En Jalisco la pobreza gana terreno
Colonia Ferrocarril. En esta vivienda ubicada en la Calle 5, una familia padece los estragos de la pobreza. Informador Redacción
- El Coneval informa la cifra de personas que viven en situación vulnerable en México
María es una mujer que vive con menos de 25 pesos al día para mantener cuatro bocas. Una historia que se repite
GUADALAJARA, JALISCO (30/JUL/2013).-
“Cuando era chica yo decía que iba a ser rica, que me iba a casar con
alguien con dinero… ahora quiero aprender por pena, porque no me gusta
que mis hijos sepan que su mamá no sabe leer”, dice María del Carmen
Mendoza Cabrera, una mujer dedicada de vez en cuando al comercio
informal que ve cómo la miseria es la única que crece en su casa.
Son las tres de la tarde y María está preparando la comida: zanahorias hervidas. Su familia vive del sueldo de un empleado de comercio que está a punto de irse. “Mi viejo ya se quiere divorciar y, pues, yo no sé ni leer ni escribir… ya ni me quieren dar trabajo en ningún lado”. Ella ha pasado de ser pepenadora, hasta ayudante de un taller de torno. Dice que de todos lados la han tenido que correr por su situación: es analfabeta.
El (des)empleo
Dicen los estudiosos del tema que una persona vive en pobreza extrema cuando tiene tres o más carencias sociales y percibe un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo. Pero María no es estudiosa del tema y aun así es experta. Ella sabe lo que se siente la pobreza: comer carne una vez al mes, vivir de la basura que arrojan a los botes, verse segregado socialmente porque en su caso no existe la guardería, seguro social, pensión, vacaciones, aguinaldo, días de asueto, vales de despensa. Nada. La miseria es ser nada en algún sitio del mundo que nadie quiere ver.
Zygmunt Bauman, el estudioso de la modernidad y quien acuñó el adjetivo “líquido” para estos tiempos, podría tener razón: no es lo mismo ser pobre en una sociedad que empuja a cada adulto al trabajo productivo, que serlo en una sociedad que, gracias a la enorme riqueza acumulada en siglos de trabajo, puede producir lo necesario sin la participación de una amplia y creciente porción de sus miembros.
“Una cosa es ser pobre en una comunidad de productores con trabajo para todos; otra, totalmente diferente, es serlo en una sociedad de consumidores cuyos proyectos de vida se construyen sobre las opciones de consumo y no sobre el trabajo, la capacidad profesional o el empleo disponible. Si en otra época ‘ser pobre’ significaba estar sin trabajo, hoy alude fundamentalmente a la condición de un consumidor expulsado del mercado. La diferencia modifica radicalmente la situación, tanto en lo que se refiere a la experiencia de vivir en la pobreza como a las oportunidades y perspectivas de escapar de ella”
Números rojos
María cuenta que cuando tenía seis años, ella y su hermana tuvieron que quedarse bajo el amparo de su abuela porque su madre fue detenida y arrestada. “La encerraron un montón de años”. Cuando su madre salió vio que sus hijas ya eran mujeres maduras con criaturas a las que no les importó ir a la escuela en la infancia. “No, pues yo tenía seis años, a mí me gustaba andar haciendo vagancias, la escuela no era lo mío, nomás fui como cuatro meses”.
A los 16 años tuvo a su primer hijo, quien tuvo problemas auditivos al nacer. “Nunca escuchó nada y hasta el momento ni lo podemos llevar al doctor, porque no hay dinero”. ¿Y sabe leer o escribir?, se le pregunta. “No, la única que sabe leer ahorita, y ahí más o menos, es la niña de seis años y el de ocho, que son los que se ponen rejegos cuando me toca mandarlos a la escuela”. Es lógico, los niños quieren ser como sus héroes en el hogar: un padre ausente y una madre que sólo puede escribir María “y las iniciales de mis apellidos”.
