La urbe busca más espacio
Al terminar el primer decenio del siglo XXI, la metrópoli cubre siete municipios, ha avanzado sobre zonas agrícolas y cuencas hidrológicas, invadió ejidos y zonas de riesgo sísmico, sigue creciendo en función de intereses inmobiliarios a corto plazo y, lo peor, es que no ha solucionado sus rezagos en infraestructura
Texto: Guillermo Gómez Sustaita - CIE
Fotos: Archivo
Dos décadas después, el impacto de la expansión de la mancha urbana en dicho valle es preocupante: la Universidad de Guadalajara calculó al año pasado una pérdida de ocho mil 400 hectáreas de suelo agrícola y que equivalen a la quinta parte de la actual área metropolitana. Desde luego, se han afectado los mantos acuíferos del valle que suministran a la fecha 1.8 metros cúbicos de agua por segundo para Zapopan. Siguiendo esa misma pauta y pese a planes de desarrollo sustentable y políticas de normatividad del suelo urbano y suburbano, ha ocurrido lo mismo con el valle de Toluquilla, ubicado al sur de la metrópoli. Perdió miles de hectáreas de suelo agrícola, también tiene pozos que aportan agua al área metropolitana y que están disminuidos. La expansión (por demás caótica) de la mancha urbana está por convertirlo en anexo, en orredor de fraccionamientos, muchos de ellos irregulares. Ahora, la busca de espacio es hacia Tlajomulco, un municipio con agua y que, está visto, carece de planeación para acoger la mancha urbana.
Saturado de concreto
La urbanización del Valle de Atemajac llegó a su fin en los años 80s. Toda su extensión comprendida entre el cerro El Cuatro (sur), la barranca de Oblatos, Huentitán (norte), los cerros El Vigía y El Colli (poniente), y el cerro de La Reina (oriente), fue ocupada por asentamientos humanos, que en su periferia eran irregulares. «Al saturarse el valle, el crecimiento urbano se orientó, sin planeación y orden, hacia el valle de Tesistán y los linderos de La Primavera; y hacia el sur de Tonalá, que era suelo agrícola, y la cuenca del Ahogado. Esta tendencia fue negativa», afirma el urbanista Jorge Vázquez Lira. Y es que se perdieron miles de hectáreas de suelo agrícola en las que se producían alimentos para la gran urbe (el valle de Toluquilla cumplía esa función), se abatieron las zonas de recarga pluvial de acuíferos (el caso de Tesistán) y se urbanizaron, indebidamente, cauces de arroyos, como ocurrió con el valle del Bajío, en Periférico y Vallarta. Enrique Villegas, investigador del Centro Aqua de la UdeG y exgerente técnico del SIAPA, dice que los pozos del valle de Tesistán se abaten al año uno o dos metros y que proporcionan menos agua. En 1970 daban 2.3 metros cúbicos por segundo y hoy solamente 1.8 metros cúbicos. Se debe a la urbanización del área de infiltración de agua de lluvia. Respecto a la producción agrícola, Zapopan conserva el primer lugar a nivel nacional en rendimiento de maíz por hectárea, pero disminuyó en nueve por ciento, respecto a 1970, su producción en Tesistán. Un valle hacinado.– El Censo de Población 2000 clarificó no solo las cifras reales de la gente que habita en la metrópoli, sino la realidad del desordenado crecimiento urbano y su impacto, sobre todo por el costo del suelo, en aspectos de densidad. Así, resulta que el centro de la metrópoli es el menos hacinado con un porcentaje de 70- 80 habitantes por hectárea; la sigue el poniente con un rango de 85-100 habitantes por hectárea, pero contando con áreas verdes extensas. Los problemas de hacinamiento se tienen en la zona oriente, con rangos de 140-150 y 180-200 habitantes por hectárea. En conjuntos habitacionales como Miravalle, El Zalate, La Tuzania, El Saúz y Fovissste Estadio la proporción es de 400 a 500 habitantes. A nivel nacional, según expone el urbanista Vázquez Lira, investigador del Centro de Estudios Urbanos de Jalisco, ciudades como Monterrey y Tijuana tienen rangos de 65-70 habitantes por hectárea. «Solamente el valle de México y el valle de Atemajac tienen los rangos más altos, pero entre ambos existe una notable diferencia. El costo del suelo y el costo de vida en la Ciudad de México y su área conurbada es más económico que en Guadalajara», dijo. Acerca del actual estimado de población, responde que se acerca a los cuatro millones y medio de personas, contando a los cuatro municipios metropolitanos y los cuatro conurbados (Ixtlahuacán de los Membrillos, El Salto, Juanacatlán y Tlajomulco). Del área urbana, con base en datos de los ocho municipios, señala que son ya unas 41 mil hectáreas. «En 1990 eran 32 mil 600», añade.
