Contaminación en ríos y presas de Jalisco provocan cáncer e insuficiencia renal
El Salto, Jal. En Jalisco no sólo existen paseos turísticos como el del Tequila, también está el del horror. Es el recorrido por la contaminación del agua. Este, comienza en el vaso las Pintas –que contiene aguas residuales- en la zona metropolitana de Guadalajara. Sigue por el arroyo el Ahogado donde confluyen el drenaje municipal y descargas de aguas industriales. Continúa por los cuerpos de agua ocultos detrás de las unidades habitacionales y las fábricas, para llegar al otrora Niágara mexicano, la cascada de este municipio que ahora es una cortina de espuma amarillenta que desprende olores pestilentes.
La ruta evidencia las décadas de infestación del río Santiago -que inicia en el lago de Chapala- y que comenzó con la expansión del corredor industrial desde los años 60, donde ahora hay alrededor de 400 plantas de metalurgia, química y farmacéutica, entre otras. Este cauce, desde su nacimiento, pero sobre todo al pasar por la presa el Ahogado -antes de cruzar los poblados de El Salto y Juanacatlán- se ensucia de aguas residuales provenientes de las fabricas y del drenaje de Guadalajara, de acuerdo con el expediente de hechos Lago de Chapala de la Comisión de Cooperación Ambiental de América del Norte (CCAAN).
Cerca de 150 mil habitantes de la zona están expuestos cotidianamente a respirar aire sucio y los vapores que emergen del agua, lo que deja problemas de salud como cáncer y enfermedades renales; en los últimos 15 años ha crecido el número de enfermos. En El Salto hay alrededor de 2 mil 600 personas enfermas, de ellas 524 son de insuficiencia renal y 236 tienen cáncer.
Desde febrero del 2008 hasta 2014, se documentaron 576 fallecimientos, y no hay seguimiento a los casos por parte de la Secretaría de Salud, apunta Raúl Muñoz del Comité Ciudadano de Defensa Ambiental.
El río Santiago atraviesa Jalisco para desembocar en San Blas, Nayarit. Forma parte de la cuenca Lerma Chapala Santiago, la más grande del país. Tras años de que ciudadanos han presentado denuncias, quejas, protestas y recursos ante los gobiernos estatal y federal, así como ante organismos internacionales como la CCAAN, se puso en marcha en 2012 una planta de tratamiento de aguas residuales en la presa El Ahogado, que procesa alrededor de 2 mil litros por segundo. Pero esto no refleja que haya avances en la calidad del agua: “no se eliminan los metales pesados, los más dañinos para la salud”, sostiene Rodrigo Saldaña del Instituto Vida de Juanacatlán.
“Lo que se hace en el río Santiago es un trabajo estético, el 20 por ciento del agua del cauce son aguas industriales, pero éstas generan el 80 por ciento de la contaminación. Cuando es temporada de calor, hay polvo, malos olores. Con las lluvias se ocasiona movimiento en el agua, por lo que se forma la espuma y aparecen los zancudos. Entre diciembre y enero los hedores nocturnos son más fuertes” señala Enrique Enciso, de la agrupación Un Salto de Vida.
Las casas tienen las ventanas cerradas, selladas; debajo de las puertas se ponen trapos húmedos para evitar la peste. “Lo peor ocurre en la temporada de calor, porque el clima obliga a abrir las ventanas, pero el hedor nos hace cerrarlas”, señala Graciela González de la misma organización. Aunque aparentemente el agua del río se ve limpia, “el horror continúa y las consecuencias se ven: hay gente enferma”.
Uno de los puntos del “tour del horror” de la estela de contaminación es la colonia Azucena, donde viven unas 11 mil personas. Detrás de las casas pasa el río Santiago. Es el área donde en 2008 el niño Miguel Angel López, cayó al cauce, bebió agua y murió. Detrás de unos montículos, al final de las viviendas, está el río. De él emergen fugas de aguas negras que inundan las calles. El sol quema, no hay árboles que den frescor. Todo es tierra, cemento y el líquido verdoso pestilente.
Otro punto es entre los límites de los municipios Tlajomulco y El Salto. Hay un arroyo que se desprende de la presa El Ahogado y se junta con las aguas que vienen de la planta de tratamiento. Kevin y Valeria López, dos niños de menos de diez años, juegan dentro del riachuelo maloliente. Mientras, don Luis lanza una malla para pescar. Los menores dicen que van unas dos veces a la semana a nadar. No hay ninguna señal de precaución sobre el uso de este líquido, ni mallas ciclónicas que impidan el acceso al sitio.
El “paseo del horror” lo han hecho estudiantes, investigadores, expertos en temas ambientales. “Es una forma de visualizar y entender la problemática que se sufre en los pueblos a partir de la contaminación industrial, que no es controlada por el gobierno ni se ha eliminado”, explica Sofía Enciso, la guía del recorrido.
