Capacidades sociales de resistencia
La resistencia social que diversos pueblos y comunidades han desarrollado frente a las políticas gubernamentales hidráulica y ambiental de Jalisco han logrado que algunos de sus proyectos, en su momento definidos como importantes y estratégicos, no pudieran realizarse, otros estén detenidos sin que a ciencia cierta esté segura su ejecución y los menos se hayan concretado. Al menos desde la administración de Francisco Ramírez Acuña no ha habido en estos dos campos una decisión o proyecto de gobierno que no reciba una respuesta social mínima. A estas alturas esto ya no es ninguna novedad, aunque no falta quien siga afirmando que los jaliscienses son políticamente apáticos. Entre el deseo y la realidad hay una gran diferencia.
Una somera revisión de tales proyectos o su sola alusión evidencian que casi en su totalidad se caracterizan por no respetar las leyes ambientales, los planes de desarrollo, los usos de suelo, por no ser consultados a la comunidad, por mostrar un desprecio hacia la Naturaleza y a las personas, etc. Varios de ellos ni siquiera fueron técnicamente bien elaborados. Pero eso sí, en general todos esconden tras de sí, aunque en ocasiones ni siquiera ese cuidado tienen, grandes despojos que nos hablan de cuantiosos negocios sólo posibles cuando se alían el capital y el Gobierno.
Una lista incompleta pero que nos deja una idea de lo que estamos hablando, sería la siguiente: las frustradas presas de San Gaspar y Arcediano. La cadena de omisiones y promesas sobre la cuenca de la Presa del Ahogado. En Arcediano se destruyeron el pueblo y el histórico puente colgante; se alteró y dañó parte de la barranca del Río Santiago; se gastó una gran cantidad de millones de pesos de todos los jaliscienses, y al final nada. Simplemente se abandonó el proyecto sin siquiera una explicación convincente. Está pendiente el caso de El Zapotillo, que inundaría las poblaciones de Temacapulín, Acasico y Palmarejo en el municipio de Cañadas de Obregón.
En diversas ciudades y comunidades respecto de la contaminación del Río Santiago; en los bosques El Nixticuil y en Los Colomos; en la zona de Huentitán, tanto contra el museo Guggenheim, el “desarrollo” inmobiliario Puerta Guadalajara así como contra la construcción del Estadio de Atletismo para los Juegos Panamericanos en el predio El Disparate; la destrucción parcial del barrio del Retiro para la supuesta edificación de la Villa Panamericana; la línea uno del Macrobús; el “nuevo Cancún” en Chalacatepec; el intento de privatizar la Isla de Mezcala; el recién inaugurado estadio de Chivas del empresario Jorge Vergara; en la Vía Express que pretendía inaugurar la privatización de la vialidad interna en la ciudad de Guadalajara, etc.
Visto en conjunto, es como mejor se puede apreciar que la sociedad jalisciense tiene capacidad de resistencia y que sus acciones han logrado poner obstáculos o barricadas a la clásica tendencia gubernamental de toma de decisiones y realización de grandes negocios disfrazados de obras de “interés público” o de “desarrollos sustentables”, sin preocuparse por saber qué de esto piensa y quiere la sociedad.
Una somera revisión de tales proyectos o su sola alusión evidencian que casi en su totalidad se caracterizan por no respetar las leyes ambientales, los planes de desarrollo, los usos de suelo, por no ser consultados a la comunidad, por mostrar un desprecio hacia la Naturaleza y a las personas, etc. Varios de ellos ni siquiera fueron técnicamente bien elaborados. Pero eso sí, en general todos esconden tras de sí, aunque en ocasiones ni siquiera ese cuidado tienen, grandes despojos que nos hablan de cuantiosos negocios sólo posibles cuando se alían el capital y el Gobierno.
Una lista incompleta pero que nos deja una idea de lo que estamos hablando, sería la siguiente: las frustradas presas de San Gaspar y Arcediano. La cadena de omisiones y promesas sobre la cuenca de la Presa del Ahogado. En Arcediano se destruyeron el pueblo y el histórico puente colgante; se alteró y dañó parte de la barranca del Río Santiago; se gastó una gran cantidad de millones de pesos de todos los jaliscienses, y al final nada. Simplemente se abandonó el proyecto sin siquiera una explicación convincente. Está pendiente el caso de El Zapotillo, que inundaría las poblaciones de Temacapulín, Acasico y Palmarejo en el municipio de Cañadas de Obregón.
En diversas ciudades y comunidades respecto de la contaminación del Río Santiago; en los bosques El Nixticuil y en Los Colomos; en la zona de Huentitán, tanto contra el museo Guggenheim, el “desarrollo” inmobiliario Puerta Guadalajara así como contra la construcción del Estadio de Atletismo para los Juegos Panamericanos en el predio El Disparate; la destrucción parcial del barrio del Retiro para la supuesta edificación de la Villa Panamericana; la línea uno del Macrobús; el “nuevo Cancún” en Chalacatepec; el intento de privatizar la Isla de Mezcala; el recién inaugurado estadio de Chivas del empresario Jorge Vergara; en la Vía Express que pretendía inaugurar la privatización de la vialidad interna en la ciudad de Guadalajara, etc.
Visto en conjunto, es como mejor se puede apreciar que la sociedad jalisciense tiene capacidad de resistencia y que sus acciones han logrado poner obstáculos o barricadas a la clásica tendencia gubernamental de toma de decisiones y realización de grandes negocios disfrazados de obras de “interés público” o de “desarrollos sustentables”, sin preocuparse por saber qué de esto piensa y quiere la sociedad.
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