Claudia Briseño, el ejemplo de una luchadora social
Informador Redacción / VGMC/El Informador
En los límites de Tonalá y El Salto se encuentra una de las delegaciones más antiguas de la Cuna Alfarera: San Francisco de la Soledad, un lugar donde la pobreza y la falta de oportunidades no se pueden esconder. Allí, el oficio que muchos de los hombres realizan es el de custodios del Centro Penitenciario de Puente Grande, mientras las mujeres se dedican al cuidado de los hijos y la limpieza del hogar.
En una de esas casas humildes vive Claudia Briseño Torres, que desde hace 15 años se ha dedicado a dar clases a niños, jóvenes y mujeres adultas que no saben leer ni escribir, pasión que su madre, María Esperanza Torres, “la maestra More”, le heredó a pesar de no tener una preparación docente.
La “maestra” Claudia, como ha sido nombrada por sus alumnos, de manera voluntaria y gratuita, todos los lunes de 17:00 a 20:30 horas imparte sus clases bajo un tejaban que su marido acondicionó para que ella instalará su estética en el patio de su vivienda. En ese pequeño espacio, que ha sido acondicionado con donaciones de pupitres viejos, la también madre de cinco niñas decidió seguir con la vocación de forjadora social a pesar de tampoco tener los estudios, el dinero, el espacio suficiente y la aprobación de su pareja.
“Cuando yo estaba chiquita veía a mi mamá y decía: ‘Ya quiero crecer porque yo también quiero ser maestra’. Me gusta ayudar a las personas para que aprendan a salir adelante porque veía sus casos también muy tristes, pues no tenían ni para comer”.
Claudia Torres recuerda cómo su madre, que padecía la falta de recursos, se esforzaba en apoyar a los niños y jóvenes desamparados que no asistían a la escuela. Ella, además de impartir clases, también les daba en ocasiones de comer y para su pasaje.
“Mi madre les decía: ‘Ándale hijo, acá tenemos un taquito, acá todos comemos’. Pero los niños le respondían: ‘Maestra, pero usted no tiene dinero’. La respuesta de ella era: ‘Ni modo hijo, aquí todos nos echamos la mano’”.
Desde ese momento y siguiendo con la educación que su madre le dio, Claudia entendió que no importaba cuánto tuvieras para apoyar a su comunidad, lo que estuviera en sus manos lo tenía que dar. Por ello, ahora durante su caminar, al encontrarse con alguien, lo invita a su pequeña aula de aprendizaje.
Los días de clases, por lo menos 15 personas, sobre todo mujeres, asisten al salón improvisado donde además de aprender a leer y escribir, también Claudia imparte clases de primeros auxilio y ofrece pláticas de diversos temas que se enfocan específicamente en mejorar el autoestima de las amas de casa y la relación familiar; y hasta realizan actividades a favor del medio ambiente, como la creación de bolsas para el mandado, de material reciclado, que serán intercambiadas en los mercados por las tradicionales bolsas de plástico.
El esfuerzo
Claudia, a sus 35 años, está por terminar el bachillerato. Aún sueña en cursar la carrera de medicina, con el propósito de seguir ayudando a su comunidad.
Ese mismo camino lo está siguiendo ahora su hija Fernanda Pérez Briseño, de apenas nueve años, quien también es llamada “maestra”, pues a los pequeños les enseña sus primeras letras, los colores y les dedica un tiempo para jugar.
Para Claudia, lo más gratificante es saber que un joven que toma sus clases no está perdiendo su tiempo ingiriendo bebidas alcohólicas o cometiendo delitos; también que una ama de casa se sabe querer y no deja que su marido la siga humillando.
De manera indirecta, el Ayuntamiento de Tonalá se ha involucrado en su trabajo haciéndole entrega de reconocimientos, tanto a ella como a sus alumnos destacados. Además, en ocasiones otras voluntarias de los programas sociales que impulsa el gobierno se hacen presentes para impartir algunas de las pláticas.
Claudia es un ejemplo a seguir.
FRASE:
“Cuando estaba chiquita veía a mi mamá y decía: ‘Ya quiero crecer porque también quiero ser maestra’. Me gusta ayudar a las personas para que aprendan a salir adelante”
Claudia Briseño Torres.
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