Los 14 perros que cuidan su casa no tienen nombres, pero no hace falta, todos obedecen al primer grito y como buena manada ladran a cualquier intruso. La casa de María no fue censada por el Inegi, pero el Ayuntamiento de Guadalajara le puso una calcomanía en el tablón que tiene como puerta, que dice “casa entrevistada”.
Al preguntarle si tiene luz, ella dice que “sí”, una mujer de piel morena nacida el 23 de septiembre de 1982. “Tenemos drenaje, agua, luz, piso de cemento… nomás el techo es de lámina y vivimos ocho personas en la casita”. Y abre el portón que su abuela, callada y taciturna, cuida como vigía. Adentro, una casa de no más de 40 metros cuadrados donde se escucha Valentín Elizalde y su voz chillona, quien entona una canción donde vende papas.
“Mi abuelita me decía que para qué estudiábamos, si después iba a venir alguien para mantenernos, que las viejas nomás servimos pa tener chiquillos, ya ves cómo son las viejitas; y ahora con este (su esposo) que ya me pidió el divorcio, ¿qué voy a hacer con mis chiquillos?”, y se ríe entre el nerviosismo y la desconfianza. María no ha dejado de partir la zanahoria que lleva en su mano izquierda mientras que con la derecha empuña un cuchillo. Sus ojos son ahora más cristalinos.
“Una vez llevé a mi niño de 13 años, el que tiene el problema éste (sordera), y me dijeron que ya no podía meterlo a estudiar porque ya estaba muy grande para empezar la secundaria… pero yo les decía que si no aprendía qué va a pasar el día que yo ya no esté para él”, pregunta angustiada María.
El hubiera no existe
Ella lo ignora, pero hemos escrito en la libreta que ella quisiera poder ser atendida por las autoridades, que vive en la calle 13 de la Colonia Ferrocarril, que su hijo sordo se ve aún más triste sin un uniforme escolar. Que vive en Guadalajara y que no hace falta cruzar el Periférico para ver cómo la vida sin saber leer o escribir es más dura de lo que parece.
Si María tuviera trabajo formal, seguro ganaría muy poco, porque no tiene un papel que ampare sus destrezas. Durante junio pasado se generaron dos mil 519 puestos de trabajo formales en el país, cifra nueve veces menor a la observada durante el mismo mes de 2012, lo que representa el nivel más bajo para un periodo similar durante la última década, de acuerdo con cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
En lo que va del año, el número de plazas generadas asciende a 295 mil 378, el monto más bajo después de la cifra registrada en 2008, año previo a la crisis.
El sueño dorado
El costo de la canasta básica en junio de 2013 fue de poco más de seis mil 900 pesos. Tan sólo en Jalisco, seis de cada 10 habitantes perciben tres salarios mínimos o menos, por lo que no le alcanza para adquirirla, explica Héctor Luis del Toro Chávez, profesor investigador del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA).
Durante el primer semestre de 2013, los 121 artículos que integran dicha canasta reportaron una inflación —incremento en el precio— promedio de 4.22 pesos por cada 100 pesos. De los 23 grupos de artículos considerados, 19 registraron aumento: los más significativos fueron las verduras y las legumbres, el pescado, las carnes frías y el huevo.
Sí, hace mucho tiempo que las verduras y los frijoles dejaron de ser básicos y se convirtieron en un lujo. Un lujo cada vez más lejano para gente como María, que comerá zanahorias cocidas.
CIFRAS DE 2012 REPORTADAS POR EL CONEVAL
Hay 53.3 millones de pobres en el país
El ex Presidente Felipe Calderón dejó una herencia de 53.3 millones de pobres en México, 11.5 millones de personas con pobreza extrema y aumento de habitantes con carencia de acceso a la seguridad social, ingreso inferior a la línea de bienestar y población que gana menos de lo que cuesta la canasta básica.
El secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Gonzalo Hernández, presentó ayer los resultados de la medición de la pobreza 2012, estadísticas que denotan aumento de los pobres en el país, al pasar de 52.8 millones de personas en esta situación en 2010 a 53.3 millones en 2012.