Crecer hacia adentro
El investigador pondera otra opción para el crecimiento de la metrópoli y que desalentaría la anexión de más valles como los de Santa Cruz y El Verde en Tlajomulco: «aprovechar los más de 24 mil lotes baldíos dentro del área urbana y destinarlos a vivienda, áreas verdes y de servicio, y hasta para zonas industriales del rango de industria no contaminante». Los más de 24 mil predios de que habla suman unas seis mil hectáreas que cuentan con todos los servicios, pero el 93 por ciento son de propiedad privada. «Sabemos que en Guadalajara ha sido un negocio muy rentable invertir en bienes raíces y que muchos de esos lotes baldíos son inversiones de especulación. Eso ha encarecido el suelo urbano », refiere. En esas seis mil hectáreas a urbanizar se podría acomodar a un millón de habitantes, la cifra estimada a alcanzar al año 2012. Aunque las tendencias demográficas han ido a la baja desde 1985 y el factor más preponderante del crecimiento de la población urbana es la inmigración, la gente que sigue llegando al valle de Atemajac. En ese contexto, la tasa promedio en 1970 en Guadalajara era de 50 a 55 nacimientos por cada mil habitantes. Decreció a 33 por mil en 1990 y actualmente es de 27 por mil. El rango de crecimiento natural era del 4.1 por ciento hace 25 años y oscila 2.3 y 2.8 por ciento según los segmentos socioeconómicos. Fabián Medina Ramos, otro urbanista consultado, no pierde de vista las complicaciones que afronta la metrópoli ahora que avanza sobre Tlajomulco y que se derivan de su esquema centralista, más acentuado que el del valle de México. Mientras que en el Distrito Federal viven 2.3 de cada diez mexicanos y en Monterrey 4.1 de cada diez habitantes de Nuevo León, en la capital tapatía residen seis de cada diez jaliscienses. No solo eso, en esta metrópoli se ha establecido el 66 por ciento de los comercios de Jalisco, el 72 por ciento de las industrias, el 78 por ciento de las inversiones, el 80 por ciento de las camas de hospital, el 90 por ciento de los médicos y el 92 por ciento de la educación superior y del nivel tecnológico. A su juicio, no se han potenciado las ciudades medias e intermedias de la entidad, ni se han creado polos urbanos alternativos. Peor aún, a las autoridades no les interesa crear reservas territoriales para ordenar el futuro crecimiento y evitar especulación.
A manera de ejemplo, el Gobierno del Estado debió prever la anexión a la capital de El Salto y Tlajomulco, y haber creado esas reservas. Dicen los urbanistas consultados que todavía es factible con los terrenos para uso habitacional que tienen ese vocacionamiento en Ixtlahuacán de Membrillos e Ixtlahuacán del Río, al otro lado de la barranca. Hasta hace poco la urbe se extendía hasta Santa Anita. Aldo Cordova Fermani, del Consejo de Colaboración Municipal de Tlajomulco, afirma que esos linderos son cosa del pasado y que hay un boom insospechado de fraccionamientos de toda clase: residenciales o muy exclusivos (hasta con lagos artificiales propios), para nivel medio y los de interés social Pero reconoce que el municipio no esta ba preparado para este boom y algo que lo demuestra es el asunto de la vialidad. El corredor de López Mateos y la carretera a Colima y Morelia está resintiendo el incremento del flujo vehicular que es propio de tal arteria y el que generan tantos fraccionamientos. De Bugambilias a Las Cuatas ya son 23 y son 17 los que tienen accesos de ingreso y salida al corredor. Pero además de los fraccionamientos, el perímetro del corredor cuenta con varios parques industriales que también inciden en el problema. El puente a la altura de la planta de Solectron, mal planeado, no resolvió los conflictos de tráfico. El Ayuntamiento de Tlajomulco no dispone de elementos para normar, como lo ha hecho Zapopan, el crecimiento formal y el irregular, pero el principal problema tiene que ver con la plusvalía del suelo. Jorge Durán Vera, gerente de «Inmobiliaria Occidental”, hace notar que el costo del metro cuadrado en áreas de nuevos desarrollos pasó de los 800 pesos, en 1998, a dos mil pesos o más en este año. “La plusvalía va a la alza porque la ciudad crece hacia allá», explicó. En Tlajomulco, como en Zapopan y Tonalá, la mancha urbana está avanzando sobre campos agrícolas. Durán dice que desarrollos como La Primavera, Los Tules, Santa Anita Inn, Parque Juan Diego y Los Alamos se fraccionaron en sitios donde se sembraban maíz, sorgo, hortalizas, papa y cacahuate. Y es que en Tlajomulco hay agua. Cabe citar que el gobierno estatal no ha olvidado el proyecto del acuífero de San Isidro en Santa Cruz de las Flores para extraer un metro cúbico por segundo para la ciudad. Aldo Córdova advierte que las tendencias del crecimiento metropolitano hacia Tlajomulco aumentarán con la creación del macrolibramiento que ha anunciado el Gobierno del Estado para este sexenio y cuya traza considera a este municipio, pero muy especialmente el perímetro de la laguna de Cajititlán. «Lo cierto es que la urbe ocupa más espacio, seguirá creciendo con rezagos, con falta de agua, con todo; pero debe ser con más orden», planteó. Cordoba asume que la zona conurbada cubre hoy más de 60 mil hectáreas, pero en 2015 podrían ser 70 mil hectáreas si continúa la tendencia, la que va a acabar tarde con temprano con los últimos valles hídricos y agrícolas que subsisten.
(Coordinación de Investigaciones Especiales).
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