El triste teatrito
Huizapol
Myriam Vidriales
2009-10-02•Acentos
Primer acto. Luego de haber sobrevivido toda suerte de vendavales, y ser un niño sobreprotegido del sistema panista, que lo único que no aguantó fue la cuenta de los chocorroles que el señor se comió a costa del erario público, por fin, después de tres años de absoluta ineptitud e impunidad, Alfonso Gutiérrez Carranza, secretario de Salud, salió despedido de su cargo, aunque la versión oficial es que lo dejó por motivos de ídem. Dejó atrás el ocultamiento de cifras cuando se detonó la epidemia de influenza y de la epidemia de dengue que hoy sobrepasa los quince mil casos probables; la muerte del niño Miguel Ángel López Rocha, debida a la contaminación por arsénico de las aguas del río Santiago, enorme problema de salud que al señor le importa un sorbete; la polémica por negarse a aplicar la norma oficial que prohibía la comida chatarra en las escuelas (en ese momento su adicción era desconocida), entre otras joyas.
Segundo acto. En un salto político digno de la más rancia tradición chapulinera, Alfonso Petersen, alcalde de Guadalajara, logró zafarse de lo que prometían ser los peores meses de su administración y ser reconocido como el único funcionario público en este estado capaz de deshacer el desgarriate de Gutiérrez Carranza y convertirse, de la noche a la mañana, en el único médico de Jalisco capaz de hacer algo por nuestra salud pública. Así, para salvar una pieza de su ajedrez, el gobernador lo invitó a tomar el lugar de Gutiérrez Carranza al frente de la Secretaría de Salud. El doctor Petersen, en un trágico gesto que habla de la calidad de sus convicciones democráticas y demuestra, una vez más, que en este país los ciudadanos no cuentan para nada, dijo rápidito que sí y dejó a la comuna en manos de un regidor cuya máxima colaboración para el bien común ha sido la de ganar el Récord Guiness por tener a la mayor cantidad de personas dando un discurso al mismo tiempo. El doctor aprovechó la confusión para de una vez zafarse de la losa que significan los Juegos Panamericanos, cuya dirección se supone que encabezaría. ¿Cómo? Si son tan buenos para los tapatíos, ¿por qué no son buenos para él?
Tercer acto. Este lamentable teatrito político demuestra que el sistema que hemos tolerado sirve perfectamente para que los que detentan el poder se sirvan del mismo para cuidarse entre ellos mientras los ciudadanos nomás los miran sin poder hacer nada. La cosa ha llegado a tal grado que ya ni siquiera hay disimulo, nadie se preocupa por dar una explicación creíble, ni por guardar la mínima compostura hacia los imbéciles que emitieron un voto y creían que a cambio recibirían un compromiso. O dicho de otro modo: los del voto nulo y los abstencionistas tenían la razón.
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