El derecho al agua
Carlos Tello Díaz
2010-07-23•Política
Este 28 de julio, la Asamblea General de las Naciones Unidas tiene previsto discutir una resolución para que sea declarado “el derecho al agua y al saneamiento”. Este derecho fue propuesto por primera vez hace una década por organizaciones de la sociedad civil, como la Cruz Verde Internacional. En 2007, Asia lo apoyó; a principios de 2010, la Unión Europea lo ratificó (el presidente Sarkozy afirmó hace poco que el derecho al agua será refrendado por el Foro Mundial del Agua de 2012 en Marsella). Esta vez, la propuesta fue presentada por el gobierno de Bolivia el pasado 12 de julio, como anunció el presidente Evo Morales. Desde entonces, varias naciones han trabajado para impedir que el agua sea reconocida como un derecho humano, entre ellas Canadá, Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña. Es en muchos sentidos una lucha entre el Norte y el Sur, que refleja la distribución mundial del agua: Asia, por ejemplo, concentra a 60 por ciento de la población del planeta, pero tiene nada más 36 por ciento del agua, mientras Norteamérica, que reúne solamente 8 por ciento de la población, tiene 15 por ciento de los recursos hídricos de la Tierra. Pero el asunto es más complejo: los países desarrollados de Europa apoyan la propuesta, que en cambio es rechazada por países en desarrollo como Egipto y Turquía. Unos piensan que el agua debe ser considerada un bien comerciable (como el maíz o el trigo) y otros consideran que el agua es un bien social relacionado con el derecho a la vida.
El agua será —quizás sea ya— la fuente de conflictos geopolíticos más importante del siglo XXI. India y Pakistán pelean ahora por una presa en Cachemira; Israel y Jordania disputan las aguas del río Jordán; Sudán y Etiopía exigen a Egipto derechos sobre el Nilo; India y China tienen hoy una relación muy tensa por el sistema de presas en los Himalayas. En México, la frontera con Estados Unidos, ensangrentada por el narcotráfico, también es el terreno de una guerra librada por el agua del río Colorado y del río Bravo. El agua será cada vez más escasa en el mundo. Y quienes posean agua podrían ser blancos de un saqueo forzado por quienes no la tienen. Por eso es importante expresar en la ley el tipo de relación que queremos tener con ella.
Mijail Gorbachov publicó hace unos días un artículo elocuente a favor del derecho al agua (Herald Tribune, 16-07-2010): “El agua, ingrediente esencial de la vida, es también uno de los más prolíficos asesinos. Al menos cuatro mil niños mueren diariamente a causa de enfermedades relacionadas con el agua. Desde la Segunda Guerra Mundial, de hecho, más vidas han sido perdidas debido al agua contaminada que a causa de todas las formas de violencia y de guerra”. Cerca de 900 millones de personas no tienen acceso al agua potable, según las Naciones Unidas. La séptima parte de la población mundial. “Un apartheid del agua ha descendido sobre el mundo, dividiendo a los ricos de los pobres, a los incluidos de los excluidos”. Por eso debemos luchar por un mundo en el que el derecho al agua sea no sólo reconocido, sino satisfecho.
Pero el derecho al agua tiene que reconocer también una obligación y otro derecho: la obligación de los hombres a no desperdiciarla y el derecho al agua que tienen, a su vez, todos los seres vivos del planeta. Hay ríos que llegan casi secos al mar, como el Colorado en Estados Unidos y el Amarillo en China, y hay mares y lagos que están ya casi muertos, como el Aral en Asia y el Chad en África. Eso ocurre porque los hombres no cuidan el agua (la agricultura, que consume dos terceras partes del recurso, desperdicia la mitad). Y ocurre también porque el hombre no reconoce el derecho al agua que tienen las demás formas de vida en la Tierra.
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