Informando que no es un canal
El arroyo de Atemajac es un patrimonio ecológico que urge preservar. Sí, el mismo que ha estado figurando en las noticias de los últimos días como “canal”. Y que ahora, a propósito de un lamentable accidente automovilístico se ha dicho que es menester “entubar”. Igualito que al Río de San Juan de Dios, nomás que más de un siglo después. Ya hubiera estado bueno que aprendiéramos.
Porque los ríos y arroyos, y en general los cuerpos de agua, son importantísimos testimonios vivos de la obra de la naturaleza en el territorio que ahora tan torpemente ocupamos. El agua corría por este valle desde milenios antes de que aparecieran sus primeros pobladores. Y seguirá corriendo, sin duda, ya que todos nos hayamos ido. El reto para la actual generación, es reconocer el irresponsable (o insustentable) manejo que desde hace poco más de una centuria le hemos dado al territorio que, ése sí, nos da generoso sustento. Y cambiar el estado de cosas.
Desde el citado, y en su tiempo festejado, entubamiento del río originario –junto al Grande de Santiago– de Guadalajara, la naturaleza no ha visto una en el contexto tapatío. Si hay barrancas, grandes y chicas, se han tapado, si se trata de cauces, se han borrado, si se habla de macizos forestales, se han talado sin misericordia. El sistema de ocupación del territorio fue por muchas décadas, ciego al contexto natural, y totalmente dependiente de la especulación inmobiliaria y el provecho económico a troche y moche.
Ya era más que hora de que las cosas cambiaran. Y en algo hemos mejorado, en medio del tiradero. Pero ahora se anuncia una grave reversa: entubar el arroyo de Atemajac, nomás porque en un tramo se le hace correr sobre una cama de mampostería (el “canal”) y huele mal. Esta medida nos regresa 100 años en materia de preservación hidrológica.
En el propio Ayuntamiento de Guadalajara existen ya proyectos para sanear el arroyo, recuperar su cauce, racionalizar la sección hidráulica, mejorar radicalmente la seguridad del tramo de Ávila Camacho a Patria y darle a toda su área de influencia un parque lineal que mucho hace falta. Lo anterior, junto con la recuperación de la presa de Zoquipan –metida ahora en el Parque Ávila Camacho– y el mejoramiento de dicho parque. Además, el tramo que va del cruce de Patria y Federalismo a la barranca de Oblatos, es una oportunidad de oro para lograr un corredor ecológico y de densificación urbana con una mezcla adecuada de usos habitacionales y sus complementarios. La recuperación de lo que queda de El Batán sería una de sus tantas buenas consecuencias.
Hay momentos históricos para el suelo que nos da temporal asiento: lo fue cuando se condenó al Río de San Juan de Dios a ser una cloaca. Lo es ahora cuando es factible recuperar el cauce completo del arroyo de Atemajac. Por lo menos desde los Colomos hasta la barranca. Pero es necesario dejar claro, primero, que este cuerpo de agua ni es un “canal”, ni hay que entubarlo.
Porque los ríos y arroyos, y en general los cuerpos de agua, son importantísimos testimonios vivos de la obra de la naturaleza en el territorio que ahora tan torpemente ocupamos. El agua corría por este valle desde milenios antes de que aparecieran sus primeros pobladores. Y seguirá corriendo, sin duda, ya que todos nos hayamos ido. El reto para la actual generación, es reconocer el irresponsable (o insustentable) manejo que desde hace poco más de una centuria le hemos dado al territorio que, ése sí, nos da generoso sustento. Y cambiar el estado de cosas.
Desde el citado, y en su tiempo festejado, entubamiento del río originario –junto al Grande de Santiago– de Guadalajara, la naturaleza no ha visto una en el contexto tapatío. Si hay barrancas, grandes y chicas, se han tapado, si se trata de cauces, se han borrado, si se habla de macizos forestales, se han talado sin misericordia. El sistema de ocupación del territorio fue por muchas décadas, ciego al contexto natural, y totalmente dependiente de la especulación inmobiliaria y el provecho económico a troche y moche.
Ya era más que hora de que las cosas cambiaran. Y en algo hemos mejorado, en medio del tiradero. Pero ahora se anuncia una grave reversa: entubar el arroyo de Atemajac, nomás porque en un tramo se le hace correr sobre una cama de mampostería (el “canal”) y huele mal. Esta medida nos regresa 100 años en materia de preservación hidrológica.
En el propio Ayuntamiento de Guadalajara existen ya proyectos para sanear el arroyo, recuperar su cauce, racionalizar la sección hidráulica, mejorar radicalmente la seguridad del tramo de Ávila Camacho a Patria y darle a toda su área de influencia un parque lineal que mucho hace falta. Lo anterior, junto con la recuperación de la presa de Zoquipan –metida ahora en el Parque Ávila Camacho– y el mejoramiento de dicho parque. Además, el tramo que va del cruce de Patria y Federalismo a la barranca de Oblatos, es una oportunidad de oro para lograr un corredor ecológico y de densificación urbana con una mezcla adecuada de usos habitacionales y sus complementarios. La recuperación de lo que queda de El Batán sería una de sus tantas buenas consecuencias.
Hay momentos históricos para el suelo que nos da temporal asiento: lo fue cuando se condenó al Río de San Juan de Dios a ser una cloaca. Lo es ahora cuando es factible recuperar el cauce completo del arroyo de Atemajac. Por lo menos desde los Colomos hasta la barranca. Pero es necesario dejar claro, primero, que este cuerpo de agua ni es un “canal”, ni hay que entubarlo.
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