideran que la epidemia de influenza A-H1N1 debe servir de alerta para remediar el grave costo ambiental que ha llevado a Jalisco al liderato en porcicultura.
En ese sentido, opinó que las autoridades deberían generar “una infraestructura real de pequeña escala” donde se puedan juntar las granjas pequeñas. “De todos los porcicultores pequeños, es una gran cantidad la que está dispersa entre la comunidad, entonces, asegurar que el consumo de esa carne es sano, no es posible”.
Reconoció que hay productores “muy chambeadores” que han hecho esfuerzos para establecerse en regiones alejadas de asentamientos poblacionales, “decían ‘queremos nuestro propio espacio y que no nos pongan fraccionamientos que luego nos tengan que correr porque ya se vino la gente a vivir encima de nosotros y les causamos una molestia’. Ellos estaban buscando la manera de ser cumplidos, pero creo que los recursos [públicos] nunca llegan a esa gente, siempre llegan a los grandes”.
Genaro González, encargado de Gestión Ambiental en la Unión Regional de Porcicultores de Jalisco, también considera que “definitivamente” el actual es un buen contexto para remediar los problemas de contaminación ambiental de esta actividad, y coincide en que “hace falta que nos den más permanencia, que nos den más zonas donde podamos estar sin que estemos cerca de las personas”. Defendió a las granjas afirmando que las poblaciones aledañas se establecieron después de que estaban instaladas las porquerizas.
Sea quien sea el que se instaló primero, lo cierto es que granjas y asentamientos humanos no son una vecindad sana, y que ahora, cuando se reconoce que ninguna porqueriza cumple con todo lo que exigen las normas ambientales, parece buen momento para que empresarios y gobiernos empiecen a empujar programas que permitan limpiar también la imagen ecológica de esta actividad.
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