Estimad@s Amig@s
La deuda ecológica ya asciende a la suma de… casi un planeta
Comencemos por tratar de comprender de qué se trata exactamente esto de la “deuda ecológica”. En esencia se trata de la cuantificación de la responsabilidad que tienen los países industrializados y sus grandes corporaciones por haber venido utilizando los recursos naturales de todo el planeta. Así como por la degradación ambiental causada por su modo de vida basado en el consumo excesivo de bienes y servicios.
Los altos estándares de vida del 20% mas rico de la población mundial, han sido sostenidos por una utilización desmedida e insustentable de los recursos naturales que no les pertenecen a ellos, sino que es toda la humanidad la que debería beneficiarse de su existencia, con una utilización responsable y sostenible en el tiempo.
Dentro del concepto de Deuda Ecológica, se esgrime habitualmente que los países del Sur somos los acreedores y los del Norte los deudores. Sin embargo, podemos considerar también entre los acreedores a muchos de los habitantes del Norte, ya que ellos también están padeciendo los problemas ambientales y, en el mismo sentido, existe una gran cantidad de empresas, muchas veces asociadas o apoyadas por su propios gobiernos en el Sur, que también portan una buena cuota de responsabilidad en este deterioro ambiental a escala planetaria.
Podemos inferir entonces que, los verdaderos deudores son en definitiva, y mas allá de su ubicación geográfica, por un lado las grandes compañías generadoras de hábitos de consumo innecesarios y excesivos y por otra, ese 20% de la población mundial que está consumiendo el 80% de los recursos producidos.
Asimismo, los acreedores serían ese otro 80% de la población que paga las consecuencias de la degradación ambiental, sin recibir a cambio mas que el constante deterioro de su calidad de vida.
La raíz de esta deuda es, sin duda el actual modelo de producción industrial, basado en el consumismo y la acumulación de riqueza, con su consiguiente generación descontrolada de residuos, emisión de gases de efecto invernadero, contaminación de agua y atmósfera, degradación de la tierra, deforestación de bosques, destrucción de ecosistemas, desigualdad social y demás calamidades.
La medición de los intereses de la deuda ecológica sería bastante compleja. Resulta mas simple definir la parte de capital. Y es simplemente volver a dejar la Tierra como estaba, ecológicamente hablando, antes del inicio de la industrialización.
¿Imposible? Probablemente tanto como que Europa devuelva a los países de Latinoamérica y Africa el oro, plata saqueados durante siglos. Y las vidas segadas.
Sin embargo, Europa no sería lo que es ahora sin los millones de toneladas de plata y oro de América ni sería la misma sin la esclavitud de los 70 millones de africanos que fueron arrancados de sus tierras. Y el sometimiento, despojo o aniquilación a que fueron sometidos los pueblos originarios de América. Hay una responsabilidad histórica y presente por esto.
El caso es que deberíamos encontrar la forma de cobrar esa deuda y, posiblemente un buen inicio sería con la deuda externa. Los cientos de miles de millones de dólares que el Sur le debe al Norte, podrían servirnos para restaurar nosotros mismos parte de las condiciones ambientales de nuestras regiones. Para recuperar la posibilidad de devolver el campo a los campesinos y sus territorios a los pueblos originarios. Para limpiar y detener la contaminación de nuestros cursos de agua sin confrontar con las necesidades económicas acuciantes que nos obligan a mercantilizar los recursos naturales.
La deuda externa serviría para pagar solo una mínima parte de la deuda ecológica, pero seria un buen comienzo para demostrar que están aprendiendo a respetar el planeta. A partir de ahí deberíamos acordar juntos cómo cambiar el sistema para hacerlo mas justo y ambientalmente sustentable. Por nosotros, por las generaciones futuras y por nuestra supervivencia como especie.
Nos reencontramos la próxima semana, con una nueva entrega de esta publicación.
Ricardo Natalichio
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