Culpa del municipio
Huizapol
Myriam Vidriales
2009-08-28•Acentos
-->¿Qué no hay escuelas suficientes en los nuevos y multitudinarios fraccionamientos? Culpa de los municipios, dice la Secretaría de Educación. ¿Qué el dengue se expande? Culpa de los municipios, dice la Secretaría de Salud. ¿Qué el agua está contaminada? Es que los municipios no la limpian, dice la Conagua. ¿Qué por qué nadie pensó que si ya iban a tener Chapultepec cerrada seis meses, hicieran en esos seis meses la obra que comenzaron esta semana y que se llevará tres? Es que no se hablaron los del municipio entre ellos, dicen ellos mismos. Y ahí se la llevan: el estado de las banquetas, la contaminación de la basura no separada, la limpieza de las alcantarillas y sus resultantes inundaciones, la inseguridad en las calles, el control del dengue o de la influenza, bueno, ¡hasta la maldita Villa Panamericana! Es nomás cosa de pensarle y casi todo lo que no funciona y tiene un efecto en nuestras vidas es “culpa del municipio”.
¿Y qué son los municipios? Para la mayoría de los ciudadanos son sinónimo de ineficiencia, de oficinas en donde la hora del desayuno se extiende implacable y eternamente, los “licenciados” nunca están en sus oficinas y nadie atiende en el mostrador. Los alcaldes, esas figuritas de nuestra vida pública, siempre que aparecen en público es para quejarse, para decir que siempre no pueden hacer lo que dijeron y para decir discursos que no dicen nada, y nadie la verdad da un peso por ellos ni se interesa en saber quiénes son. En las recientes elecciones, en esas que el PAN perdió por paliza, los presidentes municipales eran figuras ignotas, célebres si acaso por las cosas nefastas que sus competidores decían contra ellos y cuya mejor factura de venta fue su juventud, en el caso de Guadalajara, o tener un canal de televisión, en el caso de Zapopan.
Del resto de funcionarios municipales, ni hablar. Mucho menos de los regidores, esos señores y señoras que casi nunca saben nada de los temas que les toca revisar en las famosas comisiones, pero que obedecen a ojos cerrados a sus patrones de los partidos, trabajan por cuotas políticas y ni por error le toman una llamada a ningún ciudadano si este no tiene cita previa y además, algo muy importante que tratar, y que no sea para que hagan algo por ellos, que no es para eso que les pagan.
Para nuestra peor suerte, el municipio, según los teóricos, es el corazón de la democracia. En esa figura de gobierno, que se supone esta creada en la medida justa para poder armonizar una ciudad, su correcto funcionamiento y tender puentes reales con sus habitantes. Es de los gobiernos municipales de quien depende nuestra seguridad, es el municipio quien da los permisos de los negocios que alimentan a nuestras familias, es el municipio quien está al tanto de que los focos de nuestras calles funcionen o no.
Pero como están las cosas, y en un escenario en el que el municipio es simplemente el chivo expiatorio para la estupidez, ineficiencia y gandayismo que caracteriza la toma de decisiones gubernamentales estamos rodeados y sin remedio. Y lo peor: con empleados que no sólo no defienden nuestros intereses, peor: se cagan en ellos.
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