Comentó que en términos porcentuales el número de pobres disminuyó de 46 de cada 100 personas en esta situación hace tres años a 45.5 de cada 100 el año pasado, debido al aumento en la tasa poblacional. La población total de México en 2010 era de 114.5 millones y en 2012 de 117.3 millones.
Las cifras se redujeron en cuanto a la pobreza extrema, pero ésta afectó mayoritariamente a la población indígena, con alguna discapacidad, a los menores de 18 años y a quienes habitan en zonas rurales. La población en pobreza extrema se redujo de 13 a 11.5 millones de habitantes.
Al referirse a carencias sociales, Hernández Licona destacó que disminuyeron en porcentaje el número de personas con rezago educativo, acceso a servicios de salud, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación.
“Ése no fue el caso con la carencia por acceso a la seguridad social y el número de personas con un ingreso inferior a la línea de bienestar y con un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo”, dijo.
Quienes no tuvieron seguridad social en 2012 fueron 71.4 millones de habitantes, en comparación con los 69.6 millones en 2010.
La población que percibió ingresos inferiores a la línea de bienestar pasó de 59.6 millones a 60.6 millones. Y la población con ingresos inferiores al costo de la canasta alimentaria pasó de 22.2 millones a 23.5 millones.
No obstante, la única carencia que disminuyó en todas las entidades federativas fue la de acceso a los servicios de salud. Quienes no tuvieron este derecho el año pasado fueron 25.3 millones de personas, en comparación con los 33.5 millones de hace tres años.
Con rezago educativo se registraron 22.6 millones de personas, con complicaciones en la calidad y espacios de vivienda hubo 17.4 millones, con carencia en el acceso a los servicios básicos de vivienda hubo24.9 millones y con dificultad para acceder a la alimentación hubo 27.4 millones de habitantes.
Con información de El Economista
NUMERALIA
Reporte del Coneval
Pobreza a nivel nacional
45.5% de los mexicanos son pobres.
9.8% viven en pobreza extrema.
11.1% descendió el número de mexicanos en pobreza extrema.
Panorama en Jalisco
39.8% de los jaliscienses son pobres.
5.8% de los jaliscienses viven en pobreza extrema.
13.7% subió el número de jaliscienses en pobreza extrema.
Son las tres de la tarde y María está preparando la comida: zanahorias hervidas. Su familia vive del sueldo de un empleado de comercio que está a punto de irse. “Mi viejo ya se quiere divorciar y, pues, yo no sé ni leer ni escribir… ya ni me quieren dar trabajo en ningún lado”. Ella ha pasado de ser pepenadora, hasta ayudante de un taller de torno. Dice que de todos lados la han tenido que correr por su situación: es analfabeta.
El (des)empleo
Dicen los estudiosos del tema que una persona vive en pobreza extrema cuando tiene tres o más carencias sociales y percibe un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo. Pero María no es estudiosa del tema y aun así es experta. Ella sabe lo que se siente la pobreza: comer carne una vez al mes, vivir de la basura que arrojan a los botes, verse segregado socialmente porque en su caso no existe la guardería, seguro social, pensión, vacaciones, aguinaldo, días de asueto, vales de despensa. Nada. La miseria es ser nada en algún sitio del mundo que nadie quiere ver.
Zygmunt Bauman, el estudioso de la modernidad y quien acuñó el adjetivo “líquido” para estos tiempos, podría tener razón: no es lo mismo ser pobre en una sociedad que empuja a cada adulto al trabajo productivo, que serlo en una sociedad que, gracias a la enorme riqueza acumulada en siglos de trabajo, puede producir lo necesario sin la participación de una amplia y creciente porción de sus miembros.
