Los movimientos sociales en España vistos desde México
En memoria de Ramón Fernández Durán
Durante las dos últimas semanas hemos sido testigos de grandes movilizaciones sociales en España y de un proceso de elecciones autonómicas y municipales. Miles de personas se congregaron en distintas ciudades españolas (la más emblemática son los indignados de la Puerta del Sol) para mostrar su descontento frente al modelo económico y el sistema político de aquel país y a la par, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sufrió una estrepitosa derrota electoral ante el Partido Popular (PP) que recobró muchas posiciones de gobierno. Desde mi particular punto de vista hay tres procesos distintos que confluyeron en esta coyuntura social y que están dando como resultado lo que tenemos al día de hoy, pero vale la pena identificar estas tres dinámicas, porque su significado en el largo plazo es muy distinto.
La primera y las más obvia es el voto de castigo que la ciudadanía española le propinó al PSOE por la severa crisis económica por la que está pasado aquel país; por doblegarse a las políticas económicas de la Unión Europea, por la restricción del gasto social y otras razones que se convirtieron en motivos suficientes para que buena parte del electorado español se volcará en contra del partido de José Luis Rodríguez Zapatero. No es la primera vez que sucede esto, en 2004 luego de los atentados en la estación de Atocha, José María Aznar pretendió engañar a las y los españoles tratando de adjudicar el hecho a la organización vasca ETA, sin embargo poco antes de las elecciones se descubrió que este atentado había sido obra de Al Qaeda, la información se difundió rápidamente y los españoles castigaron en las urnas al entonces presidente de España. Ahora parece que sucedió lo mismo pero en sentido inverso. Esta dinámica denota que una buena parte del electorado español utiliza su voto como refrendo o castigo a la clase política y estas elecciones no fueron la excepción.
Una segunda dinámica, mucho menos presente que la anterior, son los que hartos del sistema bipartidista que por la vía de los hechos existe en España (PSOE-PP), propone el voto por los partidos pequeños o alientan a que las personas voten blanco. Habrá que decir que en este país sí existe una diferenciación entre el voto nulo y el voto blanco, el primero se atribuye a errores a la hora de emitir el sufragio, el segundo es la expresión ciudadana de alguien que vota conscientemente, pero no le da su voto a ningún partido. Esta distinción permite que el voto blanco sí sea tomado dentro de la votación válida y por lo tanto repercute en la designación de los cargos de elección popular. Para estas elecciones autonómicas y municipales el voto blanco aumentó. En anteriores procesos electorales el voto blanco alcanzaba el 1.5 por ciento de la votación, el 22 de mayo pasado esta cifra aumentó al 2.54 por ciento, es decir que en términos relativos aumentó en poco más del 65 por cierto con respecto a las últimas elecciones. En esta dinámica las personas aún creen en el sistema político y en las elecciones, sin embargo su diagnóstico de la clase política es muy sombrío y consideran que finalmente todos son iguales y que ninguno de los candidatos y partidos propuestos merece su voto. Esta posición es mucho más crítica que la anterior y apuesta a que la clase política entienda que su forma de proceder es reprobable y que el voto blanco es una llamada de atención muy grande que los tendría que hacer rectificar su forma de proceder.
La tercera dinámica es la que prevalece en los indignados. Para ellos el sistema económico y político está en franca crisis y es necesario generar otro modelo de desarrollo. Recordemos que uno de los problemas más graves de aquel país es el desempleo, que sobre todo afecta a los jóvenes, ya que poco más del 40 por ciento de este sector no tiene trabajo remunerado y precisamente buena parte de los que han tomado las plazas públicas son precisamente ellos, las y los jóvenes. La demanda de “democracia real, ya” es una expresión que supone que el sistema político no da para más, que es una simulación y que toca construir otra cosa. Para este numeroso grupo de personas las elecciones no son el espacio de lucha y debate, y por eso les tiene si cuidado lo que suceda en este ámbito, por lo que no se consideran los responsables de lo que aconteció el domingo pasado. Por el contrario, creen que la construcción de un espacio público distinto, es donde está el germen de una España diferente. Poco más de un tercio del electorado español no acudió a las urnas, con lo cual se ratifica que para uno de cada tres españoles ni siquiera merece la pena el emitir un voto. Los indignados más que comulgar con las expresiones que promueven el voto blanco, proponen cambios más radicales y en ese sentido son más cercanos a lo postulados del neozapatismo. Las demandas que tienen abarcan cambios sustanciales al modelo económico, al sistema político e incorporan la agenda ambiental como un eje central en sus planteamientos.
Son tres dinámicas distintas que confluyeron en una sola coyuntura, que sin duda denota una crisis social muy profunda y un hartazgo de las y los españoles ante su clase política. Sin embargo habrá que seguir el movimiento de los indignados porque su propuesta va mucho más allá de lo electoral y es una muestra de que se están tejiendo una serie de relaciones sociales, debates y propuestas que no tienen como pretensión castigar o imponer a un determinado partido político, más bien se trata de construir otra España. Una de la conclusiones preliminares que podemos obtener de estos sucesos y agregando lo que pasa en México, es que los sistemas políticos basados en democracias representativas están en crisis y las movilizaciones sociales que se multiplican son una prueba de ello. Quizá estemos ante el inicio del colapso del sistema político que por muchos años ha sostenido al capitalismo en el mundo.
En varios de los múltiples discursos que se pronunciaron en la Puerta del Sol se recordó a Ramón Fernández Durán, académico, intelectual y militante, miembro de Ecologistas en Acción y Maestro (lo pongo con mayúsculas porque así lo amerita) de muchos españoles, pero también de muchos latinoamericanos, entre ellos el que escribe este texto. Ramón enseñó e iluminó el camino de muchos de nosotros y sin duda si estuviera vivo sería parte de los indignados de la Puerta del Sol. Descanse en paz nuestro Maestro y amigo Ramón. Para los que tuvimos la dicha de conocerlo y compartir con él muchas reflexiones, una de las mejores formas de recordarlo es leyendo una de sus principales obras: La explosión del desorden.
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