Abstencionismo y excesivo triunfalismo
"Un pueblo con hambre no vota, se organiza y lucha”, es una frase que se repetía en Colombia y Perú ante los procesos electorales fraudulentos realizados por las oligarquías en los años 60 y 70 del pasado siglo XX. México también ha sufrido fraudes durante comicios municipales, estatales y presidenciales en los recientes 30 años. No todos los ciudadanos que rechazan el voto están dispuestos a organizarse y luchar. Algunos por apatía, exceso de triunfalismo o pereza no acuden a las casillas. En 2006 varios ciudadanos jaliscienses, simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, no acudieron a votar porque los entusiasmó y confundió el mensaje distribuido en calcomanías que decía: “Sonríe, ya ganamos”.
A lo largo de las precampañas y campañas electorales recientes en el Estado de México, Alejandro Encinas, candidato a gobernador por la coalición Unidos Podemos Más, apoyada por los partidos: Convergencia, de la Revolución Democrática (PRD) y del Trabajo (PT); Eruviel Ávila, aspirante por la coalición Unidos Por Ti que integraron los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Verde Ecologista (PV) y Nueva Alianza (Panal), así como Luis Felipe Bravo Mena, candidato por el Partido Acción Nacional (PAN), repetían declaraciones cargadas de triunfalismo. Un buen porcentaje de mexiquenses, hombres y mujeres, los escuchaban y se sonreían ante la prepotencia de los tres aspirantes. Varios ciudadanos cansados de recibir propaganda frívola y alejada, casi siempre, de la realidad, decidieron no votar.
El abstencionismo en el estado de México alcanzó el domingo 3 de julio pasado entre 57 y 60 por ciento. De cada cien ciudadanos habilitados para votar una mayoría considerable pensó, y con sobrada razón que su voto no servirá para cambiar la conducción de un sistema que representa deterioro económico e inseguridad para los trabajadores, desempleados, estudiantes y aspirantes a matricularse en universidades públicas. Los dirigentes de partidos políticos acusan a los abstencionistas de no cumplir con un deber cívico o de no disfrutar un derecho democrático. Sin embargo en muchas regiones de México, los votos del ciudadano son burlados, comprados o vendidos y de esa manera se alejan de los conceptos: deber cívico o derecho democrático.
La cantidad enorme de dinero que despilfarran los candidatos y el sistema corrupto en su farsa electoral podría invertirse en apoyo a programas educativos y de salud. No se invierten en esas áreas porque la oligarquía mexicana apuesta por la ignorancia de la población para continuar engañándola, manipulándola, ofreciéndole empleos temporales mal pagados, sin seguridad social como solución a la miseria y el abandono que representan el no futuro para México. Hace cuatro meses, Gustavo Madero, presidente del PAN, consideraba “vergonzoso” que aún hubiera estados gobernados por el PRI. En el estado de México, Coahuila y Nayarit, varias amas de casa, empleadas, así como estudiantes, académicos y trabajadores consideran “vergonzoso” que el panista Vicente Fox Quesada haya sido presidente de México. Con engaños y a través de una imagen comercial espectacular, Fox Quesada ofreció realizar aportes para democratizar la patria de Benito Juárez. En el sexenio foxista (2000-2006) aumentaron la corrupción, los privilegios a empresarios millonarios, la guerra verbal contra la oposición de izquierda y además se consolidó el fraude del 2 de julio de 2006.
Regenerar el país han propuesto los dirigentes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Tienen buenas intenciones pero no concretan su acercamiento a la población. Realizan asambleas públicas donde siempre hablan las “grandes personalidades” y exageran las cifras de crecimiento de la militancia. Luego al participar en procesos electorales, concretamente en los estados de Coahuila, México y Nayarit, el número de votos obtenido por los candidatos apoyados por Morena no coincide con las cifras triunfalistas que manejan los coordinadores durante las visitas que Andrés Manuel López Obrador realiza por diferentes regiones.
“Son muy lentos los cambios en México y se repiten las historias”, comentaba un modesto comerciante en Toluca, al recordar que hace 30 años, el domingo 5 de julio de 1981 Edmundo Jardón Arzate, candidato a gobernador por el Partido Comunista acusaba al también aspirante Alfredo del Mazo González del PRI de realizar prácticas fraudulentas. Entonces, Gonzalo Altamirano Dimas, candidato del PAN, se quejaba por el apoyo exagerado que los empresarios mexiquenses brindaron al priísta. El abstencionismo también estuvo al alza en los comicios celebrados en el Estado de México en julio de 1981. Alfredo del Mazo por el PRI, Alfredo Reyes por el Partido Popular Socialista (PPS), Augusto García por el Partido Demócrata Mexicano (PDM), Edmundo Jardón Arzate por el Partido Comunista Mexicano (PCM), Elizabeth Corona por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Gonzalo Altamirano por el PAN le decían a sus simpatizantes que iban a ganar, porque eran mayoría y estaban empeñados en democratizar a México.
Han pasado 30 años. El abstencionismo y el descontento aumentan. La mafia politiquera se enriquece todos los días. Los dirigentes de partidos de izquierda, con honrosas excepciones, consideran que lo más importante de las democracias son las elecciones. Se confunden y entusiasman con sus cifras victoriosas hacia el año 2012. Prometen que “ahora sí van a cuidar la elección”. Disfrutan los privilegios que les otorga el sistema capitalista neoliberal. Un buen número de ciudadanos se pregunta: ¿será verdad que estos candidatos desean cambiar el sistema?
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