Temen que Temacapulín sea inundado por hidroeléctrica
Afectados acusan al gobernador Sandoval de no cumplir su promesa
de no anegar la localidad, región alteña que padece escasez de agua y no
quiere "regalarla" a El Bajío.
Jalisco
La vida de los habitantes de Temacapulín, viejo poblado de Los
Altos de Jalisco que la Comisión Nacional del Agua pretende inundar con
las aguas de la presa El Zapotillo —un megaproyecto de abasto para las
ciudades de León y Guadalajara—, no llega a su fin.Para los integrantes de esa resistencia, fundamentalmente ancianos de entre 60 y 80 años de edad, asesorados por abogados y activistas de diversas organizaciones opuestas al modelo mexicano de desarrollo de infraestructura todavía quedan instancias judiciales por agotar y puertas por abrir. Pero están dolidos, fundamentalmente, con el gobernador jalisciense, Aristóteles Sandoval, quien en febrero de 2013, a menos de un mes de asumir, prometió, vía Twitter, que su pueblo no sería inundado.
"Fue una puñalada, nos hizo creer en él, confiar, y después resultó que se puso del lado de la Conagua y de León, que se quiere llevar el líquido de Jalisco", señala Abigaíl Agredano, quien preside el Comité Salvemos Temacapulín, Acasico y Palmarejo —otras dos aldeas que acompañan en su tragedia al pueblo centenario.
El gobernador fue vocero de esa desgracia, pues dio a conocer el pasado 10 de abril, en un comunicado de prensa, que la presa se edificaría a 105 metros de altura, lo que dejaba sin oportunidad de susbsistir a la población a la que algunos adjudican 14 siglos de historia, y que posee unos 400 habitantes; una basílica dedicada a la Virgen de los Remedios que data de tiempos de la Colonia y una extraña imagen en una de las peñas que forman parte del anfiteatro natural en que se asienta Temaca. Es el llamado Cristo de las Peñas, al que el poeta Alfredo R. Plascencia le dedicó versos nostálgicos para sobrevivir a sus cuitas mundanas.
El dictamen de la Conagua pretende ser la última palabra sobre un largo debate de nueve años. Originalmente, el cuerpo de agua iba a elevarse a 80 metros sobre el lecho del río Verde, y permitía mantener Temacapulín con diques. Pero era un embalse exclusivamente para el servicio de la ciudad de León, que tiene derechos sobre 3.8 mil litros por segundo de la cuenca alteña, y para vender agua a algunos municipios. El anterior gobernador Emilio González Márquez consideró que era barato sobreelevar 25 metros la cortina, porque hacía pasar la capacidad del vaso de 400 a 900 millones de metros cúbicos a un costo bajo para Jalisco en términos de inversión. El movimiento por Temaca se desgastó en su lucha con la visión desarrollista del mandatario y obtuvo solo promesas de los candidatos a sucederlo.
El ganador, Aristóteles Sandoval fue a Temacapulín, se puso la cachucha del movimiento y confirmó la promesa del Twitter. Sobre la marcha, una resistencia organizada más general se unió a los moradores de Temacapulín: la de los productores de Los Altos de Jalisco, meseta que genera la quinta parte de la proteína de origen animal que consume el país, lo que le alcanza para ser aportador de 23 por ciento del producto interno bruto de Jalisco —su fuerza estado se ubicaría delante de 14 entidades federativas.
"El proyecto atenta contra nuestros derechos económicos y sociales, pues Los Altos es una región deficitaria en agua que ya vive los estragos del cambio climático; el trasvase deagua a León será en perjuicio de nuestras propias existencias de agua, y de hecho, la Conagua está persiguiendo desde hace dos años a concesionarios del líquido para no renovarles sus títulos, está creciendo la conciencia de que no podemos permitir que le quiten el agua a toda nuestra región para dársela a una ciudad que ahora no la necesita, pero que en el fondo, lo que quiere es detonar negocios e industrias a costa de nuestra debacle social y económica", advierte el presidente del Consejo Regional para el Desarrollo Sustentable, Juan Guillermo Márquez.
Pero el debate irá más lejos de hacer o no una presa en las barrancas del río Verde. Los productores aseguran que no venderán tierras para hacer el acueducto que conectaría el agua con León. Y aunque la concesionaria española Abengoa vive el rechazo cotidiano de los hombres del campo alteño, el gobernador guanajuatense Miguel Márquez ha asegurado que nadie podrá parar el proyecto y que ya se consiguieron 70 por ciento de los terrenos.
Otro actor político de relevancia, la Universidad de Guadalajara, encabezada por su "líder moral", Raúl Padilla López —de orígenes alteños— se acaba de sumar a los apoyos por Temaca. Los expertos de la casa de estudios prometen tener a la brevedad un análisis hidrológico de la realidad del río Verde. Para los alteños, esta es simple: no llueve como antes, y desde esa perspectiva, El Zapotillo nunca se llenará. "Será agua para Guanajuato nada más, y se violará la soberanía hídrica de Jalisco por nada", acusa el empresario Manuel Villagómez, quien encabeza una fundación que históricamente ha denunciado los manejos de la Conagua y de la "mafia" desarrollista que, a su juicio encabeza en el occidente de México, el empresario Enrique Dau, ex alcalde de Guadalajara.
"Ellos hacen obras y no les importa si sirven; hacer obras es el negocio", se suma el hidrólogo y limnólogo de la UdeG, Manuel Guzmán.
Ese dictamen marcará un antes y un después. Por lo pronto, el equipo del gobernador trata de controlar daños con un observatorio ciudadano que cuide los derechos de los desplazados, mientras los alteños aumentan el tono de sus reclamos. Parecen gritar, dolidos, pero enteros, el famoso verso de Juan Ruiz de Alarcón: "los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud.
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