“Una cosa es ser pobre en una comunidad de productores con trabajo para todos; otra, totalmente diferente, es serlo en una sociedad de consumidores cuyos proyectos de vida se construyen sobre las opciones de consumo y no sobre el trabajo, la capacidad profesional o el empleo disponible. Si en otra época ‘ser pobre’ significaba estar sin trabajo, hoy alude fundamentalmente a la condición de un consumidor expulsado del mercado. La diferencia modifica radicalmente la situación, tanto en lo que se refiere a la experiencia de vivir en la pobreza como a las oportunidades y perspectivas de escapar de ella”
Números rojos
María cuenta que cuando tenía seis años, ella y su hermana tuvieron que quedarse bajo el amparo de su abuela porque su madre fue detenida y arrestada. “La encerraron un montón de años”. Cuando su madre salió vio que sus hijas ya eran mujeres maduras con criaturas a las que no les importó ir a la escuela en la infancia. “No, pues yo tenía seis años, a mí me gustaba andar haciendo vagancias, la escuela no era lo mío, nomás fui como cuatro meses”.
A los 16 años tuvo a su primer hijo, quien tuvo problemas auditivos al nacer. “Nunca escuchó nada y hasta el momento ni lo podemos llevar al doctor, porque no hay dinero”. ¿Y sabe leer o escribir?, se le pregunta. “No, la única que sabe leer ahorita, y ahí más o menos, es la niña de seis años y el de ocho, que son los que se ponen rejegos cuando me toca mandarlos a la escuela”. Es lógico, los niños quieren ser como sus héroes en el hogar: un padre ausente y una madre que sólo puede escribir María “y las iniciales de mis apellidos”.
Los 14 perros que cuidan su casa no tienen nombres, pero no hace falta, todos obedecen al primer grito y como buena manada ladran a cualquier intruso. La casa de María no fue censada por el Inegi, pero el Ayuntamiento de Guadalajara le puso una calcomanía en el tablón que tiene como puerta, que dice “casa entrevistada”.
Al preguntarle si tiene luz, ella dice que “sí”, una mujer de piel morena nacida el 23 de septiembre de 1982. “Tenemos drenaje, agua, luz, piso de cemento… nomás el techo es de lámina y vivimos ocho personas en la casita”. Y abre el portón que su abuela, callada y taciturna, cuida como vigía. Adentro, una casa de no más de 40 metros cuadrados donde se escucha Valentín Elizalde y su voz chillona, quien entona una canción donde vende papas.
“Mi abuelita me decía que para qué estudiábamos, si después iba a venir alguien para mantenernos, que las viejas nomás servimos pa tener chiquillos, ya ves cómo son las viejitas; y ahora con este (su esposo) que ya me pidió el divorcio, ¿qué voy a hacer con mis chiquillos?”, y se ríe entre el nerviosismo y la desconfianza. María no ha dejado de partir la zanahoria que lleva en su mano izquierda mientras que con la derecha empuña un cuchillo. Sus ojos son ahora más cristalinos.
“Una vez llevé a mi niño de 13 años, el que tiene el problema éste (sordera), y me dijeron que ya no podía meterlo a estudiar porque ya estaba muy grande para empezar la secundaria… pero yo les decía que si no aprendía qué va a pasar el día que yo ya no esté para él”, pregunta angustiada María.
El hubiera no existe
Ella lo ignora, pero hemos escrito en la libreta que ella quisiera poder ser atendida por las autoridades, que vive en la calle 13 de la Colonia Ferrocarril, que su hijo sordo se ve aún más triste sin un uniforme escolar. Que vive en Guadalajara y que no hace falta cruzar el Periférico para ver cómo la vida sin saber leer o escribir es más dura de lo que parece.
Si María tuviera trabajo formal, seguro ganaría muy poco, porque no tiene un papel que ampare sus destrezas. Durante junio pasado se generaron dos mil 519 puestos de trabajo formales en el país, cifra nueve veces menor a la observada durante el mismo mes de 2012, lo que representa el nivel más bajo para un periodo similar durante la última década, de acuerdo con cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
En lo que va del año, el número de plazas generadas asciende a 295 mil 378, el monto más bajo después de la cifra registrada en 2008, año previo a la crisis.
