Ellos hartos, nosotros también
Invitado
Érika Loyo Beristáin 2009-10-05 • Al Frente
Justo a la mitad del camino del trayecto presidencial y estatal, llegando casi al final del tiempo político municipal; pareciera que nuestra clase política y nuestros gobernantes están hartos de gobernarnos. La sociedad, los ciudadanos, estamos hartos de tolerarlos y la esperanza en torno a la política, es hoy un valor ciudadano acabado. La ruptura entre la política y lo político es hoy tan clara, que el clima se ha llenado de agravios.
Nuestros gobernantes, se han limitado a pensar que la construcción de la ciudadanía en un escenario democrático como el que hoy vivimos, es solo una clase de civismo junto con medidas de participación limitadas a procesos institucionales poco comprometidos y altamente burocráticos. Nuestros gobernantes se hartaron de nosotros y nos insultan. Unos deciden irse antes de tiempo y toman nuevos respiros, tal es el caso del hoy secretario de Salud de Jalisco y hasta hace pocos días alcalde de Guadalajara; quien deja un municipio con obras sin terminar, con un grave problema político de cara a los Juegos Panamericanos; pero sobre todo, que deja una Guadalajara agraviada, una ciudadanía que se sintió utilizada por las ideas de unas villas panamericanas y el mal uso de nuestros recursos naturales. Qué decir de Alfonso Gutiérrez Carranza, quien decidió maltratarnos agravando una epidemia como la del dengue. Ya ni hablar de Juan Sánchez Aldana quien antes de irse, quiere dejar el municipio hipotecado no sin antes haber dilapidado los recursos de las arcas municipales en sus viajes epistolares.
Nuestros gobernantes, “la política” (siempre institucional), esta harta de los ciudadanos porque los percibe no como antagonistas, sí como enemigos. Los ve como los constantes inconformes, los que se quejan de todo y los que por todo protestan. La clase política, niega la existencia de “lo político” y al negarlo, lejos de hacerlo desaparecer, lo incentiva, lo enaltece, lo reactiva de forma alejada a los lugares institucionales tradicionales. Nuestros gobernantes se sienten impotentes para tratar con nosotros, porque no conciben el nosotros como parte de su propia causa original, como diría Chantal Mouffe, como parte de su “ellos”. Intentan solo domesticar a la sociedad y no enfrentar los conflictos.
Los ciudadanos jaliscienses han determinado construir aparte. La capacidad de organización de nuestra sociedad ha rebasado a “la política” y se ve hoy reflejada en diversos movimientos y agrupaciones, que han dejado en claro que nosotros, tenemos la propiedad de “lo político”, todo aquello que de manera pasional, agrupa nuestras creencias por los valores democráticos privilegiando la discusión por encima de la negociación.
Ellos deciden irse, nosotros determinamos permanecer. Los políticos determinan agraviar, huir, rescatar lo que puedan. Los ciudadanos determinan construir a pesar de los insultos, siempre enfrentando su racionalidad por encima de la razonable. Hoy ellos están hartos de nosotros, pero también nosotros estamos hartos de ellos. La esperanza sigue en pié, la forma en que nuestra sociedad se va organizando; el rostro que va adquiriendo ese rompecabezas lo amerita. Es entonces que hoy en Jalisco, la sociedad enfrenta los rezagos de no haber sido escuchada y se organiza no en las reglas de juego, pero sí en las formas de vida. Es entonces que de ahora en adelante, quien desee ser político, deberá de enfrentar a esta nueva corriente subterránea llamada ciudadanía, que poco a poco, y de manera perspicaz, siempre se organiza. Para negociar esta la política, para deliberar esta nuestra sociedad.
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