Estimad@s Amig@s
La cultura del consumo, la cultura de la autodestrucción
Existe un consumo esencial que es necesario para la subsistencia de todo ser vivo. Debemos consumir oxígeno, agua y alimentos para mantener nuestras funciones vitales en funcionamiento. Pero también necesitamos abrigarnos y calentar nuestros hogares para no perecer por los fríos extremos. Eso cubriría nuestras necesidades básicas y vitales.
Todo lo que viene después de eso es parte de una evolución que hemos tenido como especie, mediante el desarrollo de la capacidad de fabricar herramientas para los mas variados usos. Desde la lanza hasta la rueda, las redes de pesca, las canoas o las aeronaves, todas son herramientas que hemos ido construyendo con el fin de satisfacer necesidades que nosotros mismos nos hemos ido creando a lo largo del tiempo.
A nuestras necesidades básicas de subsistencia hemos agregado muchas otras y al consumo, como ninguna otra especie sobre el planeta, lo hemos convertido en consumismo.
Según el informe “Planeta Vivo” realizado por la WWF, la población mundial utilizó el equivalente a 1,5 planetas para abastecerse en 2007, y si se mantienen las tendencias actuales se calcula que se necesitarán dos planetas para atender las demandas en 2030 y tres, en 2050. Ese es un camino en línea recta hacia el abismo.
Para sostener el crecimiento del consumo, ha sido necesario extraer de la tierra mas y mas combustibles fósiles, minerales y talar mas bosques para aumentar la superficie de suelos destinados a la agricultura, la ganadería y la industria forestal. Durante el último medio siglo, el consumo anual de petróleo se multiplicó por ocho y el de gas natural por catorce.
Evitar el colapso de la civilización humana requiere, ni más ni menos, que una transformación absoluta de los patrones culturales dominantes. El consumo es parte de nuestra cultura, se ha ido colando poco a poco en el ADN de nuestras sociedades durante los últimos siglos.
Hoy en día, pedir que moderen su consumo a personas que viven dentro de culturas consumistas es como pedirles que dejen de respirar, pueden hacerlo durante algunos segundos pero inmediatamente, ahogándose, respirarán de nuevo.
Sin embargo, no es necesario que todos los habitantes del planeta cambien sus hábitos de consumo o de vida. Si tenemos en cuenta que el 20% de la población mundial, que cuenta con mayor poder económico, es responsable del 80% del consumo total, entenderemos una buena parte del problema.
No es necesario volver a la Edad de Piedra para solucionar los problemas ambientales a los que nos enfrentamos, solamente bastaría con que ese 20% redujera sus niveles de consumo para mejorar drásticamente la situación.
Nos reencontramos la próxima semana, con una nueva entrega de esta publicación.
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