1.3.09

¿ QUIEN ES EL SUJETO ?

¿Quién es el sujeto?
Luego de seguir y analizar los acontecimientos, debates y discusiones en las últimas semanas en el escenario social y político de Jalisco, una de las preguntas de fondo que nos podemos plantear y sobre el cual es necesario reflexionar versa sobre ¿quiénes son el sujeto de la transformación social?, ¿quiénes son los verdaderos protagonistas de la historia?, ¿dónde se fragua el cambio social? En un contexto sociopolítico donde están emergiendo múltiples movimientos, protestas, iniciativas, demandas, exigencias, movilizaciones, propuestas, resistencias, pronunciamientos y críticas, es imprescindible discernir quién es el sujeto y desde dónde surgen las resistencias y la construcción de alternativas. Quizá como nunca aparece un sinnúmero de actores sociales y políticos que se proclaman como los dueños de las causas, que se presentan como los que enarbolan las demandas y que se asumen como los grandes protagonistas de los procesos sociales. Esta situación nubla la vista y no nos permite reconocer quiénes son los sujetos de los procesos sociales. El afán de responder a este cuestionamiento y parafraseando una de las parábolas evangélicas, nos lleva a intentar separar el trigo de la cizaña.
Un modo de proceder cada vez más socorrido por organizaciones civiles, grupos de asesorías, agentes externos, grupos de académicos y por supuesto la clase política, es acercarse a los colectivos sociales que sufren de la violación de sus derechos o que resisten ante los embates del capital y del Estado para “ofrecer sus servicios”. Varios de ellos, con un genuino interés de aportar a las luchas sociales y la resolución de situaciones problemáticas, dan su solidaridad, su apoyo y en algunos casos su asesoría técnica y especializada. Pero en estos acercamientos vemos con mayor frecuencia ciertos elementos que pueden generar conflictos y propiciar mayores problemas.
Con la simple aspiración de generar un debate constructivo al respecto, planteo una serie de reflexiones en torno al método de intervención, la construcción del sujeto y el desarrollo de la autonomía, y la elaboración y puesta en marcha de alternativas a la crisis civilizatoria.
En lo referente al método de intervención, el primer principio no es llegar y ofrecer, más bien es ser invitado a hacer. La pauta de acción no la dirige quien llega de fuera, sino quien está adentro y partiendo de acuerdo con sus posibilidades, potencialidades y saberes. No se trata de hacer lo que conviene, sino lo que se necesita desde las aspiraciones de las comunidades y las personas que tienen el problema. No se trata de poner la agenda, sino de seguir la agenda que ya se generó a propósito del conflicto. No se trata de suplir la acción de los sujetos, sino de colaborar para que su acción sea más potente. No se trata de dar voz a los que no tienen voz, se trata de escuchar la voz que ya existe y darle la difusión. No se trata de hacer boletines de prensa llenos de logotipos, se trata de que se visibilice el sujeto de la acción. No se trata de imponer los ritmos y tiempos de acción, se trata de respetar las formas y los tiempos que ya tienen las comunidades. El sujeto es aquel que sufre la violación de sus derechos, que resiste ante las situaciones de muerte y que frente a ello emprende una acción de defensa y reivindicación. No es el que ayuda, ni el que asesora, no es el que no vive allí, no es el que algún día se irá.
Pero además, ese sujeto social sólo se construye a partir de su propia acción y entre más autónoma sea ésta y se reconozca como tal, mayor es su conformación. Con frecuencia se ponen modelos ideales de lo que tendría que ser un sujeto social tomando como parámetros los dictados de las teorías políticas, que por la vía de los hechos construyen medidas para ponderar los grados de organización e incidencia de una comunidad. Es comparar un proceso social vivo con una elaboración teórica externa. Quizá el simple hecho de hacerlo como una forma de análisis no tiene problema, pero cuando esos postulados se convierten en la directriz de la acción, es cuando se generan los conflictos. Entonces ya no es la construcción de un sujeto de acuerdo con sus propios parámetros y necesidades, es más bien la intentona de probar un marco teórico para concluir que una colectividad ahora sí es un actor social. ¿De qué le sirve a un pueblo indígena ser considerado un actor social si aún no tiene agua? Y por otro lado, ¿de qué sirve tener agua si no hubo un proceso de autorreconocimiento y de toma de decisiones de forma autónoma? Allí está la complejidad del asunto. De aquí se desprende un reto para aquellos que “llegan a los procesos” y consiste en fomentar la construcción del sujeto y evitar las tentaciones ya descritas.
Un tercer elemento es que en esas lógicas de resistencia y defensa, que se muestran en las acciones de los sujetos sociales, van mezcladas comúnmente “semillas de futuro” y experiencias concretas que proponen una real alternativa a la crisis civilizatoria en la que estamos inmersos. En la defensa y la resistencia hay creación, innovación, inventiva, desarrollo y cuestionamiento profundo a las formas como actualmente nos relacionamos. A veces la “incidencia” que se propone desde fuera invisibiliza estas propuestas novedosas, e incluso las termina subordinando a lo que proponen “los que saben”. Quizá, más que llegar a hacer, se trata de recuperar lo que ya se hace y redimensionarlo para compartirlo. No se trata de dictar el plan de acción, sino de escudriñar sobre las prácticas sociales que posibilitan la resistencia y la defensa.
Con la lógica antes descrita, no son todos los actores visibles los sujetos de la acción, y éstos actores sociales y políticos sólo tendrían sentido en cuanto colaboradores de los sujetos. De otra forma, su “incidencia” podría ayudar en lo inmediato, pero sin duda se convertiría en un obstáculo para el desarrollo y la construcción de los sujetos sociales. ¿Quiénes son unos y quiénes otros? Quizá con las reflexiones que propongo podamos desentrañarlo.

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