El Negro Tomás
La familia al completo pasaba muchos fines de semana en centros comerciales y de ocio. Un tiempo libre rentado y familiar que amenazaba con romper la frontera entre el descansar y el consumir, intentaba amalgamar un fin y un medio. La oferta de estos espacios, especialmente dedicados “a toda la familia”, aunque preferentemente segmentada, parecía clara: desconectar comprando, disfrutar comprando, socializar comprando, vivir comprando.
Cine, ropa, perfumes, pistas de esquí, bares, publicidades, electrodomésticos, restaurantes, ciudad para niños y ludotecas, tecnologías “de última generación”, supermercados, fast food: un mundo producido y homologado en cuarenta mil metros cuadrados techados y con aparcamiento para los clientes. Un espacio capaz de fascinar a cualquiera, de despertar una pasión por la compra y poder ejercerla ipso facto y con absoluta libertad.
En el interior de estas grandes superficies comerciales todos parecían tener claro lo que querían. Muchas más dificultades, sin embargo, parecían tener para identificar todas aquellas cosas que no querían.
El Negro Tomás
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