¡ESTAMOS HASTA LA MADRE!
Vie, 06/05/2011 - 18:14 —ESTAMOS HASTA LA MADRE....
¿Qué es lo que estamos entendiendo como violencia? Cada día la lidiamos, la sufrimos, la enfrentamos, de tantas formas y fondos. Sin embargo, solo nos permiten hacer evidente la violencia por balas, por muertes inesperadas que están acosando nuestra vida diaria.
Estamos hasta la madre por estar en medio del caos, del desastre impuesto, no como un ciclo natural, sino a causa de la ambición. Toda nuestra vida, todos sus ámbitos están trastocados; no somos libres, estamos secuestrados, no podemos seguir haciendo lo que queremos hacer. Mientras la industria local tiene toda el agua que quiera, en El Salto, los habitantes perdemos la libertad por andar acarreando el agua que nos es negada o cerrando las puertas a la hora exigida por bandada de zancudos que nos asechan, o bien por andarlos matando a media noche y lidiando con los fuertes olores nauseabundos con el afán de despertar sobrios para ir a trabajar y que las máquinas no nos mochen las manos.
Estamos expuestos a una violencia, que contradictoriamente a la repentina que nos convoca hoy, la violencia cotidiana entre nosotros es lenta, permanente, pero además, reconocemos, cómo el pueblo esta temeroso. Es un secreto a voces quiénes mandan ahora, para acabarla de fregar… Y encima ahora también tenemos nuestros muertos, asesinados por las formas modernas a la narco. Muchos de ellos sin tener salida; por no querer entrarle, malo, por entrarle, no salieron. Y te preguntas ¿Por qué tan cercanos a nuestras familias? Antes eran pláticas de gente ajena, ahora son nuestros parientes y amigos.
Como un acto necesario de aclarar las cosas, nos decimos y les decimos ¡estamos hasta la madre! De que no haya tranquilidad, de vernos acosados por las muertes a causa de la corrupción del estado y sus instituciones. El narcotráfico existe en realidad, pero no en los términos en los que nos lo han planteado los capitales, los vemos aquí a todos los zombies, a nuestros muertos vivientes, sin voz. Pero no convence que el Estado pretenda interesarse por ellos, queriendo aparentar ser nuestro salvador.
Han conseguido desviar la atención para que no podamos denunciar el robo de los medios de subsistencia con los que contábamos naturalmente; obligándonos sin darnos cuenta a ser mano de obra barata, esclava, con tantos anuncios cada cinco minutos diciéndonos que van triunfando, que ahora tengo más salud, porque ahora hay más hospitales, aunque me sigan dando leche transgénica que me va a enfermar. Ellos dicen asistencia social, y nosotros decimos ¡Chingaderas!
Chingaderas que son acogidas por los nuestros, violencia institucional.
Estamos hasta la madre de que el sentido común no esté en nuestros ojos, de que sistemáticamente hayan trabajado para que perdiéramos el sentido de las cosas, tener que lidiar con las consecuencias y que nunca se haga nada para detener las causas, de que todos estén viendo el negocio en la contaminación, en la escases y en la ¨remediación¨ de los ecosistemas de los lugares donde queremos estar, de que nos tengan permanentemente contra la pared, amenazados por el desalojo obligado, dándonos cuenta que la problemática en la que estamos inmersos no tenderá a disminuir sino que va a más, que los médicos nos digan, que si queremos aliviarnos nos tenemos que ir de El Salto y Juanacatlán, de que nuestros niños y jóvenes estén creciendo bajo la dictadura de la normalidad, que no puedan imaginar un paisaje menos devastado que los canales de aguas negras, que las inmobiliarias sigan haciendo más negocios infrahumanos, metiendo a más gente a envenenarse en este territorio.
Hartos de los espectáculos electorales, que te retacan los sentidos, hablando de la mentira de la democracia, que inhiben los procesos de organización en las comunidades, barrios, en los pueblos.
Estamos hasta la madre, de que no podemos vivir por andar en la sobrevivencia a causa de los horarios de trabajo, los salarios de burla, los hostigamientos laborales, de tener que callar el envenenamiento de nuestra tierra, agua y aire por la empresa para la que trabajamos.
La violencia profunda es cotidiana, estos últimos años nos hemos esforzado por comprender qué fue y qué es lo que nos pasa, quienes son los autores de esta violencia permanente que nos tiene exhaustos y, al mismo tiempo, amortiguados, solos, apendejados. Esta convocatoria no es precisamente atender al llamado por la exigencia de una figura para otros, sino que pueda ser un llamado hacia adentro, para nosotros mismos como una forma de entendimiento para que podamos después empezar a parar; es una convocatoria a lo interno, y en esa medida la atendemos para escucharnos mutuamente y reconocer que esto no es una locura, que la sintonía no es equívoca.
Estamos hasta la madre y quisiéramos decir más cosas; estos son solo algunos pensamientos que sabemos que están sobre la mesa de muchos.
Agrupación Un Salto de Vida
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