“No es un problema sólo de El Salto, es de toda la zona conurbada, es para poner nombre y apellido a quienes contaminan”. Señala que ahora es más difícil observar los puntos de las descargas industriales al río, porque las empresas han puesto cercas y tienen guardias, pero eso no significa que hayan dejado de infestar el agua, “se ven las consecuencias: el río contaminado, la devastación de la cuenca. La idea es armar el rompecabezas de la destrucción del territorio”, indica.
Rodrigo Saldaña apunta que pese a que el gobierno no habla de la contaminación “la vemos, la olemos, la sentimos”. Recuerda que volvió a vivir a la zona en 1979, y el agua ya estaba así, “quien nace aquí se hace la idea de que así es la vida Pero uno ve que esto no es normal. Me admira la resistencia del ser humano”.
El principal problema de salud de la población es el cáncer, de todo tipo, pero no existen datos oficiales que confirmen esta situación, porque los enfermos de El Salto y Juanacatlán, afectados por la contaminación del río Santiago, se atienden en Guadalajara y no hay forma de hacer la estadística para los municipios, señala la doctora Elvia Alcalá Camberos.
Desde hace 30 años atiende a los lugareños. En 1984, hizo aquí su servicio social, y en 1988 comenzó a dar consulta privada. En su consultorio los pacientes esperan su turno. En estos días los principales problemas son respiratorios, explica en entrevista, en medio de las consultas en esta localidad de 9 mil habitantes.
“El río desde hace casi tres décadas está gravemente contaminado. Lo conocido son los metales pesados y el ácido sulfhídrico (que se forma por la descomposición del agua, materia orgánica y las sustancias tóxicas)que con las aguas negras y las industriales, han venido a desmejorar el estado de salud de la población y su calidad de vida. Ha sido una lucha y una petición de la gente que no ha logrado impactar en las autoridades competentes para que hagan el saneamiento del río y esto beneficie su salud”, explica.
Agrega que “son impactantes los números de casos de cáncer”. Cada día se ven personas con estos problemas, “lo que llama la atención es la afectación fulminante. La persona tiene un estado de salud aparentemente estable, y en menos de un mes ocurre el deceso. El cáncer se ha presentado en todos lugares: cerebrales, de retina, de cavidad oral, de corazón, pulmonares, hepáticos, gástricos, de colón, rectales, de mama, de piel, no hay lugar que no se escape de estos problemas”.
La conclusión a que hemos llegado es que “los contaminantes dañan a la salud en el ADN, se fragmenta, producto de la radicales libres (moléculas que genera el cuerpo) que se producen por los contaminantes. Y según la herencia y el medio ambiente se van definiendo a enfermedades crónico degenerativas como cáncer, diabetes, artritis, hipertensión. Tenemos toda la gama de padecimientos crónicos”.
Sobre las enfermedades respiratorias, dice que quizá estén relacionadas con el ácido sulfhídrico que emana del río Santiago. Este químico “tiene efectos graves a la salud humana en una exposición de diez minutos. Aquí tenemos años respirándolo”. La principal incomodidad es el olor a huevos podridos, que abarca unos mil 500 metros a la redonda. “Hay ocasiones en que en cada rincón de las casas se percibe. Huele a caño”.
Apunta que la calidad de vida se ha afectado y el promedio de años de vida se ha acortado. También se han dado casos de muertes súbitas que hay que investigar, además de los problemas renales y los siquiátricos relacionados con el ácido sulfhídrico, “hemos tenido casos de suicidios dramáticos”.
De acuerdo con la Secretaría de Salud aquí no hay diferencia entre los casos de cáncer que ocurren en todo el estado, “pero lo que hemos señalado mucho es el subregistro, a mi no me llegan los casos como tal, sino que se van a hospitales de concentración como el Civil de Guadalajara o el Instituto de Cancerología, ahí se clasifican, y no nos apoyan en definir el lugar de procedencia del enfermo, quedan en las estadísticas de Guadalajara”.
Cada día “vemos más niños enfermos, desde lactantes. Tenemos menores de un año con tumores renales o leucemias, si se hiciera a fondo una estadística en cuanto a la incidencia de cáncer en la población, no hay calle que se escape de tener un enfermo. Cuando sabemos de alguien que tiene cáncer, nos preguntamos quién será el siguiente. Hay familias con dos o hasta tres enfermos de cáncer”. Las autoridades, dice, han venido pero no han dado seguimiento.
La Jornada hace once años en El Salto
- Impune contaminación cubre a El Salto, Jalisco. Así se tituló el primer reportaje que hizo La Jornada hace once años sobre los daños al medio ambiente y a la salud ocasionados por la industria instalada en el corredor idustrial que se encuentra entre Guadalajara y Chapala.
En la segunda entrega “Habitantes de El Salto, sin respuesta oficial ante la contaminación hídrica” se presentaron lostestimonios de habitantes afectados por el problema ambiental.
Nueve años después, en 2013, la situación no había variado mucho. Otro reportaje dio cuenta de que a pesar de las denuncias de ciudadanos, intervención de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco y de la insistente demanda ciudadana, la contaminación continuaba
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