El sueño dorado
El costo de la canasta básica en junio de 2013 fue de poco más de seis mil 900 pesos. Tan sólo en Jalisco, seis de cada 10 habitantes perciben tres salarios mínimos o menos, por lo que no le alcanza para adquirirla, explica Héctor Luis del Toro Chávez, profesor investigador del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA).
Durante el primer semestre de 2013, los 121 artículos que integran dicha canasta reportaron una inflación —incremento en el precio— promedio de 4.22 pesos por cada 100 pesos. De los 23 grupos de artículos considerados, 19 registraron aumento: los más significativos fueron las verduras y las legumbres, el pescado, las carnes frías y el huevo.
Sí, hace mucho tiempo que las verduras y los frijoles dejaron de ser básicos y se convirtieron en un lujo. Un lujo cada vez más lejano para gente como María, que comerá zanahorias cocidas.
CIFRAS DE 2012 REPORTADAS POR EL CONEVAL
Hay 53.3 millones de pobres en el país
El ex Presidente Felipe Calderón dejó una herencia de 53.3 millones de pobres en México, 11.5 millones de personas con pobreza extrema y aumento de habitantes con carencia de acceso a la seguridad social, ingreso inferior a la línea de bienestar y población que gana menos de lo que cuesta la canasta básica.
El secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Gonzalo Hernández, presentó ayer los resultados de la medición de la pobreza 2012, estadísticas que denotan aumento de los pobres en el país, al pasar de 52.8 millones de personas en esta situación en 2010 a 53.3 millones en 2012.
Comentó que en términos porcentuales el número de pobres disminuyó de 46 de cada 100 personas en esta situación hace tres años a 45.5 de cada 100 el año pasado, debido al aumento en la tasa poblacional. La población total de México en 2010 era de 114.5 millones y en 2012 de 117.3 millones.
Las cifras se redujeron en cuanto a la pobreza extrema, pero ésta afectó mayoritariamente a la población indígena, con alguna discapacidad, a los menores de 18 años y a quienes habitan en zonas rurales. La población en pobreza extrema se redujo de 13 a 11.5 millones de habitantes.
Al referirse a carencias sociales, Hernández Licona destacó que disminuyeron en porcentaje el número de personas con rezago educativo, acceso a servicios de salud, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación.
“Ése no fue el caso con la carencia por acceso a la seguridad social y el número de personas con un ingreso inferior a la línea de bienestar y con un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo”, dijo.
Quienes no tuvieron seguridad social en 2012 fueron 71.4 millones de habitantes, en comparación con los 69.6 millones en 2010.
La población que percibió ingresos inferiores a la línea de bienestar pasó de 59.6 millones a 60.6 millones. Y la población con ingresos inferiores al costo de la canasta alimentaria pasó de 22.2 millones a 23.5 millones.
No obstante, la única carencia que disminuyó en todas las entidades federativas fue la de acceso a los servicios de salud. Quienes no tuvieron este derecho el año pasado fueron 25.3 millones de personas, en comparación con los 33.5 millones de hace tres años.
Con rezago educativo se registraron 22.6 millones de personas, con complicaciones en la calidad y espacios de vivienda hubo 17.4 millones, con carencia en el acceso a los servicios básicos de vivienda hubo24.9 millones y con dificultad para acceder a la alimentación hubo 27.4 millones de habitantes.
Con información de El Economista
NUMERALIA
Reporte del Coneval
Pobreza a nivel nacional
45.5% de los mexicanos son pobres.
9.8% viven en pobreza extrema.
11.1% descendió el número de mexicanos en pobreza extrema.
Panorama en Jalisco
39.8% de los jaliscienses son pobres.
5.8% de los jaliscienses viven en pobreza extrema.
13.7% subió el número de jaliscienses en pobreza extrema.
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